Qué busca Trump en el Canal de Panamá

Por Néstor Restivo*
Dentro de las bravuconadas y megalomanías de Trump figuró desde un primer momento, en esta su segunda experiencia de gobierno, su ambición de “recuperar” el Canal de Panamá. Punto neurálgico del comercio mundial y también de la historia latinoamericana, el paso interoceánico es obviamente de soberanía panameña y la soberbia imperial irritó a todos los habitantes del país centroamericano y caribeño.
En otra insólita pretensión imperial, EEUU ataca la soberanía del país centroamericano

Tektónikos conversó sobre el tema con uno de los intelectuales panameños más respetados, Guillermo de Castro Herrera, entre otros títulos doctor en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, pionero en la fundación de la Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental y autor de numerosos libros y publicaciones.
“Además de desafortunadas”, dijo, “las declaraciones de Donald Trump se sustentan en informaciones falsas, antojadizas, que quizá nacen de reportes de antiguos oficiales de Estados Unidos que viven aquí, hicieron familia aquí, pero son empleados de EE.UU”. Explica: “Ellos promueven informaciones falsas sobre el Canal, su funcionamiento, la cuestión china, etc. Y a su vez, eso deviene en posiciones de injerencia y desdén por parte de EE.UU. sobre nuestra soberanía. Que esto ocurra en Panamá, pero también desde México hasta Argentina, nos habla de un escenario en donde EE.UU. busca retener su poder menguante en un mundo en transición hacia un nuevo sistema mundial. Ese es el fondo de la cuestión”.
—Trump dice abiertamente que quiere quedarse no solo con el Canal, también con Canadá, Groenlandia… son provocaciones impensables aun dentro de la historia imperial estadounidense, dichas con tanta impunidad. ¿Qué se propone realmente?
—Es injerencia y es irrespeto por nosotros, pero se corresponde con una cadena de acontecimientos como el que sucedió cuando el presidente de Ucrania visitó la Casa Blanca y se encontró con alguien cuya posición es la de “aquí mando yo y basta”, es decir, con un desdén por toda una serie de cuestiones que antes dábamos por establecidas, más allá de a qué intereses representaban. Había formas, límites, que hoy se sobrepasan con el señor Trump.
—¿Y qué particularidad tiene el caso del Canal en esa andanada de insolencias?
—En el caso de Panamá hay características particulares, cierta excepcionalidad. Como suele recordar mi colega costarricense Josette Altman, somos el único país de Centroamérica que no celebra su independencia el 15 de septiembre (que conmemora ese día de 1821 cuando la Capitanía General de Guatemala se liberó de España), sino el 28 de noviembre (Nota: día de ese mismo año en el que Panamá rompió con la metrópoli española). Es que nosotros somos parte geográfica de Centroamérica, pero Panamá se siente más bien parte de la lógica caribeña con lazos en Cuba, Puerto Rico, Colombia obviamente y Venezuela. Es un país bolivariano también. En parte, eso se da asimismo porque España otorgó a Panamá una función de tránsito en el siglo XVI, una organización territorial y del Estado que luego, cuatro siglos después, devendría en el Canal.
—¿Cómo describiría al Canal y cuál es hoy su importancia estratégica?
—Tenemos que hablar de Canal y de su entorno. En estos últimos 25 años, se ha convertido en una plataforma de servicios globales: financieros, navieros, comerciales, logísticos, de telecomunicaciones, etc. En toda su extensión, ocupa 10 por ciento del territorio panameño y representa nada menos que 90 por ciento del PBI nacional. Eso es también un problema, porque generó atraso en el resto del país. Los distintos gobiernos de Panamá no han sabido articularlo a un modelo estratégico de desarrollo nacional. Es, ciertamente, una gran fuente de ingresos en sí mismo, con miles de millones de dólares por año, pero por otro lado, la deuda externa que tenemos como nación es muchísimo más grande. Es decir, el Canal no sirvió a los fines de nuestro desarrollo económico. Por otro lado, el Canal es una institución del Estado de Panamá, pero de manejo sui generis. Tiene una junta directiva formada por empresarios y funcionarios y, por encima, desde 1999 un nuevo comando para su operatoria, un comité asesor que, vea usted, lo preside un almirante de EE.UU. y está formado por representes de navieras de todo el mundo. En el proceso electivo, quedó finalmente desde hace un tiempo ese almirante a cargo. El gobierno de Trump tiende a simplificar todo. El modo de organización del Canal hace imposible subir o bajar tarifas como pide o se queja Trump. Son decisiones transparentes de precios, donde participan todos los actores involucrados. El Canal es soberanía de Panamá, pero con esa organización sui generis.
—¿Qué importancia tiene el paso interoceánico para Estados Unidos?
—EE.UU. es el principal cliente del Canal, China el segundo. Para Estados Unidos es muy importante también porque el grueso de su comercio con Asia pasa por ahí. El problema es que el Tratado del Canal (1977) se negoció con un gobierno como el de Jimmy Carter, que era de los demócratas globalistas, en tiempos de la Comisión Trilateral de EEUU, Europa y Japón; ese era el marco. Y ahora esa postura globalista está agotada. Y Trump quiere tener un hegemonismo unilateral.
—¿Es un regreso a la visión de las zonas de influencia?
—No diría eso exactamente. La historia nunca retrocede, hay cambios, pero no retrocesos. Hay construcción de nuevas opciones. Lo que vemos, más que el regreso a zonas de influencia, es la agudización de conflictos en la transición global, con formas abiertas de conflictos nuevos y formas solapadas de conflictos viejos. Tuvimos una época Carter, otra con otros demócratas, tuvimos los años de Kissinger, y ahora tenemos al secretario de Estado Marco Rubio en el gobierno de Trump, injerencista y queriendo agitar la brecha Rusia versus China. La pelea sigue siendo por recursos naturales y competitividad en tecnología, etc. EE.UU. está perdiendo competitividad y quiere resolver ese déficit por la fuerza. Ese es el escenario. Vamos hacia nuevas formas de organización global, pero no tenemos su nombre todavía. En todo caso, este tiempo me recuerda al sistema mundial de 1914/1945, los años de la Sociedad de las Naciones, que surgió abriendo grandes expectativas y resultó impotente, como le está pasando ahora a la Organización de las Naciones Unidas que reemplazó a aquella.
—¿Cómo juega la República Popular China en todo esto? Igual que hicieron gobiernos anteriores de EE.UU. como el de George W. Bush, con Trump vuelve el fantasma de una disputa con los chinos por su presencia en Nuestra América…
—Mi opinión es que los chinos basan su política exterior en cooperación y no en control geopolítico. Hasta ahora tenían aquí la concesión de dos puertos, que son de Panamá, a través de una empresa privada hongkonesa británica, Hutchison, que acaba de vender esas concesiones (Nota: después de esta entrevista se supo que, sintomáticamente, ese traspaso de concesiones ocurrió tras la visita de Marco Rubio y a capitales ligados al fondo BlackRock, que ya tenía participación minoritaria, pero que ahora pasará a controlar esas concesiones de ambos puertos panameños). Pero esa presencia de otros países tiene que ver con otra cosa. En distintas etapas del Canal ha habido licitaciones, ampliaciones, nuevos puertos, etc. y el tema fue que EE.UU. se fue quedando afuera por su escasa competitividad. Por ejemplo, la ampliación del Canal la ganaron empresas europeas. EE.UU. fue marginándose de las licitaciones o bien perdiendo. Se enoja y nos promete inversiones que nunca llegan, por ejemplo un enclave de semiconductores que no termina de concretarse nunca.
—En Argentina hace lo mismo, por ejemplo con inversiones nucleares o como fue el caso de 5G. Presiona para que no vengan de otro lado, en especial de China, promete cosas y no hace nada al respecto o se observa su declinación. Pero volviendo a Panamá, ¿cómo juega en su pueblo y su elite la idea de soberanía cuando EE.UU. presiona de ese modo?
—Mire, nos costó mucho ser soberanos. A lo largo de 50 años tuvimos un ajetreo constante, crisis, golpes de Estado, invasiones, etc. Y eso ha nos ha generado mucha indignación. La elite a veces es enérgica y a veces, prudente. Cada gobierno es juzgado en torno a su entereza, o no, para lidiar con esto. En este caso de Trump y la visita reciente del canciller Rubio, primero hubo una buena actitud soberana del Gobierno, pero luego cedió a concesiones. Y eso preocupa a un país donde el tema soberanía recorre toda su historia. Panamá es el único país cuya independencia y separación de Colombia en 1903 se hizo bajo un protectorado militar de EE.UU., según un tratado llamado Hay-Bunau Varilla del 2 de diciembre de 1903. Es muy importante tener en cuenta que ese régimen fue parte de las modalidades de ingreso de los estadounidenses a su condición de potencia mundial tras su breve guerra de 1898 contra lo que quedaba del imperio español. Como escribí recientemente en un artículo, ya para entonces, una empresa ferroviaria norteamericana controlaba el tránsito interocéanico por Panamá, desde 1855, facilitando la comunicación entre la costa Este de los Estados Unidos y la California que le había sido arrebatada a México en la guerra de 1846-48.

—Pero eso ya no rige ahora, ¿o sí?
—En 1904, en nuestra primera Constituyente se amplió esa prerrogativa de EE.UU., y así fue hasta su disolución gradual a partir de la segunda mitad de la década de 1930 (Tratado Arias-Roosevelt de 1936). En lo jurídico, luego se eliminó. Pero en la práctica y en lo político, no. Así fue como seguimos teniendo tanta injerencia de EE.UU. con golpes entre los cuales el más cruel fue el de diciembre de 1989, que dejó al menos 300 civiles muertos, aunque nunca hubo información oficial. El riesgo, ahora, es que reverdezcan presiones por una suerte de nuevo protectorado y se le conceda a EE.UU. una cantidad de concesiones.
—¿Pero eso no está salvaguardado por el tratado Carter-Torrijos?
—Bueno, ese tratado firmado en 1977, pero que entró en vigor dos años después, eliminó las 14 bases militares que tenía hasta entonces EE.UU. en mi país, aunque quedó una enmienda reclamada por un senador estadounidense, que nuestro expresidente Torrijos llamó en su momento “el paraguas del Pentágono”. ¿Está Trump queriendo volver a eso? Por ahora, solo tenemos junto con EE.UU. un pequeño enclave de lucha contra el narcotráfico, y ahora Rubio en su visita habló de instalar un punto de tránsito de deportados hacia terceros países, en una zona selvática de nuestro territorio. Cuando hablan de este tipo de proyectos, vuelve el fantasma de las bases militares. No podemos permitirlo, de ningún modo.
—¿Y esa militarización del territorio obedece al orden global nuevo que se va gestando?
—Creo que sí. Desde una perspectiva más amplia, Panamá tiene estas características propias bien especiales, pero participa de un juego global. Ya no está más Laura Richardson al mando del Comando Sur, con sus giras permanentes por la región, desde el Canal hasta el estrecho de Magallanes, que eran su preocupación, así como lo eran la presencia de China en la región o el destino de los recursos naturales latinoamericanos y del Caribe. Ahora nombraron en su lugar a un almirante llamado Alvin Holsey. No habla tanto como aquella generala, pero tiene la misma agenda.
* En Tektónikos.
– Panamá en LoQueSomos
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