Rosa Luxemburg
Estoy trabajando en un artículo sobre “Reforma o revolución” de Rosa Luxemburg. A medida que releo el libro, me convenzo de que estamos ante una lectura obligatoria para los que seguimos empeñados en la lucha por la emancipación de las clases trabajadoras. Aunque todavía no me veo en condiciones de avanzar las conclusiones definitivas, hoy, aniversario de su muerte, siento la necesidad de decir algunas cosas.
Rosa Luxemburg no fue una enemiga de la lucha por las reformas. Pero fue una de las grandes detractores de la teoría impulsada por Bernstein según la cual la reforma gradual del capitalismo era la mejor vía para llegar al socialismo. Consideró que se trataba de una propuesta engañosa e irrealizable. Con una gran visión de futuro, anticipó que una vez el capitalismo entrara en crisis, los empresarios la emprenderían contra los salarios y las condiciones de trabaja. La lucha por el cambio revolucionario, por tanto, debía ser cada vez más relevante ya que las reformas no eran otra cosa que conquistas temporales. Este es, justamente, uno de los motivos por los que cada vez tengo más la convicción de que Rosa es, sobre todo, un pensadora de la crisis.
Sin embargo, para ella, la lucha por las reformas, incluida la defensa de las conquistas ya materializadas, y la revolución, estaban inextricablemente ligadas.
En luchar diariamente por las reformas económicas, democráticas y sociales, las clases trabajadores empiezan a descubrir sus fuerzas, mejoran su organización y pueden tomar conciencia de la necesidad de una transformación más profunda de la sociedad.
Inicialmente, la línea argumental de Bernstein fue derrotada en el seno de la socialdemocracia alemana, donde Rosa militaba. Esto no evitó que la brecha entre la teoría y la práctica revolucionaria ensanchara y que, al final, sólo se diera importancia a las reformas. La actividad diaria, sobre todo la vinculada a las campañas electorales y la labor parlamentaria, se fueron divorciando de la lucha por el cambio revolucionario. El partido se burocratizar y las organizaciones sindicales también.
Rosa fue, sin duda, una de las personas que más pronto se dio cuenta de los riesgos que entrañaba empantanar en la lucha reformista. Cuando el 1905 estalló en Rusia un movimiento revolucionar, quiso dar un giro a las filas de su partido. Sin embargo, no pudo dar el paso que se dio en Rusia, con la creación del partido bolchevique.
Ahora también tenemos entre nosotros este debate. Algunos son incapaces de salir del pantano reformista en el que llevan estancados desde hace años. Otros, no se dan cuenta de la importancia que tiene la lucha por las reformas si va ligada a una estrategia para el cambio revolucionario. De equino que considere que la lectura del libro de Rosa ha tomado de nuevo una gran importancia para rehacer una estrategia revolucionaria.
Imagen http://rosaluxemburgo.wordpress.com