¡Oh, capitán, mi capitán! La Justicia militar debe desaparecer

¡Oh, capitán, mi capitán! La Justicia militar debe desaparecer

¡Oh, capitán, mi capitán! La Justicia militar debe desaparecer

Por Jorge Izquierdo*

Morir ahogado en un embalse,  mientras se realizan unos ejercicios militares, no es muy distinto de las 664 muertes, en accidentes laborales, que se produjeron en España durante el año pasado. Las desgarradoras cifras están contabilizadas hasta noviembre de 2023. En pleno siglo XXI parece ser que es muy complicado poder indicar el número de fallecidos al terminar el año. Al tratarse de algo vergonzante, es muy posible, que prefieran darnos las cifras gota a gota. En cualquier caso son más de 41.000 personas en las últimas tres décadas.

Morir ahogado en un embalse ha sido noticia. ¿Qué motivo puede haber? Quizás el tufo casposo y militarista que destilan este tipo de accidentes mortales. El hedor se esparce por los medios. Resulta que unos soldados del ejercito español deben cruzar un embalse por orden de un capitán que, sí o sí, debe ser español. Se puede ser del ejercito español sin tener la nacionalidad española pero la nacionalidad, española,  ¡Oh, capitán, mi capitán! es obligatoria para ser oficial. Este detallito ya arroja algunas pistas de lo que es el ejercito en general y el español en particular.

Que nadie quiera ver una gota de racismo en este artículo. Todo lo contrario, por muy antimilitarista que sea el que esto escribe, la vara de medir para ser oficial y soldado se me antoja más fea que un fajín de general de brigada. Tampoco es este artículo una mofa a los militares del ejercito español. Es evidente que es imposible decir nada malo de una persona que se arroja al agua para salvar a otra. Estoy hablando, claro, del cabo Miguel Ángel Jiménez Andújar que se lanzó al agua para intentar rescatar a unos soldados que por orden de un capitán, ¡Oh, capitán, mi capitán!, debían cruzar un embalse con equipamiento militar y sin una triste medida de seguridad. El capitán español al ser interrogado por la Guardia Civil después de los tristes y militares sucesos, alegó que “Esto es como en la guerra, se corren riesgos”. Observemos que se trata de una frase de una gran carga filosófica, muy similar a “Esto es como las lentejas o te las comes o te las dejas”. Ni que decir tiene que el capitán no se lanzó al agua para rescatar a unos jóvenes que pedían socorro en un triste embalse de Cerro Muriano. Esto es el ejercito, vosotros hacéis lo que yo os diga, parece que es la frase más apropiada para reflejar la forma de pensar  de muchos militares. Y lo malo, lo triste, es que es así. La sociedad civil no tiene nada que decir en la sociedad militar. Tienen su propio código de justicia militar.

Y aquí llega el meollo de la cuestión. O debería. Después de la muerte de dos soldados, el juzgado instructor de Córdoba, donde se produjo el triste suceso, ha decidido inhibirse en favor del Juzgado Togado Militar 21 de Sevilla. ¡Oh, capitán, mi capitán! Yo me los guiso, yo me los como. Un juzgado civil decide que sea un juzgado militar, compuesto por oficiales, el que decida qué hacer con este capitán español y sus inmediatos superiores. Resulta llamativo comprobar que ha sido este tribunal militar, con sede en Sevilla, el que pidió al magistrado Rodríguez Laínz, titular Juzgado de Instrucción número 4 de Córdoba, que se inhibiera a su favor en el caso de los dos soldados. Es la guerra, se corren riesgos y ahí está el poder militar (que se alimenta de la población  civil para conformar sus ejércitos) para recordarnos que en España, efectivamente, hay tres poderes: el ejecutivo (que se disfraza de legislativo) el militar y el religioso. La separación de poderes en grado sumo. El cuento del trío: poder legislativo, poder ejecutivo y poder judicial, tiene más narrativa que el poema de Wiltman. ¡Oh, capitán, mi capitán! La Justicia militar debe desaparecer, no lo digo solamente yo. Lo escriben, también, los militares. Los de verdad, quiero decir.  “La justicia militar tiene que desaparecer, no cabe que haya jurisprudencia militar en tiempos de paz”. Estas cosas y más las están gritando los miembros de la Asociación de Tropa y Marinería de Ceuta y otras asociaciones militares a los que la sociedad civil sigue dando la espalda. En la derecha se alega que los militares están para cumplir con su deber.  Luego, no tienen problema para que el 30% de los soldados del ejercito español que conforman las unidades de combate no tengan nacionalidad española. Ser español es una cosa muy seria, decía y dicen los fascistas como José Antonio Primo de Rivera. ¡Oh, capitán, mi capitán!.

Mientras tanto, la izquierda española  se declara, alguna, antimilitarista y… se olvida del asunto. Es así. José María Aznar asestó el golpe de gracia al movimiento de objeción de conciencia al eliminar  el servicio militar obligatorio. La izquierda, siempre a rebufo de lo que haga o diga la derecha, se olvidó del asunto. ¿Qué asunto? Ah, sí, no a la OTAN. Más allá de allá no se mueve. Siempre hay alguna esperanza, pero los movimientos políticos que se han dado para democratizar y civilizar al sistema castrense son papel mojado. Hagan la prueba en sus casas. Al igual que los norteamericanos, la mayoría de los españoles cree que para ser un militar español es necesario ser español. Ser antimilitarista, en un país con  un ejercito profesional que forma parte de una alianza militarista como la OTAN, no puede ser excusa para vivir de espaldas a la realidad. Es posible que la mejor forma de serlo (antimilitarista) sea conocer su funcionamiento y composición.

Los soldados, la tropa, mientras tanto, miran con preocupación al suceso ocurrido el pasado 21 de diciembre en las instalaciones castrenses de Cerro Muriano (Córdoba). Desobedecer las ordenes del capitán hubiera supuesto un castigo. ¿A quién reclamar? Los soldados del ejercito español pueden asociarse… pero en el Registro de Asociaciones Profesionales de las Fuerzas Armadas.  Son asociaciones que tienen tanto poder que, por ejemplo,  no pueden participar como acusación particular en el caso de Cerro Muriano, porque la normativa castrense no lo permite. ¡Oh, capitán, mi capitán! Yo me los guiso, yo me los como.

* Bracero de la tecnología, obrero del software y mecánico cualificado en esta Web, miembro y parte del Colectivo LoQueSomos. Creador en Wikimedia.   Más artículos del autor

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Jorge Izquierdo

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