Subconsumo y sobreproducción
Una crítica a Josep Fontana.
Escribo estas líneas de manera precipitada después de asistir a una conferencia magistral de Josep Fontana. Coincido con buena parte de sus aseveraciones y como él, soy de la opinión que no se puede entender la historia sin analizar el conflicto social. Esto me conduce a pensar, como hábilmente nos acaba de explicar, que las concesiones que durante el siglo XX hicieron las clases dominantes no fueron gratuitas: fueron posibles porque los poderosos tenían miedo a la lucha de los explotados. También estoy totalmente de acuerdo en considerar que ahora estamos inmersos en una estrategia del capital a largo plazo, una estrategia que se inició con las políticas neoliberales de los años 70 y en la que últimamente se está profundizando a ritmos forzados.
Tengo pero una crítica que formularle: su análisis de la crisis está muy influido por las teorías subconsumistas y por las opiniones de los economistas keynesianos con más renombre. Encuentro a faltar, en cambio, una explicación de cómo la acumulación de capital y el crédito inciden sobre la marcha del capitalismo y en sus crisis.
La explicación keynesiana del ciclo económico se basa en los "instintos animales" de los empresarios. A veces no invierten su dinero en la economía productiva ni lo destinan al consumo. Esto causa una deficiencia de la demanda agregada y la economía entra entonces en recesión. Además, los keynesianos más progresistas añaden que dado que cada uno de los capitalistas piensa únicamente en sus beneficios, todos quieren a la vez, y a veces lo consiguen, rebajar los salarios dando lugar así a una distribución más injusta de la renta.
El argumento subconsumista es similar: los trabajadores cobran poco y por eso no hay una demanda monetaria suficiente para comprar la totalidad de las mercancías producidas abocándonos con ello a todos a una recesión.
Para los keynesianos, la solución está en las tasas de interés, pero cuando hay una "trampa de liquidez" las reducciones de estas tasas no son suficientes para garantizar que los empresarios inviertan de nuevo. Entonces el gobierno debería intervenir directamente a través de estímulos fiscales, construyendo, por ejemplo, nuevas infraestructuras. Para los subconsumistas la solución se encuentra en el incremento de los salarios reales de los trabajadores.
Marx se situaba siempre del lado de los trabajadores que reivindicaban más salario y mejores condiciones de vida y de trabajo, pero no consideraba el subconsumo como la causa de todas las crisis habidas y por haber. Esto no quiere decir que Marx descartara que en determinadas circunstancias el subconsumo pueda ocasionar una crisis o influir en su desarrollo.
Marx demostró que la ley de Say, según la cual la oferta crea su propia demanda, no se cumple. En esto, como hemos visto más arriba, los keynesianos también coinciden, pero a su manera.
Para entender este embrollo, hay que tener presente que bajo el capitalismo se producen mercancías, o sea, productos destinados a la venta para ser cambiados por dinero. Si el dinero se atesora, entonces las mercancías no se compran. Pero no suelen ser los trabajadores quienes atesoran el dinero, sino que lo atesoran los capitalistas y, como veremos a continuación, la razón de este atesoramiento suele ser una reducción de la tasa de ganancia.
Marx consideraba que la evolución de la tasa de ganancia era uno de los factores más importantes a considerar a la hora de analizar una crisis. Pero ¿por qué cae la tasa de ganancia? ¿Es por qué los trabajadores no cobran lo suficiente y por tanto no pueden comprar los bienes producidos? Debemos recordar que los trabajadores no son los únicos consumidores. Los capitalistas consumen cuando van a comer a restaurantes caros, cuando organizan fiestas,…, o cuando compran joyas, coches de lujo y segundas residencias. También pueden reinvertir sus beneficios y suelen hacerlo de dos maneras: la primera consiste en realizar actividades especulativas comprando inmuebles, acciones en bolsa o deuda pública. La segunda consiste en la compra de más medios de producción, (fábricas, oficinas, hoteles, almacenes,…) y contratando trabajadores para poderlos explotar. Ahora bien, ¿que tiene que ver todo esto con la tasa de ganancia y con la evolución del ciclo económico?
Es evidente que entrar en esta problemática resulta muy complejo y nos exigiría una explicación del libro Tercero de El Capital que ahora no estamos en condiciones de llevar a cabo. En este escrito nos limitaremos a hablar de la relación que existe entre la tasa de ganancia y el endeudamiento.
Cuando las tasas de ganancias son atractivas y el negocio está en auge, no suele ser difícil obtener crédito. Las concesiones del crédito en realidad nos informan de las tasas de ganancia y de la marcha del ciclo económico, ya que la gente y las empresas están comprando no sólo con dinero, sino con el crédito emitido. Esto provoca una burbuja, sobre todo en los precios de activos tales como las acciones y los bienes inmuebles. Es justamente lo que hemos visto en las últimas décadas: cuando los precios de las casas aumentan también aumenta el negocio de la construcción. Cuando aumenta el precio del combustibles también aumentan las inversiones en nuevos pozos de petróleo, y así sucesivamente. En estas condiciones, el crédito permite impulsar la producción, llevarla al mercado, y venderla. Pero a medida que se llega a una saturación de la deuda, los financieros se dan cuenta de que si siguen por este camino no podrán recuperar su dinero y hay una contracción del crédito. Entonces se produce una situación catastrófica que últimamente se ha catalogado como crisis financiera, pero en la que también se pone al descubierto el exceso de producción. A partir de este momento, las altas tasas de ganancias del capital se reducen y algunos activos se devalúan. Esto tiene dos consecuencias sobre los beneficios conseguidos durante el periodo de auge. Una parte de estos beneficios quedan sepultados en las empresas que quiebran y por tanto, estos beneficios se evaporan. Pero la otra parte, y especialmente la de los beneficios que ya tienen forma líquida, se atesora o invierte en nuevas actividades especulativas (deuda pública, por ejemplo).
Como se puede ver, esta teoría de la superproducción es diferente del subconsumismo. Se requiere un dominio teórico sobre el papel del dinero para saber que dinero y crédito son dos cosas diferentes. El dinero es la forma final que toma el valor y detrás del valor está el tiempo de trabajo incorporado en las mercancías. Los créditos, en cambio, suponen un anticipo sobre una futura explotación laboral que aún no se ha realizado. Marx era un maestro en analizar el papel del dinero. Desafortunadamente, muchos marxistas no lo son y por ello caen en la trampa de subconsumo.
Esto, en ningún caso, debe llevarnos a minusvalorar las aportaciones que estas personas hacen en otros temas en los que son unos verdaderos maestros, ni cuestionar su voluntad de poner sus conocimientos a disposición de los trabajadores.