Siria post al-Assad, hacia un futuro incierto

Siria post al-Assad, hacia un futuro incierto

Por Santiago Montag*

“El clima de control del gobierno sobre la situación es sorprendente. Para la sociedad siria es alentador en lo inmediato porque se ha quitado el peso del régimen Assad sobre sus hombros. Pero aún es difícil saber si hubo cambios ideológicos en los nuevos líderes que tienen su pasado en Al Qaeda, sus relaciones con Arabia Saudita y Turquía…”

Ninguna dinastía se sostiene a lo largo del tiempo tras gobernar ocasionando un genocidio contra su población. Los sirios de todas las comunidades del mundo tuvieron sus ojos pegados al televisor mientras se desarrollaba el espectáculo militar de los grupos armados que combatieron contra el régimen de Al Assad durante 14 años de guerra.

Atrincherados en la gobernación de Iblib desde 2018, el Hayat Tahrir al Shams (HTS por sus siglas en árabe) Ejército Nacional Sirio (SNA por sus siglas en inglés) comenzaron a tomar las ciudades sirias de norte a sur, empezando por Alepo, la principal ciudad industrial y capital cultural de Siria. Luego los convoyes comenzaron a movilizarse hacia el sur para dar apoyo a las operaciones coordinadas en Hama y luego en Homs. Las fuerzas del régimen fueron deponiendo armas casi sin resistencia. Luego cayeron las costeras Latakia y Tartus, ambas ciudades bastiones del régimen donde se encuentran las principales bases rusas. Desde el sur se adelantaron del Ahrar al-Sham para entrar en Damasco, la capital.

Aquella oscura madrugada del 8 de diciembre los corazones de los sirios se unieron en un solo latino, Bashar al-Assad estaba acabado. Escapó solo, sano y salvo de Damasco hacia Moscú sin juicio por ser responsable de aniquilar a más de 580 mil personas.

Rusia era su último refugio, ni si quiera la comunidad alauita le dio su apoyo tras décadas de sostener sus designios políticos. Pues había traicionado a toda la nación, la población estaba harta de la corrupción y de que sus hijos mueran en batalla para llenar los bolsillos de un magnate. El derrumbe del régimen estuvo más vinculado a su podredumbre interna, la pérdida de apoyo popular y el desmembramiento de las fuerzas armadas que de las capacidades tácticas y estratégicas de los grupos armados opositores.

Sin embargo, es notoria que la ventana de oportunidad fue única para estas fuerzas militares, teniendo en cuenta que Rusia sigue concentrada en la guerra en Ucrania, e Irán en salvar lo que queda del Hezbollah en Líbano tras la ofensiva de Israel. Mientras tanto, los kurdos de las regiones del norte y noreste pueden dejar de ser una amenaza tras los anuncios de Trump de retirarse de Siria, donde les brindaba apoyo militar.

El paisaje desolador desde Damasco hasta Aleppo, pasando por Hama, Homs e Idlib da una pauta de porqué el régimen se derrumbó. La devastación observable de los enfrentamientos, la artillería y los bombardeos de la aviación rusa de casi 14 años de guerra dejaron la infraestructura obsoleta, el 90 % de la población bajo la línea de pobreza, las casas hechas polvo, el ganado y los cultivos destrozados o contaminados por material tóxico. Con más de siete millones de personas que huyeron de sus hogares la desesperación y el odio hacia el régimen se fue multiplicando y volviendo insostenible.

Los crímenes de guerra que salieron a la luz son siniestros: el levantamiento de fosas comunes, las torturas en las cárceles militares y centros de detención, las fábricas de metanfetaminas (conocidas como Captagon), las detenciones arbitrarias y duraderas por nimiedades en las calles. Fue un largo proceso de socavamiento de las instituciones públicas, privatizaciones salvajes, depredación económica generalizada y fortalecimiento de las milicias en detrimento del ejército. Estos fueron algunos de los pilares de la ruptura entre el régimen y la sociedad civil siria.

Territorio fragmentado

Siria está dividida geográfica, militar y políticamente por un conflicto que duró más de una década. La catástrofe de la pulverización del Estado, combinado con la inestabilidad social, política y económica abre las puertas a reconfiguraciones de poder territoriales internas y externas de todo tipo en un país que vive tensiones históricas desde la caída del Impero Otomano. Esto trae desafíos complejos para el nuevo gobierno que deberá nadar en construir un nuevo balance de poderes territoriales.

En cada ciudad o región se vive un tipo de conflicto diferente, a pesar de la convivencia entre las diversas comunidades religiosas, los liderazgos locales y las facciones políticas explotan estas diferencias el para cumplir sus intereses privados en la lucha por el poder. En el medio de este juego se le suma la lucha del pueblo kurdo por su autodeterminación, donde en las regiones de Rojava y Kobane han logrado establecer una administración autónoma de las Fuerzas Democráticas Sirias basada en principios diferentes a los del gobierno central y diametralmente opuestos a los del HTS. De la misma manera en Sweida con la comunidad drusa donde actualmente tienen un autogobierno expectante en esa ciudad donde existe un movimiento de mujeres consolidado y una identidad única.

Por otro lado, el Estado Islámico controla algunas regiones del este del país además de que muchos de sus militantes se diluyeron entre las nuevas milicias formadas en 2018, como el HTS. Mientras que otras regiones al norte y al sur están a manos de los grupos que integran el SNA como Ahrar al-Sham.

Hasta el momento, tanto el HTS y el Ejército Nacional Sirio, ambas organizaciones heterogéneas, han controlado áreas territoriales pero de carácter homogéneo, es decir de mayoría sunitas, ni densamente poblados como Damasco o Alepo. Está por verse cómo actuarán para dominar el nuevo escenario.

Cambio de táctica política

La heterogeneidad del mapa sirio exige una fuerte adaptación de las organizaciones yihadistas que componen el HTS a las condiciones de un nuevo entorno estratégico local e internacional. Desde el 2018 al establecerse a largo plazo en los territorios de la gobernación de Idlib comenzaron un proceso de desradicalización del discurso tras la ruptura con Al Qaeda y Jabar al Nousra, además de la administración de las instituciones públicas bajo el llamado Gobierno de Salvación Sirio desde brindaban ayuda social a la población desplazada por la guerra y el terremoto del 2023.

El líder máximo del HTS, supo manejar muy bien la ventana de oportunidad para emanar un discurso que calme a las comunidades religiosas cristianas y alauitas, así como evitar fuertes enfrentamientos con los kurdos alepinos. La toma de Alepo fue clave para demostrar la conducta del HTS dando la orden de evitar abusos y saqueos.

Una vez llegados a Damasco tras un efecto dominó de ciudad en ciudad este modus operandi se desarrolló mucho más. El desafío de trasladar la experiencia de Idlib a Damasco, es decir, el cambio de escala de lo local a lo nacional, se presenta en varios niveles de diferente naturaleza. Entre el desarme de las milicias, el control de los liderazgos locales, y evitar una “desbaatización” como en Irak que culminó en una larga guerra y en el surgimiento del Estado Islámico. Por el momento plantean el respeto a las minorías religiosas mostrando gestos simbólicos como las reuniones de Jolani con los representantes de cada comunidad para traer calma. Aunque por abajo ha habido diversas denuncias o situaciones confusas de ataques y tensiones sectarias en ciudades como Homs, Hama, Tartus o Latakia.

Otra de las políticas es reorganizar las fuerzas armadas bajo un acuerdo de integración con los kurdos y las facciones palestinas. El pasado 29 de diciembre, Ahmed Al- Shara, anunció en una entrevista que hay negociaciones para que las fuerzas kurdas se integren a al Ministerio de Defensa sirio y que las Hay’at Tahrir Al-Sham (HTS) se disolverán tras la Conferencia Nacional de Diálogo que donde representantes de todas las comunidades acudirán para discutir un nuevo acuerdo nacional.

Aún no hay claridad sobre el resto de las libertades democráticas. El colapso de las instituciones, las leyes y las normas sociales crean un terreno fértil para que las ideologías y estructuras conservadoras surjan y se consoliden. En los últimos días se conocieron cambios en los planes de estudio de las escuelas en las materias de religión, eliminando o modificando todo aquello relacionado a la multiculturalidad y la multirreligiosidad de Siria.

En cuanto a la situación de las mujeres, también existen interrogantes. Tanto el HTS como el SNA han demostrado su política de restringir las libertades de las mujeres en Idlib y otras regiones. Han impuesto un estricto código de vestimenta, que exige que las mujeres usen prendas religiosas en público como el niqab donde existe la posibilidad de enfrentarse a multas, humillación pública o incluso detención por parte de la policía moral del HTS. Este escenario atemoriza a muchas de las mujeres de otras regiones del país, aunque no está claro si lograrán aplicarlo.

Por otro lado, liderados por Estados Unidos, los países occidentales ya están ejerciendo una intensa presión sobre el nuevo liderazgo sirio para que se amolde a los cánones de las instituciones internacionales, que abandone cualquier orientación de enfrentar a Israel, incluyendo la amenaza de mantener a HTS en la lista de terrorismo a cambio de intactas las asfixiantes sanciones que harían imposible que el país se reconstruya y se recupere de más de una década de guerra civil. En esta línea es que Jolani busca acomodar sus vectores hacia integrarse a los nuevos escenarios.

¿Nuevos horizontes?

El clima de control del gobierno sobre la situación es sorprendente. Para la sociedad siria es alentador en lo inmediato porque se ha quitado el peso del régimen Assad sobre sus hombros. Pero aún es difícil saber si hubo cambios ideológicos en los nuevos líderes que tienen su pasado en Al Qaeda, sus relaciones con Arabia Saudita y Turquía. Por el momento es evidente que apelan al pragmatismo político a través de diversas concesiones para estabilizar el país y sostenerse en el gobierno.

Al Assad tras años de guerra y catástrofes como el Covid-19, la crisis en Líbano en 2019 y el terremoto de 2023 dejó una situación económica catastrófica: recorte de subsidios en los alimentos y combustible, alta inflación, depreciación de la moneda, un 69% de la población viviendo en la pobreza extrema (14,5 millones de sirios). El hambre es una bomba de tiempo en Siria en medio de las nuevas esperanzas.

Los sirios esperan recuperar el empleo, reconstruir sus casas en los suburbios y ciudades convertidas en polvo, pero sobre todo necesitan la posibilidad de soñar con un futuro distinto. El gobierno de Jolani deberá escuchar las renovadas expectativas sirias de un país libre de pensamiento, donde la violencia sectaria quede atrás y encapsulada en los años que duró la guerra. Tras los festejos se esperan cambios inmediatos en la economía y que se respeten las libertades civiles. Será difícil para el nuevo gobierno restringir la sensación de libertad que están experimentando los sirios día a día.

* Periodista argentino especializado en temas internacionales. Desde Damasco para LoQueSomos. Todas la fotografías son obra de Santiago Montag.

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