Orfebrerías de sir Anthony Peterson
Por Nònimo Lustre*. LQSomos.
1. Los bandoleros de Andalucía contra Casanova
En el imaginario europeo, el veneciano Giacomo Girolamo Casanova (1725-1798) es uno de sus personajillos más famosos. Una enciclopedia le define como “aventurero, libertino, historiador, diplomático, jurista, violonchelista, filósofo, matemático, bibliotecario y agente secreto italiano”. Pero, en su siglo, fue un ‘niño bien’ veneciano, un violador compulsivo y un cortesano siempre a la vera del rey más despótico. Comparado con este criminal prontuario, es despreciable que sea cierto o fantástico que sedujera a 132 señoras -y, sin embargo, es por lo que ha pasado a la Historia occidental.
De la condena absoluta, a semejante pillastre le salvan dos hechos: que fue perseguido por la Inquisición y que se mofó de los esotéricos. Lo primero no tiene mucho mérito porque igual le sucedió a miles de inanes ciudadanos de Venecia. Lo segundo fue una bronca entre pillos pero tiene salero que definiera a Cagliostro como fieffé fripon (pícaro impostor) y que rematara su catecismo racionalista con un argumento de peso que conocía en sus carnes: “comment se fait-il que la magie ne puisse pas résister à l’Inquisition?”
Casanova llega a España ca. 1767, durante el reinado de Carlos III (“mort fou comme tous les rois honnètes hommes doivent mourir”) y así cree que son los españoles: “Les homrnes dans ce pays-là ont l’esprit horné par une foule de préjugés, tandis que les femmes, quoique ignorantes, y sont généralement spirituelles… II n’y a pas de femme libertine, qui avant de céder aux désirs de son amant, ne commence par couvrir d’un voile I’image du Christ ou de la Vierge qui se trouve dans l’appartement”.
En sus Memorias, Casanova subraya su oposición al proyecto de Pablo d’Olavidès de repoblar Sierra Morena con colonos suizos y alemanes. Adula a Olavide cuando éste prohíbe la presencia de frailes en aquella serranía –la de cal-, pero luego pronostica el fracaso de la colonización porque los suizos son nostálgicos y porque detestarán el ceremonial español –la de arena. En realidad, Casanova quiere aniquilar a los bandoleros eliminando a los hipotéticos testigos europeos de la venidera matanza. Es lógico: el pijo/sifrino/fresa/cheto, etc., es un probo militante contra los golfines, garduños, monfíes, Rocaguinarda –de quijotesca fama-, Serrallonga, Serrana de la Vera, Siete Niños de Écija, Juan Palomo… y así hasta El Vivillo, un resistente cuasi contemporáneo pues se suicidó en Argentina en 1929.
Para sostener esta hipótesis de trabajo, aportamos como irrefutable evidencia un documento del ilustre Peterson donde se observa nítidamente que unos bandoleros se aprestan a impedir que Casanova perpetre su enésima violación. Comme d’habitude, desfacemos de tal guisa un entuerto historiográfico.
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