“Solo los ricos tenían Tamiflú”
Vicente Sanz*. LQSomos. Septiembre 2014
Algunas reflexiones a propósito de las Enfermedades Infecciosas Emergentes.
Solo el azar dispone, que algunos nazcan donde hay cierta abundancia, y otros muchos donde lo que abunda es la escasez más dramática y donde la vida está llena de privaciones desde la concepción hasta la muerte, por eso en un cuento de Galeano cuando un inmigrante que va a partir en su periplo migratorio le reza a su virgencita lo hace diciendo “no te pido que me des, te pido que me pongas donde hay”.
Hoy sabemos de sobra que la salud no depende solo de gérmenes ni de genes. En algunos ámbitos médicos se empieza también a saber que el código postal donde nos toca vivir, es uno de los predictores más consistentes de padecer enfermedades y baja esperanza de vida. Hoy la epidemia que más sufrimiento y muerte causa en el mundo, es la desigualdad, y la mayor parte de los problemas de salud de la gente, tienen que ver con los llamados determinantes: como el acceso al agua potable, la nutrición, la vivienda, la educación, el empleo, los sistemas de protección social, la seguridad, el nivel de pobreza, la exclusión, la desigualdad de género, él acceso a la información, la vulnerabilidad frente al cambio climático etc.
En 2008 una de las conclusiones de la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud, dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afirmaba que: “la nefasta combinación de políticas y normas económicas deficientes y una mala gestión son responsables, en gran medida, de que la mayoría de la población del mundo no goce del grado de buena salud que sería biológicamente posible”.
Y Según la directora general de la OMS, Margaret Chan, “la inequidad sanitaria es verdaderamente una cuestión de vida o muerte”.
Hace unos pocos meses tuve la ocasión de asistir a una jornada que versaba sobre “enfermedades transmitidas por vectores”. En dicha jornada se abordaron algunas enfermedades tan representativas como la Malaria, el Dengue, la enfermedad de Chagas, la fiebre por el virus Chikungunya, y la fiebre Amarilla entre otras. Se habló de enfermedades importadas, de Salud Internacional, de alertas sanitarias y del concepto “Un mundo, una salud” atendiendo a la lógica aplastante de que muchas enfermedades trascienden el concepto de estado-nación e ignoran divisiones políticas y fronterizas. Una característica que comparten con el dinero especulativo que tampoco conoce fronteras en este mundo pequeño y globalizado, dónde existe lo suficiente para satisfacer y atender las necesidades de todos, pero donde no parece que hay bastante para la avaricia de unos pocos.
Como he dicho, en la jornada se habló de las enfermedades trasmitidas por vectores (algunas de las cuales se agrupan dentro de las llamadas fiebres Hemorrágicas virales), y del potencial riesgo de introducción y circulación en nuestro país de algunas de ellas. También se hizo referencia al brote de enfermedad por el virus de Ebola que está afectando desde hace meses al África occidental, a países como Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona, donde el brote ha causado varios centenares de muertos y ha puesto en guardia a países vecinos como Senegal, Costa de Marfil, Nigeria y Mali.
El virus de Ébola (a diferencia de otras fiebres hemorrágicas que se trasmiten por vectores, siendo los mosquitos los más importantes), se transmite por contacto directo con la sangre y los fluidos corporales de las personas, y de los animales infectados; y como la inmensa mayoría de estas llamadas Enfermedades Infecciosas Emergentes en su origen fueron “zoonosis”, o sea enfermedades propias de los animales silvestres ( ya que animales y microorganismos han evolucionado conjuntamente durante siglos en sus ecosistemas) que sufrieron una transición (lo que se llama salto de especie, también el SIDA lo fue), y pasaron a las personas ,a medida que estas invadían sus nichos ecológicos, propagándose luego al resto de la población.
Muchas de estas enfermedades infecciosas emergentes son ancestrales, enemigos antiguos que hoy afectan sobre todo a ciertas regiones del mundo en desarrollo, donde suponen una elevada carga de enfermedad, afectando preferentemente a los más desfavorecidos porque el riesgo para padecerlas se define más por su condición socioeconómica que por la simple geografía, siendo la pobreza la causa subyacente más importante. Enfermedades como el Ebola al igual que otras, no surgen ni se trasmiten solo por azar, y la atención e inquietud que despiertan en los medios y países occidentales, es por su potencial riesgo de difusión y el hecho de carecer algunas de un tratamiento específico y de poseer una alta mortalidad.
No es sino el miedo lo que propone a los otros, la consideración de que un asunto es “emergente/urgente”, sin embargo el hambre en el mundo casi nunca ha supuesto una urgencia mediática, sigue siendo sin más una epidemia invisible e ignorada, no es una enfermedad trasmisible y su tratamiento parece difícil porque solo se trata de un problema político y de justicia social, pero vergonzosamente aun existen 868 millones de personas subnutridas, y ese hambre es causa directa de 1/3 de los 7 millones de muertes infantiles que se producen anualmente y de innumerables secuelas.
Si tuviéramos conciencia de que la salud de los individuos se halla mucho mas protegida cuando se garantiza la salud de toda la comunidad (un mundo, una salud) sabríamos que en ese mundo, al contrario que en el nuestro no podríamos tomar un avión y en pocas horas aterrizar en un país donde la esperanza de vida apenas supera la mitad de la nuestra, y sabríamos también que los remedios debieran ser económicos y políticos más que sanitarios , como bien se puso de manifiesto, pero en papel mojado, en el año 2000 y con la participación de 189 países en Naciones Unidas con la intención de alcanzar los objetivos del Milenio para 2015, aconsejando “reglas de comercio más justas, una ayuda al desarrollo seria, condonación de deuda, transferencia de tecnología y acceso a medicación a precios asequibles”. Pero parece que sigamos pensando que la mortalidad de las enfermedades trasmitidas por el agua es por la falta de antibióticos, y no por carecer de un acceso garantizado a agua potable.
En un artículo de Paul Farmer llamado ““Desigualdades Sociales y Enfermedades Infecciosas Emergentes” (2010), este comprometido antropólogo y medico salubrista americano ya afirmaba que:
“el mundo de los pobres constituye un escondite adecuado para las enfermedades, en especial cuando ellos son segregados social y médicamente de aquellos cuyas muertes podrían ser consideradas como más importantes.”
Y que “Vivimos en un mundo en que las infecciones cruzan con facilidad las fronteras sociales o geográficas, mientras los recursos, incluyendo el conocimiento científico acumulativo, se ven bloqueados en la aduana.”
Es innegable que en las últimas décadas se ha generado riqueza y conocimiento científico y tecnológico, como nunca el mundo antes había conocido, pero también es innegable que la gestión y el buen uso de estos recursos deja mucho que desear, en tanto que al mismo tiempo la desigualdad no ha hecho más que aumentar, una desigualdad que es consecuencia de la aplicación de medidas políticas y económicas que no tienen en cuenta a las personas, una desigualdad que provoca pobreza, amenaza la cohesión social ,socaba los más elementales principios democráticos, dificulta el desarrollo, y afecta muy negativamente a ingreso, salud, educación y nutrición a los más desfavorecidos, provocando mucho dolor y sufrimiento, y diferenciando entre elegidos y excluidos. Estos factores sociales son tan relevantes desde la visión de la salud pública como descifrar el genoma del próximo virus.
Un ejemplo claro de un factor relevante que no se tiene en cuenta a la hora de ver su potencial repercusión en la salud es el fenómeno que se está dando en los últimos años de “acaparamiento de tierras” en países pobres. Los últimos datos hablan de 227 millones de hectáreas la mayoría en África y América del Sur. Muchos países y empresas occidentales, así como inversores europeos, norteamericanos, canadienses, asiáticos, de los estados árabes, sin olvidar los fondos de pensiones, fondos de capital privados, y todo tipo de dinero especulativo, están acaparando tierras, ya se le llama el nuevo expolio de África, para dedicarlas mediante una producción industrial intensiva a monocultivos de alimentos y agro combustibles, como soja, jatrofa, caña de azúcar, palma aceitera e incluso flores ornamentales. La mayor parte de esta producción atiende solo a la necesidad del mundo occidental y sus inversores. Muchas de estas empresas son las que ya controlan el negocio de la cadena alimentaria, mercados de futuros, así como el mercado de las semillas y productos agroquímicos. Un desembarco de dinero tal suele tener gran influencia en los gobiernos y elites locales de países donde la titularidad de la tierra es comunal o pertenece a campesinos que siempre la cultivaron pero sin titularidad sobre ella, y esa influencia llega a marcar las políticas locales de los gobernantes, para así favorecer el acceso a los recursos hídricos que precisan los nuevos latifundios, y proveer las infraestructuras y logística que permita a las empresas una salida fácil del producto hacia sus destinos. No le podemos pedir escrúpulos a esta forma de actuar del Mercado en relación al impacto social, económico y medio-ambiental que supone esta práctica en unos países con hambre crónica, ahora se la llama “inseguridad alimentaria crónica” y donde una gran parte de la población vive de la pequeña agricultura de subsistencia, la ganadería a pequeña escala, de la recolección del bosque y el pastoreo. A este suculento negocio que afecta a grandes extensiones de tierra, que se realiza en nombre del libre mercado y en nombre del desarrollo (para quién?), a veces con la connivencia de organismos internacionales como el Banco Mundial y la FAO (aunque aconseje para las transacciones un código de buenas prácticas a las empresas) no le importa mucho la opinión de la población local, ni los derechos humanos, ni que existan desalojos y desplazamientos masivos de población a veces forzosos, migración desde el mundo rural hacia las ciudades, desestructuración social, deforestación, ni la lucha por la escasez de agua, ni la pérdida de biodiversidad, ni la pérdida del único sustento que tienen para vivir estas poblaciones que de esta forma serán más vulnerables a las enfermedades, cerrando el famoso circulo: pobreza-enfermedad.
Esta es la importancia estratégica que tiene África hoy, luego nos puede alarmar que sus indicadores sanitarios en esperanza de vida, mortalidad materno-infantil y otros, sigan siendo intolerables y redoblaremos esfuerzos para alcanzar los objetivos del milenio.
No sé si existe en el mundo la voluntad ni la sensibilidad adecuadas para afrontar estos problemas y es por eso mismo, por lo que no se si estamos realmente preparados para afrontar una alerta sanitaria de riesgo global por una de estas enfermedades?
No creo que baste para ello solamente, el hecho de contar con sistemas de vigilancia, laboratorios, bancos de sangre, protección de riesgo bilógico, profesionales competentes, protocolos adecuados y alta tecnología sanitaria, creo que se precisa una visión mas integral de los problemas, cuestionarse el modelo causal de las enfermedades, para vislumbrar realidades que se han dejado de lado, en ese modelo causal intervienen otras fuerzas tan relevantes como los patógenos, que afectan a la vulnerabilidad frente a la enfermedad de determinadas poblaciones.
Hace solo unos meses la publicación de un estudio en el British Journal of Medicine, afirmaba que el famoso “tamiflu”, no era más eficaz que el paracetamol para tratar fiebre aviar (2005) y el virus AH1N1 (2009), recuerdo en aquel momento, como de forma muy competitiva los países “pudientes” se peleaban por hacer acopio del mismo. Afortunadamente la alerta quedó solo en eso, y los pobres que no tenían a su disposición el tamiflu no lo echaron de menos. Creo que no hemos cambiado mucho de actitud, que volvería a pasar lo mismo, y es por eso por lo que creo que no estamos bien preparados para afrontar una situación similar a escala global de forma solidaria.
Y también lo creo, porque cuando acudí a la jornada de las “enfermedades trasmitidas por vectores” me reafirme en esta convicción cuando se me ocurrió preguntarle al representante de la Subdirección General de Sanidad Exterior del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, porqué, si estábamos hablando de una salud un mundo, de alertas sanitarias, de nuestra capacidad de vigilancia epidemiológica y sanitaria, de enfermedades infecciosas y movimientos de personas que traspasan fronteras, de que muchas de estas enfermedades potencialmente contagiosas a nivel global encuentran un nicho adecuado para medrar entre los más desfavorecidos, porqué pregunté, se había alejado con medidas disuasorias cuando no excluido de la atención sanitaria una parte importante de la población (inmigrantes y no inmigrantes) con la entrada en vigor del RD 16/2012 y si ello, aparte de los problemas éticos y puramente humanitarios que suscitaba dicha medida, no afectaba también a nuestra capacidad de respuesta ante una contingencia de salud pública como era el tema tratado en la jornada…
Y su respuesta fue: esta pregunta no es pertinente para el tema que tratamos hoy.
Posdata: No sabemos lo que puede acontecer, pero si algo acontece no estemos preocupados, todavía nos quedan muchas remesas de tamiflu en reserva que no gastamos en su día.
* Medico de familia, especialista en enfermedades tropicales
Ilustración: Courrier International
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