Sánchez como Pirro, sin Rivera y quizás sin Trump

Sánchez como Pirro, sin Rivera y quizás sin Trump

Domingo Sanz. LQS. Noviembre 2019

Las fuerzas represivas, hoy llamadas de “seguridad”, que no paran de causar heridas irreparables a manifestantes y hasta de robarnos el aire que respiramos denunciando ante los tribunales incluso a cómicos que se han ganado la vida haciendo reír al personal, la actividad más pacífica de todas las que puede realizar una persona

A la hora de analizar a toro pasado las decisiones que toma cualquier persona, y especialmente las que mandan, es imprescindible recordar lo que ocurría cuando el toro estaba pasando.

La avalancha de encuestas realizadas en octubre, la mayoría de las cuales se han acercado a los resultados finales, casi nos hicieron olvidar las que se publicaban un mes antes, precisamente cuando Pedro Sánchez decidió convocar las elecciones que ayer ha perdido ganando como Pirro, aquel general griego que ha dado nombre a tantas victorias amargas a lo largo de la historia.

Refiriéndonos únicamente a los cinco partidos de ámbito estatal que el 28 de abril consiguieron escaños, lo que Sánchez y su asesor, Iván Redondo, leían en la prensa de septiembre sobre los resultados de las urnas en caso de que se celebraran nuevas elecciones eran números como estos:

No parecía, pues, que ninguno de los partidos citados debiera tener excesivo interés en repetir las elecciones, lo que significa que todos tendrían que haber colaborado en la investidura de Sánchez para formar gobierno, por precario que fuera, pues nada peor que comenzar otra vez con las rondas en La Zarzuela.

Los resultados del 10 de noviembre para estos cinco partidos han sido los siguientes:

Si Pedro Sánchez fuera el gerente de una empresa y los resultados de una decisión importante fueran similares a los obtenidos en las elecciones recién celebradas, para evitar que los del consejo de administración le despidieran tendría muy fácil explicar que los informes que estaba recibiendo no eran de buena calidad y le indujeron al error, y que a cualquiera le habría ocurrido lo mismo.

Pero es la política, “amigo”, y la vida interna de los partidos es un misterio que parece enviarlos a un mundo extraño. Siempre defenderé la limitación de mandatos por ley. Como no existe aquí, jamás escucharemos del presidente en funciones el reconocimiento de un error político de envergadura, salvo bajo presión insoportable.

Esta evidencia nos hace pensar que la semana pasada los fiscales debieron amenazar a Sánchez con pasar a mayores tras el patinazo del miércoles, al que le llevó su chulesco compromiso de “traer a España al prófugo Puigdemont”, asumido en el debate a cinco del lunes. Pues si lo hace antes del miércoles y quiere pasar por La Jonquera tendrá que pedir permiso a los del Tsunami.

La chulería que sí hemos visto crecer durante estos años de debilidad de los gobiernos salidos de las urnas es mucho más peligrosa que la manifestada por un Sánchez agotado. Es la de las fuerzas represivas, hoy llamadas de “seguridad”, que no paran de causar heridas irreparables a manifestantes y hasta de robarnos el aire que respiramos denunciando ante los tribunales incluso a cómicos que se han ganado la vida haciendo reír al personal, la actividad más pacífica de todas las que puede realizar una persona que no esté dominada por el mal de la crueldad contra sus semejantes.

Definitivamente, tanto a un gerente de empresa como a un presidente de gobierno, además de desconfiar de los informes optimistas, y no hemos citado al CIS, se le debe exigir un análisis inteligente de la evolución de los acontecimientos anunciados y de sus consecuencias, véanse la sentencia del procés o la exhumación del dictador.

¿O debemos pensar que a los líderes de los cuatro partidos españolistas les interesa que esas fuerzas, represivas, armadas y llenas de abascales, tengan cada vez más poder real gracias a la continuidad de gobiernos débiles y/o en funciones?

Llevamos cuatro años sin poder imaginar cada día lo que pudiera ocurrir al siguiente, pero inauguramos ahora un periodo en el que no sabremos ni el día de la semana en el que nos despertaremos. Mira por donde, nuestra democracia puede depender de lo que ocurra en la otra orilla, más allá de las Azores: el éxito de la destitución de Trump podría suponer el punto de inflexión necesario para enderezar nuestra curva hacia el abismo. Sobre todo, si los nubarrones sobre la economía se despejaran.

Y Rivera ya solo merece una esquela: intentar superar al PP con la LOREG por medio, para después vivir del incumplimiento a su favor del artículo 14 de la Constitución que implica esa ley, en lugar de exigir su reforma como condición sine qua non durante las negociaciones que mantuvo para las investiduras de Sánchez y Rajoy, ha sido una estrategia suicida porque las ofuscaciones mentales no conocen de siglas ni de tendencias políticas.

A las 13:00 horas del lunes post electoral, el opinador Carlos Segovia acaba de proponer en La Sexta el único pacto posible para los que necesitan seguir convirtiendo Catalunya en su enemigo principal. Descartada la gran coalición, una suma de PSOE + Cs + PRC = 131 escaños, suficientes si en segunda ronda se abstienen el PP y cuatro diputados más, que podrían vender su neutralidad a precio de oro, o de Espada de Damocles permanente sobre la cabeza de Sánchez.

Cualquier otra solución pasa por contar con los catalanes o, lo que es lo mismo, “sit and talk” y quizás, vaciando La Zarzuela.

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