Política de guerra
Lilith Rojo*. LQS. Junio 2021
Así parece ser una guerra entre comunismo y libertad, entre Rusia y Ucrania, como si se tratara de un eslogan de la Ida. Ni Rusia es comunista, ni Putin es comunista, ni Ucrania es libertad, ni Zelensky un adalid de la paz. Pueden preguntárselo a los habitantes del Donbás
Vemos todos los conflictos con nuestros ojos occidentales y muchas veces la imagen que queda impregnada en nuestras retinas no logramos procesarla debidamente. Lógicamente no voy a decir que yo sea clarividente en mi intento de obtener conclusiones, ni que mi opinión sea la acertada porque ni tengo toda la información, ni todo el contexto y no puedo dejar de ser subjetiva por mucho que me esfuerce en hacer un análisis crítico y ecuánime. Mi propio contexto histórico me posiciona, pero no tanto en un bando u otro sino en la manera de observar los acontecimientos.
Vaya por delante que soy completamente contraria a la guerra, a las guerras, a todas las guerras que se mantienen vivas o latentes en el planeta y de las que nadie habla, quizá porque quienes las sufren no son altos, guapos, rubios y con ojos azules, ni gestan niños como querubines de los que padres europeos puedan presumir. Cuando Rusia estaba en guerra con Chechenia o Georgia no se oyeron voces de No a la guerra o de debemos acoger a chechenos o georgianos. Puede que las víctimas de esas otras guerras que no ocupan minutos de televisión, no nos atañan y que ante la mirada occidental sean vistas como víctimas de segunda, daños colaterales asumibles de nuestro depredador estilo de vida.
La guerra es la peor cara de nuestra miseria moral porque las provocan y las hacen los explotadores en la dudosa paz. Tristes guerras las que se atrincheran en intereses espurios y no en ideales de justicia social. Nos dicen que esto es lo peor que ha vivido Europa desde la Segunda Guerra Mundial, pienso que los muertos, heridos y supervivientes de la guerra de los Balcanes no deben pensar lo mismo.
A veces es complejo determinar quien es el culpable del inicio de una guerra, normalmente suele haber más de uno, pero en este caso se postulan a causantes tanto la OTAN como la UE, quienes encendieron la estopa ya hace tiempo, Rusia solo ha tenido que soplar. Eso me posiciona a favor del gobierno de Rusia? No, pero tampoco a favor del de Ucrania. Y no es neutralidad, ni equidistancia. Putin me parece deleznable y Zelinsky otro tanto, tonto útil, dos tarros de testosterona en las estanterías del supermercado de las estrategias.
Tanto derecho tiene a defenderse Ucrania como derecho tiene Rusia a preservar una zona donde la OTAN no implante sus bases. Es curioso que los argumentos que se esgrimen para obligar a Rusia a no defender un espacio neutral de protección de sus fronteras no sean aplicados a EEUU, quien durante el siglo XX, y más allá, se dedicó sistemáticamente a desestabilizar todo el continente americano al sur de su frontera. Golpes de estado, dictadores a sueldo, asesinatos, torturas, expolio económico, experimentos neoliberales, todo para defender su patio trasero del comunismo. Y menos a cuatro rojos revolucionarios y antiimperialistas al resto les parecía normal, el adalid del mundo libre tenía derecho a proteger su perímetro de la “invasión de los soviets”, aunque ya hubieran dejado de existir. Esta guerra hace revivir a un Joe Biden en horas bajas y ha sido la guinda del pastel para el anuncio de Trump de presentarse a las próximas elecciones. La OTAN no puede detener su avaricioso avance a pesar de los compromisos adquiridos y ahora de un modo u otro pagaremos las derivadas del conflicto.
Un termómetro lo encontramos en las series de ficción tanto americanas como europeas, en las que de un tiempo a esta parte los villanos volvían a ser los rusos y Rusia, después de etapas de malos norcoreanos y chinos. Rusia era un objetivo y la coyuntura ha hecho que sea ahora blanco del pim pam pum internacional con la aquiescencia de crítica y público.
Lo lamentable de esta guerra es la narración de parte que se está haciendo desde muchos medios, todos interesados, y como cala el mensaje en la gente, más en un momento de auge de la extrema derecha. Parece mentira que nos trasladen un relato propio de la guerra fría, un imaginario donde Rusia es sinónimo de URSS, para que esta sea observada como el enemigo comunista. Así parece ser una guerra entre comunismo y libertad, entre Rusia y Ucrania, como si se tratara de un eslogan de la Ida. Ni Rusia es comunista, ni Putin es comunista, ni Ucrania es libertad, ni Zelensky un adalid de la paz. Pueden preguntárselo a los habitantes del Donbás. Pero no debemos extrañarnos, si en el Reino de España se ha conseguido ver con normalidad a VOX como un partido incluso más demócrata que otros del arco parlamentario, todo es posible, de hecho han sido los medios los que les han sentado en sus peligrosos escaños.
Siempre hay que ir a los antecedentes. Hay que preguntarse por qué no ha importado absolutamente nada que durante ocho años Ucrania haya estado bombardeando las repúblicas de Lugansk y de Donetsk. Políticamente no eran territorios rusos, por lo que estaba bombardeando a su propia población. Aun así durante ese tiempo no se oyó alzar la voz de la superioridad moral europea criminalizando a Ucrania y mucho menos se la sancionó. Debe ser porque quién daba las órdenes de lanzar bombas era él mismo a quien habían puesto en el poder derrocando al anterior mandatario. Sin hablar del papel mojado de los acuerdos de Minsk. Recordemos a manifestantes rodeando el parlamento ucraniano, de los cuales había quienes exhibían sin pudor simbología fascista y nazi. Y hablando de esvásticas no podemos olvidar el papel de la población ucraniana durante la Segunda Guerra Mundial y su participación activa a favor del III Reich y como hoy en día eso es asumido con normalidad “democrática”. Igual que olvidamos que unos veintiséis millones de soviéticos murieron para salvarnos del nazismo y que sin ese sacrificio hoy muchos de los actuales anticomunistas no estarían aquí por no dar el perfil de ario puro, o por tener algún defecto físico o mental, o por tener antepasados árabes o judíos en su árbol genealógico. Por aquellos años Estados Unidos tenía a los indígenas americanos en reservas y colgaba a personas negras como si fueran perros de las ramas de los árboles o las esterilizaba para erradicarlas de la faz de su tierra de sueños solo para blancos.
Eso nos devuelve al punto de la información, más bien de la desinformación, que sufrimos. Los adalides de la libertad nos prohíben informarnos a través de Sputnik o Rusia Today porque quieren protegernos de sus mentiras, que envenenan nuestras tiernas mentes, pero dejan que impunemente cadenas de todos los países de la unión europea contaminen nuestra opinión, mintiendo y tergiversando sobre cualquier cuestión, sometiéndonos a una sola visión de la realidad, tantas veces poliédrica y cada vez con un tinte más fascista. No hay que ir muy lejos para observar la basura de medios que nos acechan tras las pantallas y que nos sirven sus relatos de parte escorando a la opinión pública a sus posiciones, sin que nadie venga a salvarnos de ellos. Crónicas lacrimógenas y de exaltación patriótica antes de la tragedia enmarcadas en banderas del Batallón Azov, en las que han caído incluso medios que intentamos mantener al margen de la sospecha. Mientras tanto, nos omiten que los partidos comunistas están prohibidos en Ucrania y que en Rusia están en la oposición y bajo vigilancia. O como los movimientos sociales, comunistas, feministas, LGTBIQ+ y anarquistas son reprimidos a uno y otro lado de la frontera que ahora está en disputa.
En los medios que sufrimos, cada veinte segundos emplean las palabras oligarcas rusos como quien grita que viene el lobo, pero no dicen nada de los lobbys, feroces, que también son oligarquía y que seguro están disfrutando con esta guerra vendiendo armas y servicios de todo tipo. Si tecleas en Google la palabra oligarca la mayoría de entradas hacen referencia a los oligarcas rusos. Si buscas oligarca en el diccionario te remiten a oligarquía, que definen como forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario o también como grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político. En un ejercicio de honradez se debe admitir que no solo hay oligarcas en Rusia, sin ir más lejos aquí tenemos una buena lista, que hunde sus raíces en el franquismo. Pero, claro, quizá lo veamos así porque seamos comunistas o anarquistas, bueno, o gente de izquierda, o quizá solo progresista o aspirantes a librepensadores.
Debe faltarnos objetividad a los rojos y por eso vemos con malos ojos que se envíen armas desde todos los países “libres” a Ucrania mientras no se envían a otros lugares del mundo. Un inciso para remarcar que llama la atención que Alemania sin ningún complejo se muestre como actor bélico, armándose y armando. Armas que no se pueden enviar a palestinos o saharauis, porque te dirán que son pueblos sin estado, pero no lo tienen porque no se lo han permitido quienes envían armas a Ucrania para defenderse de Rusia. Consecuencia de etapas coloniales de explotación amoral que en muchos sentidos continua y nadie se rasga las vestiduras, como sí lo hacen por el sometimiento que sufrieron por parte de la URSS las antiguas repúblicas soviéticas. Varas de medir tenemos, que aplicamos como queremos. ¿Pero qué pasa con las guerras que no salen en los informativos y que son contra pueblos con estado, como en el caso Yemen? Yemen lleva desde el 2015 siendo bombardeado en medio de una hambruna exterminadora, con bombas y aviones no solo de Arabia Saudí, europeos también, con minas Made in Spain inclusive. Esas son guerras que no existen, ni nos importan.
Son los estados básicamente los que están enarbolando la bandera ucraniana no tanto por defender al pueblo ucraniano como para debilitar e incluso derribar a Rusia. De momento no veo como en otras ocasiones al pueblo abarrotando las calles pidiendo el cese de la guerra como cabría esperar, máxime habiendo la cuestión nuclear de por medio. Este es un conflicto creado e instrumentalizado para debilitar a un rival cibernético, económico, actor político y con un mercado energético y de materias primas del que no se quiere depender.
Seguramente los que lean este artículo puedan pensar que me quedo en la superficie y que no aporta nada nuevo, puede que sea así, yo no soy analista simplemente soy una ciudadana harta de tanto vómito mediático. Incluso alguien podrá pensar que soy pro-rusa, pero la verdad es que sería disidente en Rusia, disidente en Ucrania, tan disidente como lo soy aquí.
Espero que llegue la paz y que tanto la población civil ucraniana como la rusa, como la nuestra, no tenga que sufrir los estragos y consecuencias de una guerra, que pase lo que pase, será una derrota para las y los que no la desencadenamos.
Libertad para el periodista Pablo González detenido en Polonia a instancias de los servicios secretos ucranianos. Libertad de prensa.
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