Slash: Orgy Of The Damned

Slash: Orgy Of The Damned

Por Mariano Muniesa

Ya está en circulación el ESPECTACULAR trabajo que Slash ha hecho de homenaje y reivindicación de sus raíces musicales, el blues. Un excelente disco a cargo de un músico sensacional. ‘Orgy For The Damned’ es un álbum magistral, con una garra y un feeling increíble, versiones maravillosas de clásicos del blues. El disco, creedme, es una joya

Hijo predilecto del blues

Hace tres semanas, con motivo de la crónica de urgencia que envié desde New Orleans con motivo del concierto de los Rolling Stones en el festival de jazz de la ciudad, me pareció que el titular más propio para lo que significó ese show especial de los Stones en un festival de tales características era el de certificar el regreso del grupo a una de las cunas del blues, Bourbon Street. Hoy, tras escuchar esa maravilla musical que el guitarrista de Guns N’Roses ha editado bajo el nombre de “Orgy Of The Damned”, creo que se ha ganado con todo merecimiento el título de hijo predilecto del blues.

Tal vez no sea necesario insistir en ello, pero por si acaso, voy a volver sobre algo que creo que todo el mundo debería conocer sobradamente. El blues no es solo la madre del rock, es la madre de todas las músicas contemporáneas. Tanto si un guitarrista de heavy metal agita sus melenas al ritmo de cualquier frenético riff de Metallica, como si trata de emular a Led Zeppelin o Allman Brothers Band en un grupo de rock retro o incluso si rapea con sus cadenas doradas colgadas al cuello y su camiseta de baloncesto NBA en una calle suburbial mientras uno de sus bros pinta un graffiti en la persiana bajada de cualquier comercio, todo lo que respira, vibra, vive y experimenta musicalmente viene del blues. Del sentimiento desgarrado de desesperanza por la pobreza de los descendientes de los esclavos negros trabajadores en los campos de algodón del sur de los Estados Unidos, de la alegría de disfrutar de una buena noche de sexo o de un buen whisky en los pocos momentos de esparcimiento que aquella miserable vida les dejaba, de ese espíritu de anhelo de libertad y de rebeldía que el blues impregnaba tanto a quienes lo interpretaban como a quienes lo escuchaban.

Por todo ello, que un guitarrista como Slash, fan irredento de los Rolling Stones y Aerosmith, rockero hasta la médula, pero precisamente por ello gran amante y conocedor del blues, haga una suerte de álbum-tributo de versiones a la música madre no es, al menos para mí, una gran sorpresa. Al igual que los Stones, y como ya hizo en gran medida en su primer álbum como Slash´s Snakepit en 1995, “It´s Five O’Clock Somewhere”, regresa en este disco a donde todo comenzó para él: el blues. Covers de blues rindiendo homenaje a aquellas canciones que marcaron su camino. Y el de la mayoría de los prestigiosos colaboradores que se han prestado a compartir con él las canciones que habitan en este disco.Qué Billy Gibbons de ZZ Top se una a Slash en una sensacional versión de “Hoochie Coochie Man”, Gary Clarke Jr. grabe con él un “Crossroads” que estoy seguro habrá encantado al mismísimo Eric Clapton o que Chris Robinson de los Black Crowes haya participado en el cover de “The Pusher” – conocida por la versión que Steppenwolf grabaron del original de Hoyt Axton y que se incluyó en la banda sonora de la película Easy Rider- es lo normal. Son músicos que con matices, vienen de la misma escuela. Añaden un plus de calidad a este disco, pero no de sorpresa. Sí añade en cambio ese factor la participación de Iggy Pop en “Awful Dream”, de Dorothy en “Key To The Highway” o de Demi Lovato en “Papa Was A Rolling Stone”, que además aporta más calidad todavía si cabe al disco.

“Orgy To The Damned” es un álbum de tributo al blues, pero hecho por un guitarrista de hard rock, algo que se percibe claramente en la versión de “Killing Floor” con Brian Johnson de AC/DC, lo cual proporciona a este álbum una seña de identidad muy característica y al tiempo sorprendente. Este cover, que es el principal sencillo editado como adelanto del álbum muestra a Jonna como nunca se le había escuchado antes en AC/DC. Sus hirientes tonos agudos son reemplazados por tonos conmovedores, contaminados de whisky y tabaco, que al escucharlos piensas que Johnson podría tener su propio álbum de blues en algún momento. También hay un lugar como invitado para Steven Tyler de Aerosmith, eso sí, estrictamente como armonicista recordando las épocas más primigenias de la mítica banda de Boston. Las guitarras suenan fuertes, recargadas, incluso heavymetaleras en algunos casos, pero en una inteligente armonía y equilibrio con una sonoridad que transmite y comunica el más puro sentimiento blues, sentido, como decía más arriba, como un canto desgarrado de dolor pero también de alegría.

En el primer caso, quizá la versión de “Stormy Monday” con una excelsa Beth Hart, que ojalá fuera capaz en sus próximos discos de recrear momentos de inspiración como este, es la canción en la que el sentimiento a flor de piel nos lleva a esa dimensión del blues más arraigada en el dolor, pero en “Living To The City”, con Tash Neal podemos escuchar un claro ejemplo de la segunda cara del blues, aun cuando esa canción, que probablemente muchos de ustedes recuerden en la versión grabada por Stevie Wonder en 1972, perteneciera a un disco de Marvin Gaye, “What´s Going On”, no precisamente alegre y en cuyas canciones había auténticos himnos de combate por la lucha contra la discriminación racial en la América de los años 60 y 70.

Dejo casi para el final comentar la que me parece con diferencia la joya más valiosa de la corona de este inagotable tesoro musical: “Born Under A Bad Sign”, otro clásico imprescindible de la historia del blues en el cual pone su sensibilidad, magia e inspiración un músico grande donde los haya: Paul Rodgers, el cantante de Free y Bad Company, cuya privilegiada voz hará disfrutar de un delicioso bocado sonoro a todo aquel que lo escuche. Una delicatessen que hace exactamente ahora 30 años, en agosto de 1994 pude ver y escuchar en el Festival de Woodstock de aquel año, que celebraba el 25 aniversario del original del 69 y en el que apareció Paul Rodgers en solitario, con Slash de invitado sorpresa, meses después de que editara en el otoño de 1993, como hace hoy el guitarrista tocado por su eterno sombrero de copa, otro sensacional álbum de homenaje al eterno genio del blues llamado “Muddy Water Blues: A Tribute to Muddy Waters”. Una masterpiece en la que participaron entre otros Jeff Beck, Jason Bonham, David Gilmour, Buddy Guy, Brian May, Steve Miller, Gary Moore, Trevor Rabin, Richie Sambora, Neal Schon, Brian Setzer y el propio Slash. Ahora, al devolverle el favor, Paul Rodgers ha hecho una de las interpretaciones más memorables de su carrera.

Puede que haya quien eche de menos a Myles Kennedy y sus Conspirators en este álbum; de hecho, ninguno de ellos aparece en ninguna parte, pero Slash no necesita que su banda lo sostenga. De hecho, los ex alumnos de Slash’s Blues Ball Johnny Griparic (bajo) y Teddy Andreadis (teclados) junto con el nuevo recluta Michael Jerome (batería) hacen posible que una banda sólida y solvente le respalde mientras que Mike Clink, quien produjo un álbum llamado “Appetite For Destruction” – les suena ¿verdad? – refuerza aún más la consistencia de este magnífico trabajo.

Rolling Stone en los USA ha definido este disco como un genuino latido del más puro corazón del rock mirando a su cielo. No seré yo quien les lleve la contraria.

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