Saltaparapetos

Saltaparapetos

Cuentan quienes guardan la memoria de las pequeñas historias que tejen la grande, que, para infundirles fiereza a la hora de atacar las líneas del "enemigo", a los soldados españoles de la última guerra civil les administraban un coñá matarratas al que llamaban gráficamente “saltaparapetos”. Luego hemos visto como se ponían las tropas norteamericanas del Tío Sam en sus apocalípticas hazañas bélicas de Vietnam y otros frentes.

El asunto es, en definitiva, si los contingentes de la policía antidisturbios siguen esa misma escuela y reciben algún estímulo químico, para emplearse más a fondo de lo que llaman los que mandan el cumplimiento del deber. Lo de Valencia me hace sospechar que haya farmacia nublando el entendimiento. No sería la primera vez.

Por otra parte, si, efectivamente, somos lo que comemos y también lo que bebemos, la pregunta es ¿tienen los policías hijos en edad de aula? Si es así ¿cómo se abstraen de ello mientras dan porrazos en la cabeza con toda su brutalidad? O bien ¿Tiene la tropa de la manutención del orden sangre con aguardiente “saltaparapetos?

En pleno estado de exaltación, un sindicato de la policía ha llamado "¡cobarde!" Al ministro de Interior, o sea, a su jefe, por admitir que hubo excesiva violencia en la represión valenciana. Los estudiantes protestaban por la falta de medios para estudiar, que es como remar sin embarcación. No ponían en solfa el trajín de los trajes de Camps, ni los puentes de Calatrava, el bolso vuitton de Rita…lo que se da no se quita. Tampoco nombraban al rey ni su hija Cristina, ni a su yerno el afanador de Nòos….

Son cosas de los nervios. El poder político se ha quitado la careta del carnaval electoral20-N y ya no hay disimulo en las mentiras. Mientras los de arriba se lo tragan todo, para los de abajo la realidad suministrada en la bandeja del PP es un trágala sociopolítico que mete un susto al miedo. Así que, a la menor protesta en las calles, la mano dura de la porra y los gases. Las calles son para pasear. Pero además están los insultos lacerantes y rencorosos de las fuerzas del orden, en su épica barataria del “enemigo” en casa. ¿Acaso un antidisturbios cobra primas por patear cuerpos en el suelo o por el número de hemorragias y tamaño de los moratones?

Les pagamos para que nos apaleen en defensa de un orden establecido, incluso si ese orden es un fangal de iniquidades y chanchullos. Un atentado terrorista contra la moralidad.

Menos mal que el telescopio espacial Hubble ha descubierto que el exoplaneta GJ1214b, una estrella de la constelación Ofiuco, es un planeta-océano con abundancia de agua. El agua de la escasea y la que queda en la Tierra se traduce en dinero contante, sonante y contaminante. El dinero es estadio mucho más abstracto; por lo tanto, está mucho más cerca de Dios.

Lejos de pensar siquiera en el crecimiento cero y parar a pensar qué hacemos, estamos inmersos en un delirio economicista que quiere alcanzar el absoluto, aunque sea a través de los atajos del despropósito. Esto lo ha dicho el gran patrón de los empresarios patrios: Se debería quitar el subsidio de desempleo a todo aquel que no acepte trabajar en Laponia y en calidad de lo que sea, por el salario mínimo interprofesional.

Cabalgando como estamos en esa dinámica darwiniana, aquellos seres que no tengan ninguna posibilidad de vivir con un mínimo de dignidad humana aquí, pueden emigrar al espacio exterior, con escala técnica en la Luna de Valencia. Sólo les queda a los poderosos que mangonean a los políticos, los jueces, los ejércitos y a la policía insultante de la intervención inmediata, resolver un pequeño problema de transporte. Ese exoplaneta con probabilidad habitable se encuentra a una distancia de 40 años luz. Se necesita un combustible mucho más pujante que el petróleo.

Todavía no sabemos dónde hay que acudir para invadir y conseguirlo.

* Director del desaparecido semanario "La Realidad"

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