Rebelión contra los cruceros en Venecia
Los esperaban en lanchas, en pequeños barcos de velas o en las típicas barcas de remos de los canales. En cambio, los activistas del Comité Contra los Grandes Barcos se presentaron en traje de baño, todos en el agua para protestar contra los estragos que cotidianamente deja esta especie de gigantes resorts turísticos flotantes.
Carabineros, policía común, policía financiera y naval movilizaron a todos sus medios -de las grandes ocasiones- en el canal de la Giudecca: lanchas, barcos, helicópteros y motos de agua. Todo resultó inútil contra los cincuenta activistas que se zambulleron en el agua, no muy limpia, para impedir con su propio cuerpo el paso de los grandes barcos, y ganaron la batalla.
En la lejanía, hacia la Estación Marítima, se vio a los barcos cuya dimensión lo permitió dar una vuelta hacia el canal de los Petroli y resignarse a no ofrecer a sus pasajeros la prometida emoción de rozar la Plaza San Marcos [la plaza central de la ciudad] y admirar a la más bella – y la más frágil – ciudad del mundo desde una altura equiparable a la de su célebre campanario. Otros barcos, los verdaderos rascacielos del mar cuya dimensión no permite desviaciones, tuvieron que quedarse tristemente en el muelle.
“Es una victoria de Venecia y de sus ciudadanos”, explicó en una nota el comité. “La arrogancia de las empresas de cruceros que, en el mismo momento en que se discuten posibles soluciones al problema de su presencia insostenible, tratan de llegar con 12 grandes barcos en un sólo día, tuvo la respuesta que se merecía. En este día de lucha dejamos claro, tanto al gobierno como a las autoridades marítimas y a las compañías de navegación, que para nosotros hay una única solución: fuera los grandes barcos de los canales. No queremos más canales, no queremos nuevos puertos en otras zonas de un ecosistema tan delicado”.
El día de lucha comenzó en la mañana temprano, con la ocupación de la terminal de acogida de los pasajeros del aeropuerto Marco Polo. Una centena de activistas “desalojó” las oficinas de las compañías de cruceros, desarmándolas pedazo por pedazo para luego llevarlos afuera.
En la tarde vino la batalla naval: las grandes lanchas y los grandes medios de las fuerzas policiales no pudieron hacer nada contra el grupo de nadadores en trajes de baño.
La contaminación atmosférica, a la par de la destrucción de los fondos de la laguna, es una de las causas que hicieron brotar la protesta de los venecianos, a lo cuales, hay que recordar, no llega el provecho económico de la insostenible presencia naval, en la que los turistas compran paquetes de “todo comprendido a bordo”. De una Venecia que no conocerán, se contentan con una mirada fugaz en su paso frente a la plaza San Marcos. Uno solo de estos barcos contamina lo mismo que 14 mil autos. Si multiplicamos por 12 y dividimos entre el número, cada vez menor, de venecianos, se calcula que circulan por la ciudad tres autos por cada habitante, niños y recién nacidos incluidos. Un verdadero récord para la ciudad “sin coches” por antonomasia.
A pesar de todo, para la Venecia que supo reaccionar a la provocación de las trasnacionales turísticas fue un día de fiesta. El bloqueo del canal de la Giudecca es la respuesta que merecía el descaro de querer hacer llegar a la laguna 12 grandes barcos en el mismo día, bajo el silencio de la policía naval y la complicidad de las autoridades del puerto y el ayuntamiento – si se excluye la firme postura del regidor de Medio Ambiente, Gianfranco Betti. Las posibles soluciones que se discuten en un comité ministerial, hay que decirlo, en algunos casos prevén la excavación de nuevos canales y la realización de nuevas megaobras, que serán un remedio peor que el mismo mal.
Hasta el momento, por el lado institucional, sólo el regidor Betti ha tomado una clara postura contra este insostenible va y viene de chimeneas marinas. Puesto que el secretario del Medio Ambiente, Andrea Orlando, no tomó en cuenta su petición de aplicar una limitación al número, el regidor pidió la colaboración de Arpav [ente regional para la prevención y el cuidado del medio ambiente] para monitorear con precisión la situación excepcional que se creó con el tráfico de los 12 grandes barcos. “Buscaremos medir sobre todo el ruido, los polvos sutiles y los óxidos de nitrógeno y de observar los movimientos de masas de agua y la variación de la marea que provocarán estos barcos”, declaró anteriormente el regidor veneciano. “Se tratará, en un cierto sentido, de un experimento enorme sobre la piel de los venecianos, del cual, ciertamente, nos habríamos escapado con mucho gusto”.