Soledades cibernéticas

Soledades cibernéticas

Carlos Olalla*. LQS. Diciembre 2019

Las únicas puestas de sol que vemos son las de los fondos de pantalla de nuestros portátiles y nuestros móviles; el sol hace años que dejó de salir en los días de esa vida que hemos transformado en espera, estúpida y desesperada espera

Corren tiempos de soledades cibernéticas, tiempos de inmediatez y superficialidad, tiempos de estulticia sin líbido y sexo castrado. Es grave que hayamos caído en el juego de la prisa y los 280 caracteres, que hayamos permitido que los titulares hayan asesinado a las noticias, la imagen a la palabra y la idiocia al pensamiento. Pero es más grave, mucho más, que hayamos permitido que los me gusta hayan sustituido a los abrazos y las frías pantallas al calor de las miradas. Ya no damos abrazos, difícil recordar cuándo fue el último que nos dieron, aunque imposible olvidar lo que sentimos al recibirlo. Vivimos aislados en una especie de urnas inodoras e intangibles, jaulas invisibles que nos separan de los demás, que nos mantienen alejados de todo y de todos, irrompibles preservativos emocionales que impiden que nuestras emociones puedan llegar a fecundar a los demás, a reproducirse, a dar vida… Y nos contentamos con los sucedáneos de vida que pueblan las redes sociales. Náufragos sin esperanza de rescate ni posibilidad de salvación, nuestras vidas se reducen a deambular como espíritus sin alma por el glacial océano digital de las soledades compartidas. Las únicas puestas de sol que vemos son las de los fondos de pantalla de nuestros portátiles y nuestros móviles; el sol hace años que dejó de salir en los días de esa vida que hemos transformado en espera, estúpida y desesperada espera de los mundos que nos prometen quienes nos robaron el nuestro. Corren tiempos de soledades cibernéticas, el planeta morirá, nosotros lo hicimos hace ya tiempo, demasiado tiempo.


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