¿Puede sobrevivir el Pacto Climático de París tras la COP29?
Por Tarique Niazi*
La COP29, apodada como “La COP de las finanzas”, concluyó con un acuerdo polémico que promete triplicar la financiación climática para 2035, pero que es criticado por su falta de obligatoriedad y concreción. ¿Podrá el Pacto Climático de París sobrevivir en medio de un creciente escepticismo global y divisiones políticas?
La cumbre climática en Bakú deja más dudas que avances, con compromisos ambiguos y el boicot de líderes clave. El futuro del Pacto Climático de París pende de un hilo.
La Cumbre del Clima de la ONU (COP29), celebrada en Bakú, Azerbaiyán, el mes pasado, hizo al parecer honor a su apodo: «La COP de las finanzas». Dos semanas de argucias semánticas dieron finalmente como resultado un acuerdo que triplicaría la financiación de la lucha contra el cambio climático hasta alcanzar los 300.000 millones de dólares anuales en 2035. Los países en desarrollo pedían en cambio 1,3 billones de dólares, lo que habría supuesto más del cuádruple de la cantidad acordada. Muchos despreciaron los 300.000 millones prometidos por considerarlos «demasiado poco, demasiado lejano». Incluso si se ignora «la parte demasiado pequeña», es difícil pasar por alto el hecho de que el compromiso está muy lejos en el futuro, un hecho que quedó oculto debido a la mezcolanza lingüística de jerga de la ONU, lenguaje jurídico y burocrático del documento.
Dado que no se hará realidad hasta dentro de 11 años, el acuerdo plantea una serie de preguntas retóricas. ¿Se pondrá en pausa la naturaleza y su furia hasta 2035? ¿Continuará la acción climática (reducción de emisiones) y la adaptación (al cambio climático) sin coste alguno o a bajo coste? ¿Dejará de cambiar el clima? A pesar de su apariencia contraria, triplicar la financiación para el clima fue un esfuerzo fingido para salir de Bakú con una apariencia de seriedad. Sin embargo, el secretario ejecutivo de la ONU para el Cambio Climático no estaba seguro de que la financiación acordada fuera a llegar como se había prometido. Aclamó grandilocuentemente el acuerdo como una «póliza de seguros para la humanidad», pero advirtió con igual escepticismo que una «póliza de seguros sólo funciona si las primas se pagan íntegramente y a tiempo».
En realidad, los acuerdos como el de financiación de la lucha contra el cambio climático o las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) no son diferentes de las Resoluciones de Año Nuevo que sólo se cumplen en caso de incumplimiento intencionado o no. Lo que hace que el acuerdo de financiación climática sea aún menos resolutivo son tres aspectos:
En primer lugar, no es obligatorio ni exigible. Se han hecho promesas por parte de países desarrollados como la Unión Europea, Estados Unidos y Japón -cuyos respectivos líderes optaron irónicamente por abstenerse en la cumbre- que «acordaron ayudar a recaudar 300.000 millones de dólares al año para 2035». No asumieron la responsabilidad de pagar la cantidad prometida, sino que se comprometieron a «ayudar a recaudar 300.000 millones de dólares», lo que equivale a financiar todo el esfuerzo mediante crowdfunding.
En segundo lugar, la COP29 presentó su objetivo central como el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés), es decir, que cada país desarrollado se comprometerá a aportar una cantidad específica a la financiación de la lucha contra el cambio climático. No se acordó tal cuantificación. Todo lo que se acordó fue que los países desarrollados «ayudarían a recaudar 300.000 millones de dólares al año para 2035». La recaudación de fondos no es un compromiso financiero cuantificado.
En tercer lugar y, sobre todo, no hubo acuerdo sobre qué se considerará financiación climática: ¿financiación pública, financiación privada, préstamos bancarios, filantropía, inversión o todo ello? Estas lagunas dejan un agujero tan grande en el acuerdo de financiación climática que puede dejar pasar incluso una tormenta de categoría 5. Algunos delegados lo califican de mal acuerdo. Otros claman que el único acuerdo peor que ningún acuerdo es un mal acuerdo.
Así pues, todas las partes del acuerdo volvieron a casa descontentas. Los países desarrollados se mantuvieron unidos para mantener sin cambios su compromiso actual de 100.000 millones de dólares. Los países en desarrollo insistieron en elevarlo a 1,3 billones de dólares a partir de ahora. Los anfitriones de la COP29 sobrepasaron el calendario de la conferencia para conseguir un acuerdo aceptable tanto para los países desarrollados como para los países en desarrollo. Las organizaciones de la sociedad civil tachaban el acuerdo de «mal acuerdo», incluso de «broma». Como resultado, todo el mundo abandonó la Conferencia abatido.
Los países desarrollados permitieron, intencional o involuntariamente, que este desánimo se extendiera a lo largo de la Conferencia por varias razones, la más obvia de las cuales es que sus electores locales se están volviendo en contra de la justicia climática y ambiental. El giro a la derecha de las sociedades occidentales ha dejado a sus gobiernos poco dispuestos e incapaces de asumir ningún compromiso para financiar la acción climática. No es coincidencia que los líderes de las principales naciones europeas, como Alemania y Francia, e incluso los de la Unión Europea, decidieran no participar en la Conferencia.
Los líderes de los cinco miembros del BRICS tampoco se presentaron. Los líderes de cinco de los países del G-7 optaron por no participar en la Conferencia. El líder de Canadá voló en cambio a Florida para pasar un día con el presidente electo de los Estados Unidos para discutir la reactivación de los proyectos suspendidos de oleoductos y gasoductos. Los líderes de trece de los países del G-20, un grupo de las economías más grandes y ricas del mundo, también votaron con los pies. Las naciones de los líderes que se abstuvieron representan a “los 13 mayores contaminadores del mundo”. Por estas razones, el primer ministro de Papúa Nueva Guinea calificó la COP29 de “pérdida total de tiempo” y se retiró de la Conferencia. El presidente de Argentina, que calificó la crisis climática de “mentira socialista”, retiró a su país de la Conferencia, una medida que muchos temen que amenace la viabilidad del Pacto Climático de París. El líder argentino, que niega la ciencia, podría haberse retirado de la cumbre en lo que el historiador Timothy Snyder llama “obediencia anticipatoria” al presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Trump mantiene su compromiso de retirar a Estados Unidos del Pacto Climático de París y dejar de contribuir a la financiación climática, tal como hizo durante su primer mandato.
El Pacto Climático de París está aún más amenazado por la aversión de las naciones del G-20 al proceso de la ONU sobre el cambio climático. El G-20 celebró en Brasil su propio pow-wow al mismo tiempo que la cumbre climática de la ONU. El líder brasileño, que es un ardiente defensor de la justicia climática, no acudió a la COP29 “debido a una lesión en la cabeza”, pero se ofreció felizmente a recibir y agasajar a los líderes de las 20 mayores economías del mundo exactamente al mismo tiempo que se celebraba la cumbre de Bakú. La agenda de la cumbre del G-20 estuvo dominada por el crecimiento económico que, para la mayoría de los científicos y ambientalistas, está en el corazón del cambio climático. De hecho, la cumbre del G-20 le robó la delantera a la COP29. Incluso el secretario general de la ONU, que era el anfitrión oficial de la cumbre de Bakú, se marchó en medio de los procedimientos para volar a Brasil y asistir en su lugar a la cumbre del G-20.
Las naciones más grandes y ricas del mundo parecen haber llegado a la conclusión de que no necesitan al resto del mundo ni a sus NDC para reducir las emisiones. Los países del G-20 representan el 80 por ciento de las emisiones mundiales, mientras que los países menos desarrollados sólo el 4 por ciento de ellas. Si las naciones del G-20 deciden abandonar la energía basada en combustibles fósiles, reducirán drásticamente el impacto del carbono atmosférico en el aumento de las temperaturas. En este panorama, el resto de los 180 países y sus emisiones apenas importan. Es lo que el sociólogo ambiental William Freudenburg llamó desproporcionalidad: un puñado de actores poderosos son responsables de la cantidad desproporcionada de contaminación industrial. Las economías más grandes y ricas del mundo tienen los medios financieros, los recursos tecnológicos y los caminos alternativos para alejarse de los combustibles fosilizados.
El Club de Roma, un grupo empresarial que sacudió al mundo con su clásico informe Los límites del crecimiento en 1972, escribió una carta abierta expresando su consternación por lo que llama el proceso fallido de las COP y expresó un llamado a reformas urgentes. Entre los firmantes había luminarias como la expresidenta de Irlanda Mary Robinson, el exsecretario general de la ONU Ban Ki Moon y la exsecretaria ejecutiva de la ONU para el cambio climático Christiana Figueres. Esta falta de confianza en los procesos de la ONU es otro mal presagio para las futuras cumbres climáticas de la ONU y, más importante aún, para el Pacto Climático de París, especialmente una vez que la administración Trump se siente en Washington a principios del año próximo.
* Nota original: Can the Paris Climate Pact Survive After COP29?.
Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Tarique Niazi imparte clases de Sociología Medioambiental en la Universidad de Wisconsin-Eau Claire
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