Santander Vaticano lavó más blanco
Dios está de moda. El mundo que creó en siete cabalísticos y fatigantes días se le está desflecando del todo. La cosa pinta fuerte y tiene implicaciones que no se pueden ni imaginar. No digamos los feligreses; esos no se enteran de nada o no se quieren enterar. Les bata con acudir a la llamada.
La espiritualidad no tiene nada que hacer en el Vaticano. Es una esencia que hace mucho que salió huyendo; concretamente, desde que elementos insidiosos como Joseph Ratzinger aniquilaran hasta los cimientos las disposiciones del Concilio Vaticano II y su Teología de la Liberación. Es decir, cuando la jerarquía suprema de la Iglesia católica cruzó la frontera del adiós a los evangelios y afloró el Opus Dei.
Nada de posibles concomitancias con los proletarios del mundo y vade retro a la convergencia con los comunismos y a cualquier modo libertario de vivir. No interesaban los pobres, ni la estrechez de los ojos de las agujas donde no deberían caber los ricos camellos. En el vértice vaticano decidieron que no había eternidad. No existía otro Más Allá que el Más Acá. Así pues, compraron las agujas, los camellos, la Historia Sagrada, los misterios las parábolas, los pecados, los sacramentos, la biblia para hacer marketing. Lo que procedía y procede era detentar el poder en este lado material de la existencia. La alharaca litúrgica es el teatro para revestir el busilis.
Y desde entonces, al igual que el mundo seglar, la Santa Sede es cosa de los bancos y sus marionetas. El Dios de la fe católica hace tiempo que abandonó sus dogmas y se echó, con armas y bagajes, en brazos del Señor del Gran Poder. El Dios del Dinero. El Becerro de Oro. Y preferiblemente, la captación y tráfico de dinero negro de cualquier procedencia. En efecto, nadie ni nada puede lavar más blanco que la cúpula de San Pedro. Eso ha sido así hasta ahora.
Estalló el caso Vatileaks, con mayordomo traidor incluido y en 2010 el Papa Ratzinger hizo una ley exprofeso para prohibir la práctica blanqueadora de capitales. Finalmente ha acabado sustituyendo al hombre del Banco Santander y del Opus en la presidencia del banco Vaticano.
presidente constructor de barcos de guerra
Eran los años 80 y aún no se han extinguido los ecos del escándalo de la logia masónica P2 de Licio Gelli, el IOR gestionado por el cardenal Paul MarkZinkus y el banco Ambrosiano de Roberto Calvi, quien apareció colgado de una soga en un puente londinense.
En 1978 fue hallado muerto en el baño y con gesto convulso el Papa Juan Pablo I. Albino Luciani fue tan inocente que mostró un verdadero interés en limpiar a fondo la casa vaticana, levantando las alfombras donde se se esconden los nidos de reptiles, las intrigas, las mafias, los duelos con pérfidas sonrisas de hiena que esconden las dagas maléficas y los brebajes ponzoñosos. Según parece, en el caso de Luciani bastó una copa de champán que alguien de su confianza le puso en la mano…
Al precavido Papa Beneficio XVI, un temible inquisidor del Santo Oficio antaño, no le ha acompañado la Fuerza. Le ha traicionado el físico, minado por la enfermedad. Es precisa mucha energía para dirigir los intríngulis del imperio católico y la geoestrategia de la fe, acuciada por un Islam empecinado y por los laicismos disolventes, propios de la ciencia y la razón.
Quizá no haya sido miedo sino precaución. Llámalo equis. Algo muy venenoso y monetario sucede bajo la cúpula de San Pedro. Y Beneficio XVI ha preferido no probar la misma medicina que Juan Pablo I. Ha decidido volver a ser el cura Joseph Ratzinger y decidido “esconderse en el mundo”. Allí donde no le encuentren los demonios de las cajas fuertes y los satánicos jerifaltes del clero que quiere dejar atrás.
* Director del desaparecido semanario “La Realidad”