Reinosa, etc.
Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Marzo 2017
Felipe, Aznar, Rajoy…
Decirle “gente” a semejantes alimañas políticas es hacerles el favor de excluirlos del mundo zoológico de los reptiles, esos seres que reptan, se enroscan, asfixian y envenenan.
En 1987 se produjo en Reinosa un estado de sitio encubierto.
Lo de Reinosa fue un “ensayo general” de la toma y posterior sometimiento de una población hipotéticamente conflictiva, por parte de las fuerzas del Orden. En este caso la Benemérita. El supuesto táctico estaba diseñado con el ojo puesto en el conflictivo País Vasco. ETA estaba arreando violencia y el GAL respondiendo en el cuartel de Intxaurrondo y con los pistoleros mercenarios.
Lo mismo que en Reinosa ocurrió en los famosos Sanfermines de Pamplona donde se desató el nudo de la tragedia. Los agentes del régimen irrumpieron a saco en la plaza de toros y ya no hubo tregua en toda la noche las misma fuerzas de la sombra.
En Reinosa murió Gonzalo Ruíz y en Pamplona fallecieron a Germán Rodríguez. A Gonzalo le metieron un bote de humo antidisturbios en el minúsculo local cerrado donde se había guarecido de la extrema violencia callejera. El bote contenía una salvaguarda: Warning, no usar en recintos cerrados. Pero los ánimos de los números estaban crispados, mascaban chicle anfetamínico. En una tanqueta alguien había escrito, dedo sobre polvo, las corporativas intenciones: “Ramiro, te vengamos”.
A Germán simplemente le descerrajaron dos tiros. Ambos fueron víctimas de un Régimen fascista que se resistía con uñas y dientes de plomo a travestirse en democracia modelo Felipe-Aznar-Rajoy. Es decir, lo que es ahora. A los fachas les tira más la querencia del café-café del costumbrismo tradicionalista de casino. Transigen a la fuerza, aunque no les gustan las mareantes mariconadas de la achicoria constitucional. A la hora de afanar, son más trabajosas que enarbolar simplemente el estandarte con el águila intimidatoria y el palio sacramental.
Hasta que llegó la cólera del tricornio con sus agresoras tanquetas, Reinosa había sido la población apacible. Cerca de allí es donde rompe aguas sin sobresaltos ni interrupciones el río Ebro. Pero la apremiante necesidad del Estado de dar una lección a los agraviados obreros de la Naval, fue el detonante de una espiral de violencia inaudita, atroz e inolvidable.
Hace ahora 30 años de aquellas trágicas fechas. Así fue.