Que sientan miedo de verdad
Rajoy y compañía están haciendo lo que ha hecho toda la vida cualquier gobierno autoritario. No es que tengan miedo. En su manual de aplicar mano dura viene bien claro que, cuando la sociedad se empieza a organizar y se articulan movimientos de protesta, hay que hacer dos cosas. Una, utilizar a las fuerzas de seguridad del estado como fuerza represora. Dos, endurecer las leyes y reformar el código penal. No, no es miedo. Es estrategia, es un ejercicio de poder, una muestra de que si quieren pueden embridar a los más revoltosos. Miedo tendrían si existiera el peligro de perder sus cabezas pero desde las torres de cristal, en las que viven, se sienten fuertes. La lógica de la mano dura viene a responder a cada signo de rebeldía con la fuerza bruta, sin valorar muchas veces que los efectos pueden ser de boomerang. La derecha española, la más incivilizada y mal educada de Europa, es muy amiga de las leyes que implican mano dura. No es casualidad que en la narrativa de la derecha aparezcan a menudo frases que impliquen firmeza y fuerza. Están convencidos de que estos son los métodos más adecuados para conseguir la paz social y los aplican en cualquier ámbito donde existan diferencias jerárquicas que permitan ejercer el autoritarismo con el que se sienten seguros.
Lo que se ha conocido del anteproyecto de ley de seguridad ciudadana es una clara respuesta a la creciente contestación social de los últimos años, que no han conseguido acallar con la actuación de la Unidad de Intervención Policial, gracias a la cual han sufrido numerosos reveses judiciales. La opción de aumentar la cuantía de las multas y la tipología de delitos no es nueva. De hecho, sus antecedentes se encuentran en la dictadura franquista. En el año 1963, se endureció el Código Penal con los mismos objetivos: perseguir a los contestatarios. En 1973, se volvió a endurecer apostando por intensificar la represión ya existente. Desde el punto de vista de la derecha española la reforma de cualquier cosa implica su endurecimiento si se trata de temas legales, en concreto aquellos que penalizan a la clase trabajadora, o la reducción o eliminación de derechos fundamentales, como se puede deducir del interés del gobierno en modificar la ley de huelga. Severidad, firmeza, mano dura son los valores en los que se asienta cualquier cambio.
Tenemos un gobierno que actúa como enemigo del pueblo. No solo pretende cambiar el modelo social, pauperizando a la clase trabajadora y condenando a la precariedad a una gran parte de la población, sino también utilizar la represión para silenciar las protestas. Es una agresión injustificable y premeditada. La respuesta solo está en la calle. Derribar sus torres de cristal y demoler su zona de seguridad para que se enfrenten cara a cara con el pueblo. Esto sí que les daría miedo. Solo nos queda hacer que sientan miedo de verdad.