Qué no votar, esa es la cuestión
Lilith Rojo*. LQSomos. Mayo 2015
En esta campaña he visto cosas que por sabidas parecen increíbles. He comprobado que la semilla del franquismo sigue dando frutos fuertes y maliciosos arropados por hojas ignorantes que les siguen protegiendo de la lluvia de protestas más que justificadas, frenando con su integridad incluso el peor de los granizos: el de piedra de la pobreza fruto del expolio de los mismos de siempre. Quizá me equivoque y el vuelco inevitable al que llama la lógica de la decencia y la dignidad por fin se produzca, pero seguro que no con la contundencia para talar de una vez ese árbol de raíces corruptas que se alimenta de nuestro sudor y nuestra sangre. Por su tronco se pasean todo tipo de parásitos esclavistas vestidos de miseria moral. Y al llegar las elecciones sus hojas caen en forma de voto egoísta, indecente, ultracatólico, fanático, neoliberal, insostenible, defraudador, coercitivo, castrante… llenando la urnas de la impotencia de quienes no tiran la toalla y de la desidia de los desencantados o ignorantes.
Siempre he llamado desde estas páginas electrónicas a votar, más allá de que nuestro voto no sea el que traiga los cambios que tanto anhelamos. En tiempos de tanta urgencia, que nos interpelan a hacer el sueño imposible posible porque de ello depende nuestra supervivencia física y psicológica, votar es un compromiso ineludible. Sin libertades y derechos no hay democracia, una obviedad invisible para muchos. Lo que hay es un intercambio entre los que lo detentan todo, sentados sobre nuestros cuerpos encadenados a los grilletes del capitalismo feroz que se comió las capuchas rojas.
Yo no puedo decir a quien debe votar cada uno, lo que si puedo aconsejar es que en la inútil jornada de reflexión que el bipartidismo se pasa por el forro desde hace muchos años, sirva para llamarnos a capítulo como sujetos con responsabilidad social no delegable, para compartir ideas y extraer conclusiones, quizá, por desgracia, no tanto basadas en lo que queremos sino en lo que no queremos bajo ningún concepto.
Hay una diferencia en este mayo, a pesar del bajo perfil de la campaña para esta consulta, que se han empeñado en resumir en vídeos musicales, algunos que no quisiera volver a ver para no morir de vergüenza ajena. A Madrid con la esperpéntica Esperanza, a Barcelona con unos ataques infames a Ada, que dejan en anécdota los padecidos por Manuela, gravísimos también, por venir de más de una formación. A la corrupción en comunidades como la madrileña o la valenciana, que ha pasado a ser una melodía de base que ya no se percibe como indignación en la calle, me he encontrado con casos en que se toman las grabaciones de Rus como un capítulo más del Club de la Comedia. Ya casi no escandaliza la postura del PP catalán con una campaña tan xenófoba que cuesta distinguir su publicidad de la de Plataforma x Catalunya, que ha elegido los colores del III Reich para sus carteles, una indecencia que no sonroja a aquellos que un día llegaron desde tantos destinos con su maleta en busca del pan que le negaba el cacique de su pueblo. La diferencia en este mayo es evidente, es la oportunidad de descabalgar al bipartidismo, un jinete que sigue destrozando nuestro futuro con las herraduras de sus cascos, forjadas en el yunque de la transición junto a las puntas de las flechas de la corrupción, la traición y el continuismo de lo que ató el franquismo.
Echar a los guardaespaldas de los lastres que nos condenan a seguir por la senda de unos pactos firmados sobre las espaldas de nuestros muertos, es hoy más posible que nunca. Nosotros no podemos vivir anclados a ese pasado llamado 78 al que ellos se aferran porque es el origen de nuestro problema. Y mientras ellos nos dicen que olvidemos la historia que escribió los mayores avances que haya vivido el pueblo, nosotros ni queremos, ni debemos olvidar las luchas de quienes nos han hecho seres humanos dignos de ese título. Los bipartidistas están atados a su Ley de Amnistía, a su Constitución, a su monarquía, a su estado sin separación de poderes insultando permanentemente a quienes ya no tragan con su cuento. Nosotros estamos enredados en la construcción de un futuro donde la palabra democracia tenga un sentido pleno, donde los derechos humanos sean una garantía y la justicia social vuelva a llenarse de contenido, porque son dos palabras que engloban un mundo donde valdrá la pena vivir.
Por eso ir a votar en contra de un partido bisagra que no tiene nada de nuevo pues bebe en las fuentes de José Antonio y tiene unos cuantos años de existencia en Catalunya, donde su única razón de ser ha sido el anticatalanismo furibundo sin ningún otro argumento, es voto digno y útil. Votar contra el bipartidismo de los que defienden modelos agotados desde diferentes perspectivas, salpicados ambos en mayor o menor medida por la corrupción y el clientelismo, es un voto útil y digno. Votar contra el neoliberalismo, el racismo, la xenofobia, la homofobia, el machismo, el ultracatolicismo es un deber inaplazable.
La ilusión y el corazón es imprescindible para luchar contra el desaliento y el cieno en el que se revuelcan gozosos los que detentan el poder. No se trata de ser ilusos o dejarnos arrastrar solo por las emociones, sino de que las personas que todavía creen que se pueden cambiar las cosas transmitan esa energía positiva a quienes se instalaron en la abstención no por militancia, que es muy respetable, sino por desaliento. Un sprint en el que todas y todos debemos participar. La meta es una sanidad y educación pública, gratuita y de calidad, son nuestros derechos y libertades, una justicia sin privatizar e independiente, porque estas no son unas municipales cualquiera son la avanzadilla de una victoria a la que no podemos renunciar.
Por respeto a la Democracia, no votaré.
La Democracia es otra cosa y reconocer la que nos venden como tal, es menospreciarla. La Democracia o es participativa o es una farsa, y resumir toda esa participación a unas urnas cada cuatro años es una entelequia. Reformar un sistema que no queremos, que no es el nuestro, no hace sino apuntalarlo y perpetuarlo. Si las grandes victorias populares a lo largo de la historia se han conseguido rompiéndose el brazo en la calle, apostar por unas migajas electorales, no es si no tirar por tierra todo ese sufrimiento y alegría que nos llevó a la victoria cuando quemamos las naves y lo dimos todo.
La Democracia es otra cosa, y las conquistas sociales, también son otra cosa.
Este Sistema -con todo su aparato de medios- consigue que la gente se resigne a perder cada vez más una mínima calidad de vida, a renunciar, a mantener y mejorar nuestros derechos, y a aceptar como mal menor, unas pocas reformas con tintes sociales.
Hay quienes prefieren vivir una vida de ruindad, antes que enfrentarse un sólo día a sus problemas y darlo todo por acabar con ellos. Luchar… puede resultar agotador, y llegado ese momento es cuando la esclava, renuncia a ser libre, se acostumbra a la esclavitud y la vive como un mal menor. Así sucede con muchas personas que en vez de enfrentarse directamente a la causa de sus problemas, prefieren mirar para otro lado. Se levantan ya aceptando su esclavitud y deambulando como almas en pena. Pero cada noche se sientan en su cama y van envolviendo uno a uno en algodón, cada eslabón de sus cadenas para que su ruido ensordecedor se atenúe… y puedan dormir… tranquil@s… aguardando el próximo día sin gloria.
No contéis conmigo para mancillar lo que tanto nos ha costado y cuesta. Después de las elecciones, seguiré con el único camino que me da dignidad: la lucha.