Otra poesía, otra sentimentalidad

Otra poesía, otra sentimentalidad

Por Arturo del Villar

La principal aportación de La otra sentimentalidad a la poesía de los años ochenta del caduco siglo XX consistirá en haber superado los residuos esteticistas que todavía se arrastraban desde el medio siglo, cuando se enfrentaban dos concepciones antagónicas, que podríamos nombrar como poesía social y venecianismo

40 años después, Álvaro Salvador vuelve a la sentimentalidad en Los trabajos del outsider. Notas acerca de la llamada Otra Sentimentalidad

Álvaro Salvador, Luis García Montero y Javier Egea.

En 1983 Luis García Montero, Javier Egea y Álvaro Salvador estuvieron de acuerdo en que una poesía del momento representante del tiempo presente requería otra sentimentalidad diferente de la valorada hasta entonces. Sus ideas quedaron recogidas en un volumen titulado precisamente La otra sentimentalidad, editado en Granada, en donde propusieron las bases teóricas para la renovación lírica que deseaban. Insistían en que se trataba de adoptar otra sentimentalidad, que no era nueva, como algunos de sus lectores entendieron, sino otra, con unas líneas ideológicas distantes de las consideradas hasta entonces como usuales, tantas veces decadentes y hasta cursis, imposibles de valorar.

Este convencimiento inicial en el que coincidía el trío sin habérselo propuesto, pasó a convertirse en un proyecto común ajustado a las características de una premisa desde la que publicaron sus poemas a lo largo de una década aproximadamente. En ese lapso aparecieron otras tendencias líricas, que en ocasiones se mimetizaron con los propósitos inspiradores aplicados a la escritura del trío definidor del recetario inicial, que se mostró firme en la intención de impedir una contaminación de su propuesta.

Cuarenta años después de aquel primer anuncio de la otra sentimentalidad se ha impuesto Álvaro Salvador la tarea de historiar desde esa perspectiva sus dichos y sus hechos. Para ello ha recopilado 26 estudios críticos sobre la poesía, y tres entrevistas en las que se expusieron en su momento los propósitos de los tres autores para difundir sus ideas primigenias ilustradas con la aplicación de la teoría. El resultado es un volumen de 286 páginas impreso en Antequera por cuenta del Centro Cultural Generación del 27, con el doble título de (Los trabajos del outsider Notas acerca de la llamada Otra Sentimentalidad). Es un eco del título antepuesto a uno de sus libros de poesía, La canción del outsider, que fue premiado en 2008 por la misma Generación del 27 y editado por Visor.

Valoración del otro

Alvaro Salvador

A sus 74 años Álvaro Salvador cuenta con una importante obra poética publicada, catorce títulos con los que ha contribuido a poner en práctica la otra sentimentalidad, paralela a la edición de estudios críticos y ediciones de varios poetas, con especial atención a Rubén Darío, de quien preparó la Poesía completa oportunamente. A estos trabajos hay que añadir tres obras dramáticas y dos novelas para completar su bibliografía. Es profesor emérito de Literatura Hispanoamericana.

Por lo tanto, la otra sentimentalidad cuenta ahora con una exposición detallada de su intencionalidad, logros, individualizaciones y colectividad, resaltados en los estudios del autor, que conoce el tema desde dentro, como que es uno de los oficiantes de la teoría. Es muy clara la definición repetida en este libro, que puede tener su más sucinta expresión en estas declaraciones tajantes:

La “otra sentimentalidad” no pretendió ser aunque de hecho lo fuera, una escuela, movimiento o grupo, a la manera en que se entienden actualmente estos términos, sino más bien la representación poética de un modo muy concreto de concebir y vivir la realidad, y de sentirla. Y ese proyecto, que no reproduce, desgraciadamente, una actitud general, sí se identifica, en cambio, con un amplio sector de gente joven que busca caminos para romper amarras con los valores de un mundo heredado que considera anacrónicos e insatisfactorios. (Páginas 155 y siguiente; negritas del autor.)

En realidad todas las promociones, para no hablar de generaciones porque necesitan mayos consideración, que empiezan a darse a conocer, pretenden romper amarras con el pasado, empezando por el más inmediato, para aportar unas ideas originales. Esto es así porque si no lo hicieran no podrían ser consideradas nuevas, sino continuadoras de las anteriores, algo intolerable por principio.

En este aspecto no aportaron ninguna innovación práctica los promotores de la otra sentimentalidad. Sabían además que había pasado el momento de las vanguardias estéticas sucesivas en los primeros treinta años del siglo XX, y en sus postrimerías ya no era el momento adecuado para los manifiestos escandalosos, como aquellos que proponían destruir todo el pasado contenido en bibliotecas y museos para empezar de cero. Los postulados teóricos de la otra sentimentalidad no eran tan radicales, por conocer las limitaciones presentadas en la ejecución de los manifiestos.

Como resalta Álvaro Salvador, el adjetivo encontrado para nombrar a su innovación lírica no fue nueva, sino otra. Era continuación del concepto diferenciador del arte de vanguardia ya superado, que dio paso al llamado arte otro. Implicaba la superación del arte en toda su extensión tal como estuvo entendido secularmente, para darle la vuelta y organizarlo como otra cosa distinta. La sentimentalidad no es única, porque permite entenderla desde varias perspectivas, lo mismo que sucede con la belleza, cabe considerar otra belleza diferente de la definida por los teóricos de la estética. Esa otra sentimentalidad necesita vehicularse en otra lírica original.

Un sentido revolucionario

La principal aportación de la otra sentimentalidad a la poesía de los años ochenta del caduco siglo XX consistirá en haber superado los residuos esteticistas que todavía se arrastraban desde el medio siglo, cuando se enfrentaban dos concepciones antagónicas, que podríamos nombrar como poesía social y venecianismo, por la apetencia de esos escritores por pasearse en góndola. Tuvieron su momento, como todos los movimientos, y dejaron también su recuerdo, aunque sin nostalgia.

El trío de Granada fundamentó sus ideas líricas sobre concepciones políticas, que son más firmes. Fue muy claro, a este respecto, Álvaro Salador al responder a una entrevista publicada en el número 3 de La Gaceta de Cuba en 2008, por lo tanto, con el debido distanciamiento de los orígenes animadores de lo que significó la otra sentimentalidad, texto recogido en este volumen. A una pregunta de Waldo Leyva explicó su postura como creador en la década de los años ochenta, superando todo lo escrito y publicado hasta entonces por carecer de esa intencionalidad todavía:

[…] yo iba buscando otra cosa que encontré gracias al núcleo intelectual de Granada, donde ejercía su indiscutible magisterio Juan Carlos Rodríguez. La educación marxista que él nos infundió: un marxismo estructuralista, muy moderno, muy científico, basado, entre otras, en la teoría de Althusser, fue fundamental para la conceptualización de lo que nos proponíamos que era –así pensábamos entonces–, elaborar un discurso lírico que tuviera que ver, sobre todo, con esos principios y con un sentido revolucionario, pero revolucionario en lo profundo, y no únicamente en el plano del lenguaje. (263.)

Tal era la orientación en la que coincidían los tres poetas, para revelar la otra sentimentalidad con otro lenguaje capaz de descubrir otro mundo inexplorado. La teoría se hallaba dispuesta y fue muy divulgada en los medios de comunicación del momento. A la vez se dio a conocer la materialización del programa, con la publicación de poemarios en los que la otra sentimentalidad era el elemento inspirador que llenaba sus páginas. Tropezó con algunas reticencias debido en parte a la vinculación con el marxismo, ya que por lo general los poetas españoles no se han interesado por la ideología política, debido a la castración mental impuesta durante la dictadura fascista, que nos alcanzó a todos por falta de una consecuente preparación ideológica precisamente.

Al par de la otredad

Es comprobable que la poesía ha evolucionado históricamente al mismo ritmo que le imponía el devenir del gusto, palabra que engloba el sentimiento y la sentimentalidad. La transformación de la dictadura en un reino fue un acontecimiento que alteró el cotidiano ser y existir de los ciudadanos. Este cambio afectó a la poesía, en un sentido que comentó Álvaro Salvador en un escrito de junio de 1983, en la etapa natural del nacimiento de la otra sentimentalidad:

Cuando la vida y sus relaciones no sólo se “entienden” de otra manera, sino que también se “viven” de otra manera, cuando el sentimiento de la patria no sólo cambia, sino que desaparece y se convierte en un sentimiento internacionalista, cuando el sentimiento de la paternidad tradicional desaparece porque no se entiende la sociedad falocráticamente, ni las relaciones amoro-sas o filiales cono una moral, sino como un modo de enfrentarse al mundo con “mucha ternura”, cuando el amor no es un sentimiento abstracto con debe y haber, sino una realidad que se vive y sólo así se explica, cuando el tiempo no es un decurso abstracto al final del cual nos aguarda la culpa y la muerte, sino simplemente la medida de nuestra propia historia personal y colectiva, entonces puede hablarse de otra sentimentalidad, de otra poesía. (143.)

Son tantos los condicionantes relacionados que en puridad es preciso pensar que se trata de otra realidad ajena a la que conocemos la capacitada para impulsar el cambio. La sociedad española se transformó en otra distinta, al compás de las variaciones políticas originadas sencillamente por el cambio del jefe supremo. Lo que hasta entonces estuvo perseguido y penado se convirtió en algo elemental bien visto.

El nuevo tiempo dio lugar a una nueva poesía, expuesta en varias modalidades, una de ellas la otra sentimentalidad. Se formó por necesidad, y sus oficiantes actuaron conforme a lo requerido por su tiempo. Más tarde ya no fueron necesarios, y cambió otra vez el rumbo de la lírica inmersa en su tiempo, dando paso a otra forma de comunicación. Y al final lo que permanece después de tantos movimientos cambiantes es la palabra.

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