Nuevos medios y soberanía digital

Nuevos medios y soberanía digital

Jimena Montoya*. LQS. Junio 2021

El universo de internautas involucra hoy a más de cuatro mil millones de personas en el mundo. Esto representa un amplio y jugoso mercado. La disputa de este mercado se libra entre sectores que intentan controlar el desarrollo de la denominada cuarta revolución industrial

Las nuevas tecnologías pronto serán viejas. Este proceso se acelera sin que logremos hacer nada para detenerlo, pues es parte de la dinámica del sistema en el que se reproducen nuestras vidas.

¿En qué momento dejamos de llevar a revelar las fotos? ¿Cuándo fue la última vez que compramos pilas para la radio? ¿Todavía existe gente que se levanta temprano para comprar el diario? ¿Somos conscientes de que ya no debemos esperar el día y la hora indicada para reunirnos frente al televisor a ver el capítulo de una serie que nos gusta? ¿Qué es lo primero que hace una persona que quiere informarse sobre algo?

Como empresas, los medios de comunicación han entrado en el mismo dilema que todas las fuerzas productivas: un cambio de fase del sistema económico, que obliga a tecnologizarse para dar un salto de escala y llegar primero con la producción al mercado, o morir (desaparecer) devorados por quienes sí lograron hacerlo.

La salida de los capitales de la crisis financiera de 2008 fue por la puerta del mundo de las tecnologías de la información y la comunicación. Allí se produjeron dos procesos que merecen nuestra atención: por un lado, la socialización del consumo (y uso) de mercancías que producen datos (computadoras, teléfonos, tablets, y otros), y por otro la “democratización” o mejor dicho masificación del acceso a internet.

El universo de internautas involucra hoy a más de cuatro mil millones de personas en el mundo. Esto representa un amplio y jugoso mercado. La disputa de este mercado se libra entre sectores que intentan controlar el desarrollo de la denominada cuarta revolución industrial, esa que ha inaugurado –con claridad desde la pandemia del Covid-19– una nueva fase global-digital en el sistema capitalista.

Estamos de acuerdo en que por fuera de la red de redes aún transcurre un mundo que convive con las formas emergentes de producir y de vivir que están revolucionando nuestras vidas. Sin embargo, cada vez más aspectos de lo cotidiano se resuelven en el mundo digital.

Manuel Castells, en sus estudios de la red global, sostiene que “los medios tradicionales no han desaparecido, sino que tienen que reinventarse a sí mismos y articularse a la galaxia de Internet”. Asimismo, señala que “la Red es mucho más que un medio de comunicación; es un medio de interacción personal, organización social, relación de larga distancia y un entorno en el que la vida personal está integrada, es una forma de vida, en fin, toda la sociedad está en la Red”.

Comprender esto es asumir qué nuevas formas y medios de comunicación están asumiendo un protagonismo en la escena pública, donde la realidad cobra tal o cual sentido. Unos sentidos, que, como sabemos, responden a intereses y con los que se acumula tanto valor económico como poder político.

En el plano informativo la digitalización de los procesos contribuyó a acortar los tiempos y aproximar los espacios. Y eso, en el universo de la producción, la circulación y el acceso informativo, es oro en polvo.

Así, los modos de producción, distribución y consumo en este ámbito han cambiado para siempre, tanto como lo han hecho los hábitos de comunicación y las relaciones sociales.

Según un estudio titulado “Las oportunidades de la Digitalización en América Latina frente al COVID-19”, realizado por el Banco de Desarrollo de América Latina junto a CEPAL, DPL y Telecom Advisory Services, en la región un 67 por ciento de la población tiene acceso a internet, con profundas desigualdades en la calidad del servicio entre áreas rurales y urbanas.[1]

En Argentina, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) indica que un 79,9% de la población tiene acceso. Allí, 6 millones de usuarios se incorporaron al consumo de medios digitales en junio de 2020, según datos publicados por la consultora Comscore. Unos 33 millones de usuarios consumieron noticias en Internet durante ese período, representando al 94,9% del total de conectados. Entre 2017 y 2020 esta porción creció unos 15 puntos. El ritmo de consumo (views) y atención (minutos) creció un 60% en ese lapso de tiempo en el país suramericano. En simultáneo, los grupos de medios que compiten por los usuarios pasaron de 359 a 750. Sin embargo, solo tres grupos mediáticos concentraron casi la mitad de los consumos o visitas a sus sitios informativos: Clarín, Infobae y La Nación[2].

El dato muestra la creciente tendencia a la concentración, a pesar de la multiplicación de canales y medios que permitió la digitalización. Es decir, la multiplicación de los medios no ha contribuido a la pluralidad de voces que exige la construcción de una sociedad democrática.

En cualquiera de las sociedades que observemos, encontraremos una situación similar: un pequeño número de corporaciones detentando la propiedad de los medios y con ello, la capacidad de enunciar “la realidad”. Ese mismo pequeño grupo de corporaciones están articuladas en la red financiera y tecnológica mundial.

El pasado 10 de febrero, tres grandes grupos de medios productores de contenidos en Argentina –Clarín, La Nación y Perfil– anunciaron una alianza con Google News Showcase, una vía de acceso directa a contenidos seleccionados y destacados a través de las aplicaciones Google News y Discover, disponibles para Android e iOS.

Más de 400 medios de noticias de varios países firmaron acuerdos para comenzar a integrar este servicio.

De acuerdo con la información que publicó Perfil, el dispositivo ya funciona en Brasil y Alemania desde octubre de 2020.

La empresa estará invirtiendo mil millones de dólares durante un período de 3 años, con el objetivo de firmar alianzas con medios de todo el mundo, “un compromiso ante la infodemia y la proliferación de las fake news”[3].

Los medios de comunicación son herramientas puestas al servicio de la construcción o deconstrucción del discurso hegemónico dominante, de la confusión o la comprensión crítica, de la paralización o la acción. En ese sentido, no podemos dejar de observar en manos de quién queda la construcción de imágenes y verdades sobre el mundo y con arreglo a qué intereses. Esta pregunta cobra el doble de importancia si comprendemos que quien instala una visión de las cosas, se hace de una cuota de poder sobre las mismas, sean objetos o personas.

Como lo dijimos antes, el sistema de producción mundial entró en crisis, y para resolverla, los grandes concentradores de riqueza a nivel mundial invirtieron en tecnología. La disputa se juega hoy entre 5 corporaciones globales de la industria tecnológica, que vertiginosamente han escalado peldaños en el ranking de los mayores acumuladores de riqueza a nivel mundial. Estos son Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft (GAFAM).

No podríamos preguntarnos por la conquista de la soberanía de los pueblos en el ámbito del mundo digital sin pensarnos como organizaciones populares intentando poner a jugar nuestros sentidos del mundo en el ámbito de los nuevos medios

Redes sociales, nuevos medios para la información

Según los estudios realizados por Pew Research Center, a fines de 2018 las redes sociales sobrepasaron por primera vez a los periódicos impresos como fuente de noticias para los estadounidenses: uno de cada cinco adultos dijo informarse mediante Twitter, YouTube, Facebook, Reddit, Instagram y otras plataformas, mientras que el 16% mediante medios periodísticos gráficos.

La novedad surgió de la encuesta que regularmente hace el Pew Research Center, que, hasta 2017, había medido que las redes sociales y los periódicos impresos eran fuentes de la misma importancia.

Las redes y plataformas compiten entre sí para seducir a los usuarios y lograr que se queden en sus espacios virtuales, entregando con cada click un dato. Cada “Me gusta” sirve para el perfeccionamiento del algoritmo que permitirá conocer y agrupar comportamientos, aspiraciones y consumos, segmentar públicos y audiencias, y ofrecer así más y mejores servicios y mensajes específicos para cada fragmento de la sociedad, según sus preferencias ideológicas[4].

No es novedad que este poder que habilitaron las plataformas y redes contribuyó abiertamente a la conquista de gobiernos por parte de una ofensiva neoconservadora en el mundo (Mauricio Macri en Argentina, Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en Estados Unidos, por poner algunos ejemplos).

En palabras de Néstor García Canclini, podemos decir que de esta manera “el consenso social se produce algorítmicamente”.

Su uso masivo es un dato a observar: Facebook, una de las más populares, reportaba 2.603 millones de usuarios activos en el mundo en abril de 2020. Esta corporación tiene más “habitantes” que cualquier Estado-Nación del planeta y concentra, además, la propiedad de Whatsapp e Instagram. Hace un tiempo, debió reconocer su especificidad en el ámbito de la comunicación, más allá de la funcionalidad de entretenimiento.

Dice Shoshana Zuboff con su obra reciente El capitalismo de la Vigilancia (The Age Surveillance Capitalism) que “vivimos una especie de pacto fáustico del siglo XXI. «Fáustico», porque nos resulta casi imposible sustraernos de él (…) internet se ha convertido en esencial para la participación social. Nuestra dependencia es un elemento básico del proyecto de la vigilancia comercial (…) Este conflicto produce un entumecimiento psíquico que nos habitúa a la realidad de ser monitorizados, analizados, explotados como minas de datos y modificados”.

Hacia la construcción de soberanía de los pueblos

Hace escasos meses ocurrió en Estados Unidos un hecho que debería llamar nuestra atención. Luego del proceso electoral, en diciembre y enero pasados, Google, Facebook, Twitter y YouTube se posicionaron en contra de los mensajes que difundió Donald Trump para agitar la desconfianza sobre el proceso electoral. Bloquearon sus cuentas de usuario y eliminaron contenido que supuestamente “incitaba a la violencia”.

El hecho dejó rebotando una historia digna de una serie de ciencia ficción. Las plataformas fueron utilizadas por Trump para vehiculizar sus ideas, que no quedaron solo en la arena del debate público. Un grupo de personas irrumpió por la fuerza nada más y nada menos que en el hemiciclo de gobierno de la potencia mundial, causando varias muertes. En medio de aquellos sucesos, los CEO´s de estas empresas tomaron la decisión de censurar al aún presidente del Estado más poderoso del planeta. El debate está abierto: ¿Deben los gobiernos regular a las plataformas? ¿Existe esa posibilidad? ¿Mostraron estos actos la hilacha de un poder emergente supra o para estatal?

No podríamos preguntarnos por la conquista de la soberanía de los pueblos en el ámbito del mundo digital sin pensarnos como organizaciones populares intentando poner a jugar nuestros sentidos del mundo en el ámbito de los nuevos medios, en los que la sobreproducción y el bombardeo de información funcionan como mecanismos de desinformación.

El problema –lo sabemos– es el modelo y no los medios. ¿Podrán la conquista de tecnologías e infraestructuras que garanticen accesos universales y de calidad, o el apoyo de los Estados para la regulación de contenidos y la promoción de usos críticos, acercarnos a la organización de ejercicios soberanos en el mundo digital?

No, sin duda, sin procesos sociopolíticos transformadores, al servicio de tales fines y del bien común. No sin alianzas regionales. No sin asociaciones públicas comunitarias. No sin visión de futuro sobre el mundo hacia el que vamos.

Desde la perspectiva de la comunicación popular y comprendiendo que todos los medios de comunicación posibles deberían estar al servicio de prácticas alternativas de resignificación y aprehensión crítica es que realizamos este artículo. Se trata de una invitación a la pregunta por aquellas herramientas que debemos conquistar para poner a circular nuestros propios sentidos y para imaginar el mundo que necesitamos, para que este se haga posible.

Fuentes:
– Documento del Grupo de Trabajo de Comunicación: Jornadas Utopías y Distopías América Latina ante la era digital- Construido entre julio y septiembre de 2020.
– El Asesinato de la Verdad. Aram Aharonian
– La sociedad en Red: una visión Global. Manuel Castells.
– El Capitalismo de Vigilancia. Shoshana Zuboff.
– Ciudadanos reemplazados por algoritmos. Néstor García Canclini.
Notas:
1.- Estudio titulado “Las oportunidades de la Digitalización en América Latina frente al COVID-19” (Banco de Desarrollo de América Latina) junto a CEPAL, DPL y Telecom Advisory Services, dato publicado en el Documento del Grupo de Trabajo de Comunicación de las Jornadas “Utopías Distopías: América Latina ante la era digital”,
2.- Mapa de medios digitales, Juan Pablo de Santis
3.- “Se lanzó la alianza entre Google News Showcase y Clarín, La Nación y Perfil”, Portal web del Diario Perfil, 10 de febrero 2021.
4.- Documento del Grupo de Trabajo de Comunicación: Jornadas Utopías y Distopías América Latina ante la era digital.
* Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 552: ¿Quién decide nuestro futuro digital?

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