Soledades

Soledades

Juan Gabalaui*. LQS. Febrero 2020

En la era de la conectividad estamos más solas que nunca. La soledad es una epidemia mundial que ni de lejos recibe la atención mediática de un coronavirus…

La empresa IBM afirma que los empleados que han utilizado un Mac son más productivos y felices. Son tan felices que muchos de ellos consiguen tratos comerciales más beneficiosos para la empresa. De esta manera la felicidad se conecta [o se pervierte] con los beneficios empresariales. Para subrayar la relación entre felicidad y tecnología se han desarrollado experimentos y estudios que sirven para convencernos de este vínculo tan interesado. Las nuevas tecnologías nos prometen un mundo feliz y no dudan en gastarse dinero para convencernos de que así será. Mientras tanto el número de personas que consumen antidepresivos no deja de crecer en cualquier tecnologizado país occidental. En Estados Unidos 15,5 millones de estadounidenses llevan más de cinco años tomando antidepresivos, el doble que en 2010 y el triple que en el año 2000. En el Estado Español su consumo aumentó en un 200% desde el año 2000 al 2013 y la tercera droga más consumida por detrás del alcohol y el tabaco son los hipnosedantes como el Orfidal, Lexatin o Valium. Algo falla en este mundo feliz.

Esto no es nuevo. En el siglo XIX, el sociólogo y filósofo Emile Durkheim afirmaba que en las sociedades urbanas aumentaba el número de suicidios y de demencia. Existen testimonios anteriores y, por supuesto, posteriores en la línea de Durkheim. Todos ellos ahondan en el hecho de un crecimiento de las patologías relacionadas con la salud mental. En los años 80 del siglo XX había una psicopatología adulta muy diferenciada de la infantil. Existían trastornos que no se aplicaban a los menores de edad porque se consideraba que estaban en una etapa de desarrollo cognitivo y de personalidad. La psicosis, por ejemplo, no se diagnosticaba a los menores de edad. Pero todo cambia. El número de pacientes menores de 20 años medicados con antipsicóticos en EEUU aumentó de 201.000 en 1993 a 1.224.000 en 2002. Un incremento de casi seis veces. Un mayor número de personas necesita tomar alguna medicación para enfrentarse a la vida. Este crecimiento es, hasta el momento, imparable. El futuro, lejos de ser un mundo feliz, se acerca más a la idea de un mundo de gente drogada que alarga una mano en busca de una felicidad que se escurre entre los dedos. Mientras con la otra mano agarra un iphone.

Si no funciona un Mac, se puede conducir un coche que nos lleva a dónde queramos, y nos hace plenamente felices, especialmente si es un BMW, Audi o un Mercedes Benz. Estamos rodeados de objetos que quieren hacernos felices pero nos empeñamos en no serlo. Los mensajes que recibimos es que es culpa nuestra. Algo nos pasa internamente, en nuestra cabeza, que hace que no podamos disfrutar de la vida. Somos un aparato escacharrado. Tendremos que ir a una psicoterapia donde probablemente la psicoterapeuta tenga problemas similares, ocultos bajo el disfraz de la profesionalidad. Es probable que compartamos unos horarios de trabajo que no nos permita estar con nuestras hijas, unas condiciones económicas precarias que a duras penas nos da para pagar los múltiples gastos que tenemos que afrontar cada mes o una incertidumbre laboral que nos desequilibra y nos asusta. Si tienes trabajo porque sino la cosa se complica. La psicología positiva nos dice que a pesar de todo sonriamos. La sonrisa nos da fuerzas para vivir. Eso sí, no nos dice [tampoco la psicoterapeuta] que hagamos la revolución. No vaya a ser que cambiemos las cosas.

En la era de la conectividad estamos más solas que nunca. La soledad es una epidemia mundial que ni de lejos recibe la atención mediática de un coronavirus. En realidad la historia del sistema capitalista es una historia de desconexión. Nos han desconectado progresivamente las unas de las otras. Han reducido el contacto interpersonal, cara a cara, y desincentivado las redes comunitarias. En su sustitución han desarrollado sucedáneos con forma de ordenadores y móviles, además de sistemas políticos e idearios que nos condenan a la individualidad más radical. Han creado una fantasía que consiste en que si estás sentada delante de la pantalla de un ordenador, estás conectada con el mundo y han creado emoticonos con sonrisas y corazones que tiene el mismo efecto en nuestras conexiones neuronales que meter una moneda en una maquina tragaperras y nos toque un premio. Habría que preguntarse por qué en este mundo tan fascinante, desde el punto de vista de los profetas tecnológicos, hay cada vez más personas que se sienten solas, tristes, angustiadas y desesperadas. Estamos viviendo una época disparatada que se desarrolla a una velocidad de vértigo. Es el proceso de construcción de un mundo feliz. El de Aldous Huxley.

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