Tartufos de trapío y dehesa
Tauromaquia, el embuste como estandarte.
No les sirve una plaza de toros reconvertida en centro comercial. Tampoco les vale como escenario para representaciones teatrales, espectáculos deportivos, conciertos de música o zona para dejar sueltos a los perros. Ni hablar de que se cierren, tampoco de derribarlas aunque no guarden el menor valor arquitectónico. Ni esto, ni lo otro ni lo de más allá. ¿Qué es lo que realmente quieren? Pues que se sigan celebrando en ellas corridas, eso y sólo eso. El resto son capotazos de demagogia y embustes para desviar la atención.
Apelan a la cultura cual Apolos redivivos empuñando la lira y tocados de laurel, sin embargo no les seduce aquella que el valiente Alcalde de Bogotá Gustavo Petro, al que le expreso toda mi admiración desde aquí, pretende ofrecer a los ciudadanos en la arena de la Plaza de Santamaría donde a partir de ahora se derramarán versos, ideas o lágrimas de emoción, pero nunca más la sangre de una criatura torturada. ¿Apolos? Calígulas de puro y reventa.
Echan mano de la pérdida de puestos de trabajo como poseídos por el espíritu de Gandhi tejiendo con su rueca el fin de la miseria humana, pero abominan de la utilización comercial y generadora de un mayor número de empleos como la que se le dio a Las Arenas de Barcelona y acaso sea también el que se le otorgue a La Monumental, a la que una ILP ejemplar construida con el libre apoyo de los ciudadanos arrancó para siempre del siniestro circuito de ruedos consagrados a la violencia con seres vivos. ¿Gandhis? Obiangs de tendido y burladero.
No deja tampoco de sorprender que hablen consternados del gasto público que en indemnizaciones puede suponer el cierre de un albero a la lidia, cuando a la vez no muestran el menor remilgo en exigir que se levanten nuevos cosos, en que se remodelen aquellos que ya existen y, sobre todo, en reclamar mayores partidas económicas de los presupuestos para la tauromaquia. ¿Conciencia de ahorro en gastos evitables o indecencia pancista? Menuda colección de Tartufos de trapío y dehesa que están hechos, supondrían las delicias de Moliere.
¿Llamadas a la libertad? Claro, si nadie os la niega taurófilos, es más, decía Stuart Mill que ésta es esencial para el descubrimiento de la verdad, y es en ese punto cuando tal derecho fundamental se transforma para vosotros en un boomerang. Se os llena la boca con tan magnífica palabra pero si haciendo uso de la misma se determina la abolición en un lugar, entonces interpretáis la ajena como un atentado, un robo o despotismo político. Por supuesto que la del toro a su vida ni la contempláis. Ese manejo de términos vacíos de contenido y el doble rasero deja en evidencia lo que ya sabíamos: vuestras continuas y burdas mentiras, además de que sois tan incapaces de aceptar la evolución ética del hombre como de comprender que se va cerrando el círculo a vuestro alrededor, al igual que ayer ocurrió con los esclavistas de cuyas fuentes bebéis. Y la raza negra no se extinguió ni fue la ruina económica para los blancos como vaticinaban algunos.
Según Sócrates la mentira nunca vive hasta llegar a vieja. La tauromaquia, amparada en ella, no envejecerá mucho más. Evolution, requiem aeternam dona eis… Y con él la superación de sufrimiento atroz para el toro y el envilecimiento para el ser humano, que ya está bien de soportar tanta truculencia e hipocresía. Ya está bien de aguantaros taurinos.