Spartacus: otra lectura

Spartacus: otra lectura

Spartacus

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez. LQSomos.

Aunque en la historia del peplum Espartaco (1960) no es, ni mucho menos mejor o cinematográficamente más importante, que otros menos conocidos o recordados que como Cabiria o Sansón y Dalila, que contienen mayor calidad fílmica y fueron más importantes para la evolución del género. Pero con todo resulta que, Espartaco, por una suma de factores bastante heterogéneos ha alcanzado una trascendencia muy por encima de su categoría crítica, que cuenta con no pocos detractores.

Estos factores hacen que sobre ningún otro peplum se haya escrito tanto ni tan variado. Entre unas cosas y otras, Espartaco se ha convertido en una cita obligatoria en todos los –numerosos- estudios monográficos sobre Stanley Kubrick, quien adquirió ulteriormente un controvertido prestigio de “autor”, de “genio” y para el que esta película fue un punto de inflexión decisivo, sin Espartaco al menos habría tardado más en poder realizar proyectos de riesgos como Lolita (en la que aparece una broma sobre el personaje cuando hace decir con ironía a Clare Quilty-Peter Sellers: “Soy Espartaco: liberadme”) o 2001: Una odisea del espacio, donde la única rebelión la protagoniza una máquina.

Aparte de contar con un reparto “de primera”, ha resultado también que algunos de sus protagonistas como Kirk Douglas (El hijo del trapero, Ed. B., Barcelona, 1988) o Laurence Olivier (Laurence Olivier: confesiones de un actor, Planeta, Barcelona, 1984), serían autores de sendas y muy valoradas autobiografías, esto sin contar otros posibles títulos como la biografía de Charles Laughton.

Su historia como película cuenta con dos episodios que forman parte ya de las leyendas del cine, uno fue liberar a Dalton Trumbo de las bochornosas “listas negras”, el otro el diálogo entre Craso y Antoninus sobre los gustos sexuales ambivalentes extraído en el primer montaje, y que sirvió luego para darle más color a su reestreno. Está también su esfuerzo en la reconstrucción histórica, muy valorado entre los profesores de historia, de manera que al menos dos ensayos sobre la relación entre el cine y la historia le dedican sendos capítulos a la película. Javier Coma también la incluye tanto en su Diccionario sobre cien películas míticas, así como en el que dedica al cine de aventuras.

Pero sin duda lo más importante de Espartaco es que resultó una película “revolucionaria”, un salto en la maduración temática del género, dos factores que conectaron plenamente con el clima de radicalización izquierdista ya presente en la hora de su rodaje, y claramente confirmada en la segunda mitad de la época. Un tiempo en el que numerosos espectadores jóvenes ya la había integrado como una particular “cult movies” para numerosos obreros e inconformistas que eran muchachos en la época.

A todo esto, no deja de resultar muy sintomático que después de más de veinte siglos de haber protagonizado la más conocida (pero en absoluto la única, ni tan siquiera la más importante) revuelta de esclavos y campesinos pobres contra Roma, desde –geográfica y socialmente- el propio corazón de esta, el nombre de Espartaco siguiera evocando tantas connotaciones subversivas.

Era un nombre que, por decirlo de alguna manera, sonaba a “comunismo” o a “anarquismo”, y ciertamente, no faltaban motivos. Aparte de que al primer partido comunista alemán se le ocurrió llamarse Liga Espartakus siguiendo las indicaciones de sus míticos fundadores, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, o el hecho de que las Olimpiadas antifascistas de los años treinta se llamaran “espartakiadas” y que entre sus miembros se formaran las primeras Brigadas Internacionales contra el militar-fascismo en España. O más sencillamente que en la prensa obrerista de todo el mundo se utilizaba Espartaco como un apodo de pluma muy común, y su leyenda evocada como ejemplo de que una lucha, aunque en su momento parece tropezar con todos los inconvenientes posibles, comenzando por los drástico límites objetivos de unas condiciones históricas que aceptan la esclavitud como “natural”, como hoy se aceptan los abismos del “Tercer Mundo”, y antaño se aceptaban condiciones obreras de vida y trabajo como las descritas en las novelas de Zola o Dickens.

La “ficha

Spartacus. Año: 1960. Duración: 196 min. País: Estados Unidos
Reparto: Kirk Douglas, Tony Curtis, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton, Jean Simmons,
John Gavin, Nina Foch, Herbert Lom, John Ireland, John Dall, Charles McGraw, Joanna Barnes.
Dirección: Stanley Kubrick. Guion: Dalton Trumbo. Novela: Howard Fast
Música: Alex North. Fotografía: Russell Metty. Bryna Productions, Universal Pictures

Espartaco era un esclavo tracio que fue vendido como gladiador a Léntulo Batiato. En Italia promovió y dirigió la rebelión de los esclavos (73-71 a.C.) contra la República romana. A medida que recorrían el país, innumerables esclavos se iban sumando a la rebelión. Espartaco intentará llegar con su ejército al sur de Italia para poner rumbo a sus hogares.

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