Pink Floyd: “Meddle” 50 años

Pink Floyd: “Meddle” 50 años

Por Mariano Muniesa*. LQSomos.

Atesora imaginación, intención de avance en la vanguardia, innovación y espíritu revolucionario

¡Límpiese las orejas!

Se dice –ignoro si creando uno más de los muchos falsos mitos que existen sobre la Segunda Guerra Mundial o reproduciendo un hecho histórico real-que durante las conversaciones de paz de Potsdam, ya en el final del conflicto, Stalin dijo confidencialmente a su ministro de asuntos exteriores y negociador Vyacheslav Molotov: “Los alemanes volverán a ver a sus prisioneros de guerra igual que los rusos volverán a ver sus orejas”, es decir, nunca, aplicando a esta situación un dicho muy popular en Rusia sobre aquello que nunca es posible ver.

Las orejas no son una parte atractiva de nuestra anatomía. Por tal motivo aseguran muchos rusos que esa es la razón por la cual nuestra configuración anatómica solo permite verlas tal y como son reflejadas en un espejo. Son como un músculo machacado, normalmente atesoran cerumen y suciedad, aunque se ven lo suficientemente desagradables incluso cuando no es así. Hay muchas partes del cuerpo humano que pueden resultar atractivas, pero el oído no es una de ellas. De hecho, ¿cuándo ha escuchado alguno de ustedes a alguien decir “Esa persona tiene oídos realmente atractivos”? Puede que sea la única parte del cuerpo humano que a nadie le haya parecido atractiva.

Por tal motivo, ¿por qué un grupo de éxito ya masivo a comienzos de los 70 dejó en manos de Storm Thorgerson una imagen tan poco atractiva para un disco como una especie de visión estroboscópica y surrealista de un oído humano, cuando teóricamente debería seguir tras el buen resultado de “Atom Heart Mother” una estrategia digamos, más comercial? ¿Existía alguna razón por la cual Pink Floyd ambicionasen no vender discos en el otoño de 1971?

Honestamente, no puedo imaginar por qué querrían poner una imagen de una oreja en su álbum, habida cuenta de que además, la imagen no era lo suficientemente clara como para intuir a primera vista qué era lo que se mostraba en el arte final de aquella carpeta, con lo cual no fuimos pocos los que imaginamos que aquella portada era un ejercicio más de arte psicodélico y experimental.

Porque es sin lugar a dudas, más allá incluso de “Atom Heart Mother”, el álbum en el que Pink Floyd finalmente lo juntó todo, después de haber pasado unos años vagando por los páramos de una existencia sin Syd Barrett tratando de averiguar qué tipo de banda eran. “A Saucerful of Secrets” tuvo sus momentos de inspiración y brillantez sin duda alguna, y es un álbum que me gusta y escucho con agrado en ese contexto, pero al mismo tiempo no puedo obviar en ningún momento que es, sobre todo, una resaca de la época Syd Barrett en Pink Floyd.

Si bien habían producido un puñado de grandes canciones en estos álbumes, hasta ese momento no había ninguna razón para pensar que Pink Floyd iban a llegar mucho más lejos, en especial en un momento en el que el mundo musical en el que habían logrado convertirse en estrellas del rock iba a comenzar en los años 70 una evolución en la cual solamente iban a encontrar un camino de progresión y crecimiento quienes tuvieran la capacidad de reinventarse y aportar elementos propios a esa misma evolución del rock. Más aún que en “Atom Heart Mother”, Pink Floyd supieron hacerlo en ese momento crucial de 1971.

“Meddle”, álbum de Pink Floyd del que hace dos semanas se han cumplido 50 años de su puesta a la venta, fue el primer álbum en el que realmente dejaron de lado lo extraño por lo extraño y se enfocaron en crear un álbum de grandes canciones. Pudiera decirse sin caer en la exageración que partiendo de la nada en “Meddle”, inesperadamente al menos para quienes se movían en su entorno más cercano, desarrollaron un sentido de la experimentación, concentración y autoinnovación que sin grandes titulares en la prensa musical ni grandes anuncios sobre sus giras, rompió todos los esquemas, todos los moldes y todos los arquetipos.


Ahora bien, analizado retrospectivamente y con un sentido crítico con respecto a lo que sería su evolución posterior, “Meddles” entiendo que es básicamente un álbum de transición desde “Atom Heart Mother” hacia “The Dark Side Of The Moon”. Creo que esa singularísima pieza llamada “Echoes” que ocupa toda la cara B del disco –perdónenme el anacronismo, quien suscribe estas líneas se educó musicalmente todavía en el universo vinilo- toma y se adhiere a la sensibilidad instrumental de “Atom Heart Mother”, y la combina con la belleza lírica y vocal de la subsiguiente y maravillosa “Shine On You Crazy Diamond”, creando una pieza fascinante y cautivadora que brilla más intensamente con cada escucha a la que se la somete.

Me siento tentado por las similitudes que siempre he observado, de comparar “Meddle” con “Tarkus” de Emerson, Lake & Palmer, pero lo cierto es que este disco de Pink Floyd, aunque poco apreciado, atesora un caudal de imaginación, intención de avance en la vanguardia, innovación y espíritu revolucionario y rupturista con la escena rock de su tiempo que merece ser considerado, valorado y en la medida en la que sea menester, criticado, pero por encima de todo, escuchado con los oídos, como se muestra en la incomprendida portada, muy, muy abiertos y sin comparaciones tal vez apropiadas pero que bien pudieran dar una visión distorsionada de la auténtica dimensión que este disco encierra.

Hasta alejándonos de criterios elitistas y falsamente teñidos de una impostada y endeble pseudointelectualidad, es viable y notable disfrutar de la aconvencional “Fearless” que incluye una versión de “Nunca caminarás solo” por el Liverpool Kop, banda de fanáticos del equipo de la ciudad de los “diablos rojos” del fútbol inglés, la hardrockera “One Of These Nights” –a mi juicio, precedente no muy lejano de “Run Like Hell” de “The Wall”- la cálida y sencilla “A Pillow Of Winds” o incluso esa pieza de innegable sabor Beatle llamada “San Tropez” y de la maravillosa transgresión con aullido de perro acompañando un magnífico blues que titularon “Seamus”.

Indudablemente, un disco que no alcanzó las cotas de leyenda de otros álbumes de la discografía de Pink Floyd, pero que no por ello deja de merecer –a pesar de su portada y de esa desagradable visión de un oído- un, quisiera, objetivo recuerdo. Y que tal vez, en su críptica portada, encierre una buena recomendación: limpiemos los oídos, y también el cerebro, de sucios prejuicios a la hora de escuchar buena música.

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