Sube la tensión
El primero de los focos sigue agravándose
Tras el miniacuerdo alcanzado entre republicanos y demócratas (véase nuestro anterior artículo sobre el Precipicio Fiscal) “los Estados Unidos siguen sobre una deuda a punto de estallar”. Lo dice el ex Secretario de Estado Paulson y añade que “nos acercamos a una catástrofe económica”. En efecto, “el recorte” de gastos pactado, una ridícula reducción de 38 mil millones de dólares sobre unos gastos federales de 3,8 billones anuales (por unos ingresos de 2,17 billones), da sólo para unos meses. Esto significa que la deuda nueva generada este año será de algo más de 1,6 billones de dólares.
Para permitir que la deuda total acumulada aumente por encima de su techo actual de 16, 4 billones hace falta un nuevo acuerdo. Los republicanos, para aceptar ese aumento del techo de la deuda, exigen fuertes recortes en gastos sociales (sobre todo en el programa de salud Medicare). De no llegarse a un acuerdo antes de abril, el gobierno no podrá pagar a sus funcionarios y los USA estarán en suspensión de pagos. Dice Paulson que “es imposible predecir el inicio de la crisis, pero tarde o temprano ocurrirá”.
Recordemos que la economía mundial reposa sobre la ficción de que los Bonos del Tesoro USA (y el dólar) son un activo seguro. La retirada de inversores de todo el mundo los haría caer, provocaría un aumento de los tipos de interés y una crisis financiera que dejaría la de Lehman Brothers en 2008 y todo lo ocurrido hasta ahora en una broma.
La geopolítica
Muy ligado a lo anterior, los focos de tensión geopolítica siguen progresando. En Asia se está librando una batalla de consecuencias imprevisibles. Es sabido que China quiere reemplazar (para empezar) a Estados Unidos como potencia hegemónica en el Pacífico. Los enfrentamientos con Japón por las islas Senkaku son el pretexto escogido para aumentar la presión. Mañana puede tratarse de una entrada en Taiwan (caso en el que Japón estaría obligado a intervenir) o cualquier otra excusa.
Estados Unidos podría verse arrastrado a un conflicto, en principio regional, al tener que apoyar a Japón, un país absolutamente en ruina, con la deuda más alta del mundo, que por primera vez desde la II Guerra Mundial ha registrado a finales del 2012 un déficit comercial, y en el que, también en 2012, se han producido más fallecimientos que nacimientos. La situación es tal que al Ministro de Economía no se le ocurre otra “solución” que aconsejar a los mayores “morirse antes” para reducir los gastos del estado.
Oriente Medio sigue en alerta, que pasa a roja tras las elecciones en Israel. Su gobierno tendrá a partir de ahora las manos libres para, si se decide seguir con el plan, incendiar la región.
El fin de la hegemonía estadounidense implicará a lo largo de los próximos años (¿diez, veinte?) una generalización de convulsiones de todo tipo, económicas por supuesto, pero también geopolíticas y conflictos armados (véase lo que ocurre en Mali y, en general en el Sahara y en toda Africa).
Se ha conseguido, a base de inyectar enormes sumas de dinero (deuda), impedir el colapso de la economía mundial, tal y como reconoce la Directora del FMI. Pero la consecuencia ha sido el aumento de todo tipo de tensiones, no su reducción.
No hay manera de saber si la élite de megacorporaciones que gobierna el mundo ha decidido provocar ya el “borrón y cuenta nueva” que necesita el capitalismo ante una montaña de deuda imposible de pagar o si, por el contrario, van a prolongar la situación unos años más, tensando la cuerda en la economía, en los mercados y en la vida de la gente. En ese sentido les recomiendo este artículo de Agustín López. Merece la pena y es el mejor resumen de la situación actual que he leido: To be or not to be: inflación o deflación
Sea lo que sea, lo cierto es que estamos llegando a un momento en que las cosas se van a definir.