Reírse hasta de su padre
Ion Arretxe. LQSomos. Diciembre 2015
Que no, que no… que no nos vamos a tragar eso de que la comedia es un bálsamo para soportar este valle de lágrimas, un narcótico para olvidar por un momento nuestra condición de parias, una anestesia, una adormidera…
Que para nosotros, el humor es hiriente o no lo es. Que para nosotros, la risa es desveladora y descubridora de las formas de engaño con las que se afianza el Poder.
Que para nosotros, la buena comedia es la que trata de mostrarnos la otra cara del mundo, la cara que nunca nos atrevemos a mirar por miedo a herir nuestras acomodadas y delicadas conciencias.
Aunque Groucho Marx, humorista y poeta de los que nos gustan, escribiera en su divertidísima autobiografía: (el texto gana si lo leemos intentando imitar la voz del hermano Marx) “Dudo que algún comediante pueda honradamente decir por qué es gracioso y por qué el vecino de al lado no lo es”, yo, con permiso del amigo Julius, me había propuesto en este artículo abrirle las tripas al juguetito para ver cómo funciona esto del humor y saber, si es que puede saberse, por qué algo nos hace reír.
El humorista y el poeta comparten un pensamiento de tipo analógico, un pensamiento que aproxima dos conceptos dispares y los funde en metáforas, en el caso del poeta, o en disparates, en el caso del cómico.
Estos conceptos aparentemente discordantes juguetean entre sí como dos imanes que en un primer momento se repelen el uno al otro y que de repente, casi sin darnos cuenta de cómo ha sido, se revuelven y se atraen hasta quedar unidos.
Algo parecido a lo que ocurre, también en el campo de la Física, cuando los polos contrarios de un arco voltaico se aproximan lentamente hasta que se produce un cortocircuito y salta la chispa entre ellos.
Se produce en el humor la confluencia de dos series, aparentemente incompatibles y excluyentes entre sí, que confluyen de manera inesperada. En este juego siempre interviene, en mayor o menos medida, el factor sorpresa.
Es el mismo mecanismo que Freud explicó en la producción de lo siniestro, cuando reconocemos con espanto lo extraño como familiar o, por el contrario, cuando lo familiar nos sorprende inesperadamente como algo extraño.
Pasamos alternativamente del desconcierto al esclarecimiento, de lo extraño a lo familiar, de un marco de referencia al otro, y en ninguno de los casos, y aquí está el quid del asunto, ninguna de las series sustituye a la otra, sino que conviven en una tensión altísima, como en una cinta de Moebius en la que vemos a la vez las dos caras que la conforman.
Veamos unos ejemplos de series distintas que los humoristas suelen hacer confluir para crear efectos cómicos:
-La serie de lo que se quiere decir, frente a la serie de lo que se dice. Lo literal frente a lo metafórico. Lo metafórico tomado al pie de la letra.
-La obediencia ciega a la lógica profesional, frente al sentido común: Un ciudadano rescata a un inspector de trabajo que estaba a punto de ahogarse en el mar, y éste, al comprobar que no tiene el carnet de socorrista, le denuncia por intrusismo laboral.
-Cordura pragmática frente a locura lúcida y razonadora, tal como se dan en el Quijote.
-Apertura frente a rechazo, confluencias del sí y el no, propios de la coquetería.
– Lo que se puede esperar frente a lo inesperado; el juego de las paradojas del que Oscar Wilde fue un auténtico maestro: “No es que yo esté de acuerdo con lo que he dicho en este ensayo. Hay muchas cosas en las que estoy en completo desacuerdo”.
-El mundo al revés, en el que conviven un mundo y el revés del mismo.
-Repetición mecanizada, frente a fluidez. En la confluencia de estas dos series radica una de las características principales del personaje cómico: el personaje cómico no es flexible. Sin ser consciente de ello, está marcado por una obsesión ciega. El personaje cómico es don erre que erre.
Las greguerías de Ramón Gómez de la Serna son un género muy apropiado para entender la semejanza entre metáfora y chiste, ya que son creaciones que suelen oscilar entre el humor y la poesía, siendo algunas veces chistes poéticos, otras veces metáforas chistosas, y en los momentos más inspirados, ambas cosas a la vez.
“Los presos, a través de la reja, ven la libertad a la parrilla”.
“En el primer tranvía de la mañana todavía hay sueño del día anterior”.
Dejo para el final una confluencia de series que considero fundamental en la base de lo cómico: aquella en la que coinciden la poquedad frente a petulancia. El abismo existente entre lo que un personaje cree ser y lo que en realidad es. Lo ridículo del ser humano frente a su pretenciosidad… La vida frente a la muerte, la esencia frente a la apariencia, la verdad frente a la mentira…
Vaya para ilustrarlo otra greguería de Ramón:
“Toda gota nace para estalactita, pero cae sólo como mortal gota”.
Si en el artículo anterior nos reíamos de lo más sagrado, en éste nos reiremos hasta de nuestro padre:
Dice que era un niño tan huérfano, tan huérfano, que lo parió su tía.
Atenta este chiste contra lo más consabido de la condición humana, personal, familiar y social; y esto es que uno es uno porque es hijo de su padre y de su madre, o de sus dos padres y sus dos madres, o de cualquier otra variante al respecto, que también las hay.
Y lo más huérfano que se puede ser, porque mueran los dos progenitores, es doblemente huérfano: lo que siempre se ha dicho “huérfano de padre y madre”.
Pero hay que ser huérfano, y aquí está gracia del chiste, ¡para no haber tenido padres ni siquiera a la hora de nacer!
¿Qué series confluyen aquí?
Al lector le dejo el divertido trabajo de encontrarlas.
Nota de LQSomos:
Segundo artículo de la serie: ¿Malos tiempos para la gente, buenos para la comedia? Notas sobre el humor y las mentiras en torno a esta capacidad de la imaginación