Novedad editorial: Maoístas en Euskadi
Arturo del Villar*. LQS. Mayo 2021
La burguesía inversora enriqueció a Bizkaia y financió el desarrollo industrial, explica Fernández Rincón, pero al mismo tiempo empobrecía al proletariado, mayormente empleado en la siderurgia y la minería
La actividad política durante la larga etapa dictatorial fascista convierte a España en un lugar extraño en el conjunto europeo, al que pertenecía geográicamente, pero del que se hallaba separada por las instituciones. Es un campo idóneo para realizar investigaciones sociopolíticas, difíciles de entender para quienes no padecieron esos 36 años de autocracia, en los que permanecimos encerrados en nosotros mismos, cantando canciones patrióticas y asistiendo por fuerza a las funciones religiosas.
Un período de esa historia única está relatado muy documentadamente en el ensayo de Javier Fernández Rincón titulado Maoístas en Euskadi. La Agrupación de Trabajadores Marxistas Leninistas de Euskadi, que acaba de publicar Cisma Editorial en un volumen de 187 páginas más 22 de ilustraciones. Para escribirlo ha tenido en cuenta la bibliografía existente, con especial atención a las revistas clandestinas de la época, y también el testimonio personal recordado por algunos de los protagonistas de los acontecimientos relatados.
Su propósito es investigar la actividad de la Agrupación de Trabajadores Marxistas Leninistas de Euskadi (ATMLE), poco importante en cuanto a militancia, pero sí por su actuación, aunque resultase limitada solamente a dos años, debido a la persecución policial que consiguió aniquilarla en septiembre de 1972. Un dato a considerar es que todos sus militantes fueron obreros, y también que el fiscal del Tribunal de Orden Público pidió para sus nueve acusados la pena de prisión más alta en su trágica historia.
Subraya Fernández Rincón que siempre hubo una oposición interior a la dictadura, muy perseguida por las fuerzas policiales y muy castigada por los jueces, sin que a ninguno de estos represores se le pidieran cuentas nunca. Sin embargo, en la larga historia de la dictadura fueron consolidándose organizaciones pequeñas en cuanto a la afiliación y de escaso recorrido, poco estudiadas precisamente por haber estado en la clandestinidad.
Los españoles nos avergonzamos de haber tolerado la dictadura fascista durante 36 terribles años, un período en que otros dictadores en Latinoamérica y en África era depuestos a consecuencia de sublevaciones populares. Nuestro dictador permitimos que muriese en la cama tras una esperpéntica agonía, y después asistimos a unos funerales majestuosos, hasta enterrarlo en la pirámide que había mandado construirse a semejanza de los faraones egipcios, de la que por fin ha sido desalojado.
Todo eso es histórico, pero debe resaltarse que en sus comienzos mismos existió una oposición armada de los maquis, que fracasó debido a la intervención de los militares y los guardias civiles al servicio del régimen, a los que nunca se les acusó por ello. Después continuaron las operaciones opositoras, inevitablemente impedidas por los sicarios con fusilamiento, garrote vil, prisión y multa, hasta que la biología nos liberó del dictadorísimo.
Para situar en su contexto histórico el tema analizado, Fernández Rincón traza un panorama histórico del comunismo desde la muerte de Stalin, y el revisionismo impuesto por el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética en 1956. El movimiento internacional comunista se disgregó, inicio de su desastre imparable, hasta materializarse en 1963 con la ruptura entre los dos mayores partidos comunistas: el de la Unión Soviética y el de China, éste liderado por Mao Zedong, y por eso la denominación de maoístas para sus seguidores.
La España sometida a la dictadura informaba a su manera sobre la evolución de la política internacional, y especialmente de los cambios experi-mentados en su obsesión, la Unión Soviética. Nos enterábamos por las emisoras de radio extranjeras y por algunas publicaciones burladoras del filtro fascista. En 1964 se constituyó, clandestinamente, por supuesto, el Partido Comunista de España (marxista-leninista), de tendencia maoísta, que dio paso en 1973 al Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), y en enero de 1965 se formalizaba en Bizkaia la primea célula del PCE (m-l), extendida por las zonas industrial y minera.
Las dos imágenes de Bizkaia
La burguesía inversora enriqueció a Bizkaia y financió el desarrollo industrial, explica Fernández Rincón, pero al mismo tiempo empobrecía al proletariado, mayormente empleado en la siderurgia y la minería. Estaba sometido a largas jornadas laborales con salarios paupérrimos, que obligaban a los trabajadores a habitar en infraviviendas y sufrir toda clase de penurias en alimentación, sanidad, educación y demás necesidades vitales convertidas en lujos inalcanzables para los obreros. Esta situación propició el afianzamiento del socialismo en la zona desde finales del siglo XIX.
La huelga general de 1890 en Bizkaia marcó el comienzo de otros conflictos laborales, que impulsaron el movimiento asociativo de los trabajadores, ya durante el siglo XX, en sindicatos y partidos políticos reivindicativos de sus derechos. Los partidos Comunista y Socialista y los sindicatos Unión General de Trabajadores y Confederación Nacional del Trabajo copaban la afiliación, hasta la sublevación de los militares monárquicos en 1936, que dio origen a la guerra más sanguinarias de cuantas había habido hasta entonces en España.
Los rebeldes asesinaron a los dirigentes políticos y sindicales que no pudieron exiliarse, y llenaron las cárceles de personas a las que consideraban desafectas a su régimen represivo, un régimen que se mantuvo en el poder durante 36 años. Ejecuciones, exilio, encarcelamientos, torturas y multas no consiguieron exterminar el afán de libertad innato en los seres vivos, incluso en los animales. Sin embargo, obligó a actuar con grandes precauciones en la clandestinidad, porque la Policía Secreta del régimen se infiltraba en todas las organizaciones consideradas sospechosas de desafección.
A pesar de estas circunstancias adversas, relata Fernández Rincón que el 1 de mayo de 1947, no celebrado en España, se convocó una huelga general en Bizkaia y Gipuzkoa, en la que participaron 20.000 trabajadores, pertenecientes a unas 400 empresas, que tuvo gran resonancia. Durante la década siguiente hubo otras huelgas importantes, como la de Euskalduna en 1953.
La huelga minera en Asturies de 1962 se extendió a Bizkaia y Gipuzkoa, lo que llevó a la dictadura a decretar el estado de excepción en las tres provincias, con su secuela represiva habitual. El 30 de noviembre de 1966 se inició la huelga más larga durante la dictadura, la de Bandas en Frío de Etxebarri. El Gobierno decretó el estado de excepción en Bizkaia el 21 de abril de 1967. Al día siguiente se comunicó la desarticulación “de un grupo terrorista de tendencia prochina”, militantes de PCE (m-l). La dictadura temió la solidaridad entre los trabajadores, que se extendió con rapidez, y la politización del conflicto más allá de las reivindicaciones salariales, señal de que los obreros estaban perdiendo el miedo lógico a los métodos represores de los sicarios del régimen.
Como es tradicional en las organizaciones de izquierdas, se produjeron escisiones en el PCE (m-l). La más importante dio lugar a la Agrupación de Trabajadores Marxistas Leninistas de Euskadi (ATMLE), en Bizkaia. En enero de 1971 publicó un manifiesto en el que propugnaba “la unifica-ción de todos los comunistas españoles”, un deseo que todos compartían, pero ninguno lo intentaba aplicar. Sus dirigentes mayoritariamente eran jóvenes, todos de extracción proletaria. Editaron Nuestra Lucha. Boletín de Información y Orientación Sindical, con una tirada de 600 ejemplares a multicopista, y Errico Batasuna, con 400.
En 1965 tuvo lugar otra escisión destacada, para crear Rebelión, con militancia en ciudades suizas y catalanas.
Activistas en Europa
Traza también Fernández Rincón el perfil de algunos protagonistas de esta historia, como Juan Antonio Mendieta, uno de los responsables de ATMLE. Trabajador de Altos Hornos de Vizcaya, en 1969 tuvo que exiliarse en Ginebra, en donde se relacionó con los Grupos Autónomos de Trabajadores Españoles Católicos (GATEC), y conoció al poeta José Ángel Valente, funcionario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los que recibió apoyo intelectual.
También se relacionó con José Torres Cuadrado, que había intervenido en la guerrilla urbana de Catalunya, lo que le obligó a exiliarse en 1947 en Francia. Ingresó en Proletario, un grupo variopinto que contribuyó junto con otras tres organizaciones a la formación del PCE (m-l) en 1964. Después intentó unir a los diversos grupos marxistas leninistas y reconstruir el PCE. En 1972 fue detenido en París con otros acompañantes por la Gendarmería. Al salir de la cárcel contactó con ETA (VI), y con otros correligionarios fundó ETA-Comunistas, grupo que actuó en la margen izquierda del Nervión con cierta eficacia.
Al escindirse ATMLE del PCE (m-l) quiso intentar reconstruir el PC, sin el PCE por considerarlo revisionista. Buscó una aproximación con el Movimiento Comunista Vasco, fundado en 1967, sin conseguir ponerse de acuerdo. Posteriormente siguió intentándolo con la Federación de Comunistas (FC), creada en 1968 en la Universidad de Madrid, con ETA (VI) y otras organizaciones, sin éxito.
Alrededor de ATMLE comprobamos la existencia de numerosos grupos contrarios a la dictadura, de corta historia. Sus posibilidades de actuación eran pocas, debido a la eficacia de unas fuerzas policiacas entregadas a la protección del régimen, y a la descoordinación de los grupos contrarios en el interior y en el exterior. Los funcionarios policiales de la dictadura cumplían muy competentemente su tarea implacable contra el pueblo al que pertenecían y del que habían salido, sin que nadie se lo reprochase.
Final previsible
En 1972 la Policía bilbaína detuvo a nueve integrantes de ATMLE, acusados de complicidad con ETA. Encarcelados en Basauri y en Santander, la huelga de hambre mantenida en la prisión santanderina tuvo repercusión internacional, aunque al régimen no le inquietaban las manifestaciones congregadas en varios países contra su manea de reprimir actividades políticas aceptadas en lo países democráticos. Una de las constantes acusacio-nes del dictadorísimo en sus discursos la hacía para denunciar la conspiración masónica y comunista contra España, no contra él y su régimen criminal, sino contra España, decía, por haber triunfado en la guerra llamada por él de liberación.
El fiscal del siniestro Tribunal de Orden Público solicitó un total de 214 años de prisión para los acusados de asociación ilícita y terrorismo. En aquella España todas las asociaciones ajenas al partido único y al sindicato único eran ilícitas. La vista se celebró el 19 de noviembre de 1974, y en ella el fiscal renunció a la acusación de terrorismo, limitándose a las de asociación ilegal y propaganda ilícita.
En enero de 1975, cuando la dictadura fascista vivía sus estertores, pero todavía con intenciones criminales por parte de sus acólitos, el Tribunal aceptó las conclusiones del fiscal, y sentenció a los nueve a un total de 50 años de reclusión menor y 90.000 pesetas de multa. La historia cambió radicalmente el 20 de noviembre, cuando la naturaleza del dictador no toleró más intervenciones para prolongar su miserable existencia.
Fernández Rincón nos cuenta amena y documentadamente en este ensayo un capítulo de esa historia de España tan próxima en el tiempo que muchos la vivimos, y sin embargo tan distante socialmente. Nuestra triste patria era una anormalidad en la Europa posterior a la guerra mundial, tan extraña que no se le permitía formar parte de las instituciones internacionales europeas, por más que la protección de los Estados Unidos de América la recomendase en organismos mundiales, para utilizarla como una colonia en la que montar bases militares para su servicio.
– A propósito de ‘Maoístas en Euskadi’
Maoístas en Euskadi. Javier Fernández Rincón. 192 págs. ISBN: 978-84-945635-5-3.
1ª ed. abril 2021. PVP: 12 €. Cisma Editorial
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
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