Nos cambiaron la pregunta
¿O bombas o votos? Esa era la pública propuesta que, a través de Rubalcaba, planteara el Estado español hace alrededor de un año en relación al conflicto vasco, pero hacía ya tiempo, mucho antes de que Rubalcaba formulara su pregunta, que el Estado español conocía la respuesta.
Y la mejor prueba de ello la tenemos en su proverbial sordera, cada vez más acusada y grave, en su empeño represivo ilegalizando partidos políticos, cerrando medios de comunicación, vulnerando derechos y libertades, convirtiendo cumplidas sentencias en condenas perpetuas, torturando, y todo ello sin haber renunciado a su violencia ni pedido perdón por su impune ejercicio.
Me vino a la memoria aquella pregunta del representante del Estado español, a tenor de ese infame proyecto, ya puesto en marcha, y que permitía votar en el País Vasco a cualquiera que alguna vez en su vida haya pasado por aquí.
Algo así como que los problemas de una casa no los resuelvan sólo quienes viven en ella, sus inquilinos, sino todo pariente, vecino, cobrador, vendedor, repartidor, mendigo, fontanero, testigo de Jehová o hijo de su madre, que haya ido a la casa alguna vez.
Una aberración democrática absolutamente insólita que sólo será superada cuando las cuentas de su próximo fraude sigan sin rendir el fruto apetecido y resuelvan entonces que, para poder votar en Euskalherria, ni siquiera es preciso ubicarla en el mapa, y que cada quien vote donde más le apetezca y mejor le cuadre.
Alguien escribió una vez sobre el muro de una ciudad, que podría ser cualquiera, una de esas inolvidables leyendas que nunca debiéramos olvidar: “Cuando teníamos las respuestas nos cambiaron las preguntas”.
Tal parece que, en el Estado español, se disponen de nuevo a cambiar la pregunta:
¿O bombas o pucherazo?
Y la respuesta a esta nueva pregunta sólo puede ser la misma de siempre: Votos, más votos para una Euskadi independiente y socialista.
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