Orchova: historias de ayer y hoy

Orchova: historias de ayer y hoy

Orchova

Por Adolfo Pastor Monleón. LQSomos

Santa Cruz de Moya. Lugar de frontera entre Aragón, Castilla y Valencia. Fácil encontrar restos de culturas diversas en lugares diferentes de su término.

Orchova

Este paraje perteneciente a Santa Cruz de Moya es una amalgama de muchas culturas. Si bien no abundan los textos antiguos, sí nos hablan los restos cerámicos y residuos de antiguas construcciones de culturas milenarias, que se han ido acercando hasta nuestros días.

Iberos, romanos, musulmanes, cristianos poblaron sus viviendas de fácil defensa, cercanas al río de Arcos, con agua abundante y tierras cultivables en sus riberas.

El molino con su torre, creemos defensiva, es único por estos contornos.

Apoyados en argumentos de historiadores e investigadores, entre ellos el enamorado de Moya y sus contornos, nuestro amigo barcelonés, Joan Pitarque, estamos convencidos de que por estas colinas y altos cerros se ubicaron Serrella y otros castillos, como el de Lobera. Y nos lo corroboran restos de estas construcciones. Castillos residencias de personajes importantes o de vigilancia de transeúntes de otros territorios, a veces con intenciones dudosas.

Los habitantes de Orchova fueron conquistando sus tierras al monte y en las laderas de estas escarpadas montañas, especialmente las situadas en la solana, cultivaron cereales, centeno, cebada, avena… y, aprovechando el agua de las fuentes, como los Tabardos, el Magallón, la Pálvarez, la Saladilla… cultivaron sus huertas y construyeron sus viviendas aisladas.

Por estos montes apacentaban sus rebaños de cabras y ovejas.

Orchova se transformó en un rento. A lo largo de la ribera derecha del río de Arcos, aparecieron cinco grupos de casas de tres y cuatro viviendas cada uno, El Molino, Las Casas “Quemás”, las Casas Nuevas, Las Casas de Cañete y La Casa Grande. Cada familia cultivaba las tierras cercanas a su vivienda, tanto en la huerta como en el monte.

Los hermanos Roselló, de origen mallorquín, compraron el rento para la explotación del carbón; esquilmaron los montes de encinas, construyeron una vivienda para sus vacaciones no muy lejos de las Casas de Cañete. La llamábamos la Casa del Amo, de estilo señorial, con tejado a cuatro aguas, jardín y escalera que semejaba de mármol.

Pero la vida fue pasando con sus circunstancias diversas.

Durante la guerra del 36, por lo alto de la umbría hubo compañías de fortificaciones que construyeron trincheras defensivas que formaban parte de la línea XYZ, que desde Santa Cruz llegaba hasta Almenara. Su finalidad era la defensa de Valencia, cosa que no fue necesaria.

En la época de los maquis, por los años cuarenta, los guerrilleros tenían, por estos montes escarpados sus campamentos y much@s renter@s les ayudaron. La Peña del Enjambre, La Peña de Chiva, el Vago del Centeno, El Rodeno y el tristemente famoso Cerro Moreno.

Para que l@s renter@s no pudieran seguir colaborando con los guerrilleros, el General Pizarro, de nefasto recuerdo, les obligó a abandonar los rentos y buscarse vivienda en Las Rinconadas y algun@s en La Olmeda y en Santa Cruz. Aquí empezó la decadencia de Orchova.

En los años sesenta, los últimos dueños de los rentos que residían en Llíria y no tenían descendencia, vendieron las riberas y los montes al Patrimonio Forestal del Estado. Los renteros se quedaron solo con la huerta, no pudieron seguir cultivando el monte, ni tener ganado y si llevaban una cabra con ellos por el carril desde su vivienda hasta el rento, debían llevarla del ramal y estaban apercibidos de denuncia si daba un bocado a un chopo de los que plantaron toda la ribera.

Finalmente, los últimos dueños vendieron los rentos o sea la huerta que les quedaba a l@s renter@s. En su lucha entre l@s renter@s y el comprador millonario, ganó el que más dinero tenía.

El nuevo dueño, con enormes máquinas transformó a su antojo Orchova, las pequeñas parcelas las hizo tablas enormes de fácil cultivo con enormes máquinas. Aquellas enormes máquinas derribaron las casas y hasta los cimientos desparecieron.

Los ojos de l@s antigu@s renter@s se convirtieron en ríos cuando fueron a visitar en los veranos los parajes de su niñez y de su vida y no pudieron reconocer sus amados lugares.

Desde el Molino hasta la Peña del Cuervo, por toda la umbría se deslizaba una senda entre los pinos, carrascas, sabinas… que usaban los renteros cuando querían ir a Aras de Alpuente entonces, ahora de los Olmos, evitando dar la vuelta por la cuesta de Flicos o a través de la senda hacia Losilla por delante de la Peña Roya. Desde cada grupo de casas salía una senda que enlazaba con ésta.

Los que compraron el rento, al transformar la huerta, también hicieron desaparecer estas sendas. Aunque de difícil acceso, sí continúa ofreciendo su servicio la senda de la Umbría.

Un carril milenario era el camino por el que transitaban cuantos querían trasladarse desde Aragón o Castilla hacia tierras valencianas, Alpuente era un centro importante, fueran reyes, soldados, labriegos o pastores… L@s renter@s lo usaban adiario, a pie, con caballería o con carro, vadeando el río en dos lugares por El Fresno, pues el Arcos es de corto caudal, aunque crecido e impetuoso en las tormentas.

Pasados unos años, los nuevos dueños nos han inutilizado el carril milenario.

De manera que si queremos visitar los lugares de nuestros entrañables recuerdos, hemos de transitar el carril cuidado del término de Aras hasta llegar al Mojón Triginio (el Mojón de los tres Reinos).

Hace milenios, hombres y mujeres conquistaron estas laderas, fuentes, barrancos… vida, personas, animales y plantas se unieron y convivieron. En la actualidad los pinos recubren los montes, la naturaleza se ha vuelto virgen y espera la visita, al menos la visita de las personas que un día gozaron con ella de la paz y el sosiego, del canto de los pájaros saltarines entre las ramas, de las aves nocturnas, el cárabo en la umbría, las zorras y las liebres… Alguien se intenta interponer impidiendo el acceso a estos lugares santos para las personas orchovanas, haciendo intransitable el carril milenario.

Esperamos que, cuanto antes, vuelva a ser transitable y podamos vadear el río de Arcos como lo han hecho siempre las personas que habitaban estos rentos, sus hij@s y sus niet@s y cuantos senderistas respetuosos con la naturaleza lo quieran transitar, gozando de paisajes, de mares de pinos, de sosiego y de paz.

Con gozo hemos de actualizar y dar a conocer una feliz noticia. Orchova ya es nuestro de nuevo. Pertenece a un descendiente de orchovanos, a un orchovano. Y desde ahora podemos volver, con libertad, a contemplar nuestros paisajes y rememorar recuerdos, tumbados a la sombra de una sabina o un pino.

Esperanzas tronchadas en Orchova

Crecieron las familias,
Los chicos y las chicas aumentaron.
No tenían escuela.
La de Las Rinconadas era lejos.
Pediremos escuela, pediremos maestro.
Y por fin la aprobaron.
Días republicanos, libertad y cultura.
Y llegó aquel verano
y todos esperaban que pasara
para abrir ya la escuela.
Más el calor de los odios quemaron esperanzas.
Y se perdió la escuela, los libros y el maestro,
Se perdió la esperanza y vinieron los ríos de sangre y de penuria.
Se acabó la cultura y llegaron las muertes, el horror y la cárcel…
Montes llenos de sangre.

* Expresidente y responsable de desaparecidos en la Asociación “La Gavilla Verde”. Activista iaioflauta barcelonés. Catalá y Manchego de Cuenca, al fondo a la izquierda en Las Rinconadas. Otras notas del autor

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