Nuestros cuerpos, sus herramientas
La publicidad es un mecanismo para llamar la atención sobre un producto con el fin de venderlo o darlo a conocer. La publicidad se nutre de imágenes y éstas tienen la capacidad de impactar de forma inmediata. La imagen que más vende es la de la mujer, pero por desgracia esta imagen siempre aparece distorsionada. Las imágenes que vemos constantemente en la televisión, en las revistas o en los carteles publicitarios no representan un modelo de mujer real, sino que representan unos estereotipos y unos rígidos cánones de belleza.
A través de los estereotipos de género, se representa de forma reduccionista, caricaturizada y despersonalizada la identidad de la mujer. Con los patrones de belleza impuestos lo único que hacen es generar más insatisfacción personal y, por tanto, más opresión. Una mujer que no se acepta a sí misma tal y como es, nunca podrá ser libre ni crítica con el sistema que la oprime.
Desde muy pequeñas debemos convivir con un bombardeo continuo de los medios de comunicación, que nos transmiten la idea de que sólo si eres guapa y sexy tendrás éxito y felicidad. Siempre guapa, joven, delgada y perfecta si quieres ser aceptada socialmente. Parece ser que el centro de tu universo debe ser tu aspecto físico y la publicidad ayuda a consolidar esa obsesión.
Exhibir, vender y explotar
Las mujeres en los medios de comunicación quedamos reducidas a simples cuerpos irreales y vacíos. Nuestro cuerpo se transforma en mercancía que se puede exhibir, vender y explotar. La publicidad representa una visión masculina ya que muestra imágenes hipersexualizadas de cómo supuestamente los hombres nos quieren ver. De esta manera todo puede resumirse en: “Ellos nos miran, nosotros queremos, necesitamos que nos miren”.
Cosificar significa asumir que la mujer no es un sujeto inteligente y capaz, sino un simple cuerpo inerte y pasivo. La cosificación es evidente cuando el cuerpo femenino se transforma en una cosa, como un coche o una botella de ron y es la sexualidad, la seducción o la belleza de este cuerpo el reclamo que se utiliza para vender. Cuantas más mujeres salgan en un anuncio y menos ropa lleven, mejor. Si fraccionas el cuerpo de la mujer y muestras sólo ciertas partes haciendo énfasis en el erotismo de éstas, mejor. Cuando más sensual sea la expresión de este cuerpo, mejor. Si perpetuas más los roles tradicionales de género y presentas a la mujer en un segundo plano a la sombra del hombre, mucho mejor.
Cuando más impersonalizada se muestra la imagen de la mujer, más parece un objeto y menos respeto muestras hacia ella. Ni siquiera es necesario que nos muestren como un cuerpo entero para captar la atención del público, sólo una boca o unos pechos ya son suficientes para vender.
Con los años la publicidad sigue siendo injusta y lo más triste es que esta cosificación, que no es más que violencia simbólica y sexismo en estado puro, pasa silenciosa ante nuestros ojos cada día. Da la sensación de que la sociedad ve normal que la mujer haya de seducir y complacer al hombre como única meta en la vida. No es casualidad que la mujer se represente como el objeto sexual y el hombre como el consumidor y poseedor de éste. Y es que resulta que vender la sexualidad femenina desde la óptica masculina, no sólo genera mucho dinero en esta sociedad consumista, sino que también ayuda a perpetuar la opresión de las mujeres en esta sociedad machista. La publicidad sexista es una buena herramienta para asegurar que la ideología dominante en la sociedad sea precisamente la ideología rancia y retrógrada de la clase dominante.
* Periódico“En Lucha”@diarioenlucha