Perdedores
A quien corresponda.
No me preocupan demasiado los conflictos familiares de Podemos; son problemas de siempre, inevitables, que tienen nombres de siempre y perfectamente reconocibles, aunque ahora se engloben en otra fraseología. Me limitaré a desearles que sepan encontrar un equilibrio para la eficacia y la democracia; pero, sobre todo, que encuentren la forma de sobrevivir a la prensa del régimen, es decir, a los antidisturbios del pensamiento.
Dicho esto, hay un asunto que me preocupa más:
Este fin de semana, me llegó la noticia de que una persona de la dirección de Podemos (comisión de coordinación) había descrito así la bandera de la República: «símbolo de perdedores». Por supuesto, lo comprobé. El mundo está lleno de rumores falsos. Y, para mi sorpresa, era cierto: «símbolo de perdedores», dicho en público, tan tranquilamente, en mitad de una reflexión más o menos acertada o desacertada sobre lo viejo y lo nuevo que, sin embargo, no cambia en nada la frase: «símbolo de perdedores».
Todos nos equivocamos; queremos decir una cosa y decimos una distinta que, además, es tan despreciable como demostrativa de ignorancia. Pero no todos somos dirigentes de una organización que pretende cambiar el país ni, para indignación de muchos de los míos, todos trabajadores de la cultura, hablamos, como es el caso, desde la comisión de Cultura de una organización que pretende cambiar el país.
Me interesé al respecto; pregunté precisamente porque se trata de una organización recién nacida, que quiero creer capaz de aprender y mejorar:
«¿Símbolo de perdedores», señor Cano?»
Han pasado dieciséis horas y, signifique lo que signifique eso, no hay respuesta. Las comisiones de cultura de las organizaciones políticas tienden a ser como el Gobierno de Guatemala, que hoy mismo ha olvidado el 40 aniversario de la muerte de Miguel Ángel Asturias, otro perdedor adscrito a símbolos de perdedores.
* Escritor y traductor literario. Editor del diario La Insignia