París y Berlín no tienen lecciones éticas que ofrecer a Damasco
Por Soumaya Ghannoushi*
La reciente visita de la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, a Damasco ha suscitado una gran polémica, en gran medida centrada en los protocolos diplomáticos, después de que el nuevo líder de Siria se negara a estrecharle la mano
La vestimenta informal de Baerbock también provocó comentarios online, y algunos describieron su falta de traje formal o chaqueta como una señal de desprecio por sus anfitriones.
Dejando de lado formalidades superficiales, Baerbock envió dos mensajes claros que reflejan la posición europea sobre Siria. Al visitar el país junto a su homólogo francés, indicó que los dos pilares de la Unión Europea -el económico y el político- estaban trabajando conjuntamente con Damasco.
Berlín también transmitió el mensaje de que su principal preocupación es la defensa del pueblo kurdo y de que no brindaría apoyo financiero a nuevas estructuras islámicas.
Esto subraya el apoyo de Alemania a una entidad kurda separatista en el noreste de Siria que podría utilizarse contra Damasco y Ankara. Esta es la postura oficial de Berlín y la de la mayoría de las capitales europeas, con el objetivo de debilitar el centro, en lugar de garantizar la justicia, la ciudadanía y los derechos culturales para los kurdos en una sociedad predominantemente árabe.
El rechazo de Baerbock a las estructuras islámicas en la sociedad siria representa la política más amplia de su país hacia Oriente Medio, donde Alemania rechaza cualquier forma de «islam político», ya sea moderado o extremo.
Berlín ha expresado repetidamente su negativa a interactuar con expresiones del islam político en la región, prefiriendo en cambio respaldar a las fuerzas liberales seculares, que a menudo carecen de una presencia significativa sobre el terreno.
Discurso colonialista
Por otra parte, el ministro de Asuntos Exteriores francés, Jean-Noel Barrot, aprovechó su visita a Damasco para reunirse con representantes de la comunidad cristiana, a quienes les manifestó el compromiso inquebrantable de Francia con su defensa.
Irónicamente, la Francia ultrasecular, que siempre predica un modelo republicano que trasciende las afiliaciones religiosas y étnicas, se transformó así en portavoz de la cristiandad oriental y defensora de sus fieles, mientras sus tan cacareadas nociones de ciudadanía universal se evaporaban.
República secular en el interior, cruzado cristiano en el exterior: esta intrigante paradoja está lejos de ser nueva. Hace dos siglos, mientras Francia libraba una guerra despiadada contra la Iglesia católica, frenando su influencia en la educación, la política y los asuntos públicos, los ejércitos de Napoleón marchaban por Egipto y el Levante, enarbolando la bandera del cristianismo como custodio benévolo de sus diversas denominaciones. Este doble rasero oportunista sigue impulsando la política exterior francesa en la actualidad.
Fue divertido ver la inquietud de Barrot, en una audiencia que había convocado para prometer apoyo a los cristianos sirios, cuando un miembro de la comunidad cristiana ortodoxa siria respondió diciendo: “No necesitamos protección extranjera. Todo lo que queremos es vivir como ciudadanos sirios iguales, libres de cualquier injusticia. Queremos justicia para nosotros y todos nuestros compatriotas sirios”.
La claridad moral de estas palabras desmanteló poderosamente el discurso colonialista francés de “dividir y vencer”, que ha sido cuidadosamente disfrazado en términos morales humanitarios falsos.
Justificaciones descaradas
De manera similar, muchos árabes se quedaron atónitos cuando Baerbock publicó su lista de demandas en Damasco, desde protección para los kurdos hasta advertencias contra la “islamización” de la educación y la legislación.
Hace apenas unas semanas, esta autoproclamada defensora de las mujeres sirias justificaba descaradamente la guerra de Israel contra Gaza, que incluyó la quema de mujeres y niños palestinos desplazados en sus tiendas de campaña: “Cuando los terroristas de Hamás se esconden detrás de la gente, detrás de las escuelas… los lugares civiles pierden su condición de protegidos”, dijo, repitiendo la propaganda israelí.
En lugar de ser visto como un defensor moral de las mujeres y las minorías, el gobierno alemán es despreciado por millones de árabes, al haberse convertido en un socio de los crímenes de Israel al suministrar cientos de millones de dólares en exportaciones de armas para apoyar el genocidio en Gaza.
Tampoco París tiene lecciones éticas que ofrecer a Siria, dado su horrible historial en las antiguas colonias, desde Argelia hasta Senegal, por no mencionar su apoyo a golpes militares y dictaduras brutales, como el régimen de Sisi en Egipto y el señor de la guerra Jalifa Haftar en Libia.
A muchos árabes les resulta difícil comprender la absoluta arrogancia con la que los líderes europeos todavía ven a su región, aunque siguen dependiendo de su petróleo, gas, estrechos y mercados.
En todo caso, Europa necesita a Oriente Próximo más que al contrario, porque el mundo es mucho más grande que París, Berlín o Londres, que, en el actual equilibrio de poderes, son, en el mejor de los casos, actores pequeños o medianos entre fuerzas mucho más poderosas. Seamos realistas y tengamos una dosis de humildad, por favor.
* Nota original: Paris and Berlin have no ethical lessons to offer Damascus.
Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Soumaya Ghannoushi es una escritora tunecino-británica experta en política de Oriente Medio. Sus trabajos periodísticos han aparecido en The Guardian, The Independent, Corriere della Sera, Aljazeera.net y Al Quds.
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