¿Tiene sentido reivindicar a Lenin en el siglo XXI?

¿Tiene sentido reivindicar a Lenin en el siglo XXI?

Por Antoni Puig Solé*.

La situación actual de los comunistas y de las fuerzas de izquierda es ardua, tanto en relación a la valoración del pasado como con relación a la lucha presente

A 100 años de la muerte de Vladímir Illich Uliánov

En lo que se refiere al pasado, se trata de averiguar si nos ofrece o no herramientas para afrontar los problemas actuales. Sin embargo, su evaluación no será la misma si lo que se persigue es trampear la situación a través de supuestas mejoras del sistema capitalista, o si, por el contrario, el objetivo final es la toma del poder por parte del proletariado.

Lo que conocemos como MARXISMO, al principio se presentó con otros apodos. Engels, por ejemplo, en el ANTI-DÜHRING, lo llamó socialismo científico. Pero el propio Engels decidió finamente que el nombre apropiado era MARXISMO y lo hizo en su brillante texto CARLOS MARX (ESBOZO BIOGRÁFICO). De ahí que a veces se diga que Engels inventó de MARXISMO, cuando lo correcto sería, en todo caso, decir que fue el primero que denominó MARXISMO a la teoría científica y revolucionaria al servicio de la emancipación de la clase obrera.

Esto es bueno recordarlo, puesto que asistimos a un intento de enterrar no sólo el MARXISMO-LENINISMO, asociándolo a una cierta instrumentalización que de él hicieron los estados de los antiguos países del “socialismo real” al elevarlo a “ideología de estado”. También se busca enterrar el mismo concepto de MARXISMO y apartar a Engels de Marx e incluso suprimir de la obra de Marx algunas de sus formulaciones, alegando que Engels las exageró o modificó. Con esta pretensión, se da eco a una seria de marxólogos académicos convirtiéndolos en referentes de muchas personas bien intencionadas. Se busca un Marx disociado de las experiencias revolucionarias exitosas (o frustradas) de los siglos XIX y XX, pintándolo como un “sabio” de gabinete, con la coartada de que así se evita ensuciarlo con los errores que en dichos procesos revolucionarios se cometieron.

En 1913 Lenin publicó un opúsculo titulado VICISITUDES HISTÓRICAS DE LA DOCTRINA DE CARLOS MARX, en donde dice que “lo principal de la doctrina de Marx es el haber puesto en claro el papel histórico universal del proletariado como creador de la sociedad socialista”. Lenin tuvo aquí la virtud de resaltar, como hizo antes Engels, que el primer elemento definitorio del MARXISMO es su carácter de clase, su condición de herramienta al servicio de la emancipación de la clase obrera, una herramienta que se mejora con el tiempo.

Cuatro años después, al final de la Primera Guerra Mundial, la Revolución triunfó en Rusia bajo la dirección del Partido Bolchevique, en parte gracias a la exitosa estrategia de Lenin. Desde entonces, el LENINISMO está vinculado al Octubre ruso de 1917 y a su impulso posterior. La Tercera Internacional fue resultado de aquel impulso. Surgió de la quiebra de la Segunda Internacional, para orientar a los marxistas hacia el derrocamiento revolucionario del capitalismo, lo que dio origen a lo que se ha llamado Movimiento Comunista Internacional.

Tras la revolución de Octubre, lo que había sido un movimiento socialista internacional único se desdobló. Los dirigentes de la socialdemocracia habían apoyado la guerra de sus burguesías imperialistas y ya hacía tiempo que ayudaban a sofocar el malestar de la gente y a estabilizar el capitalismo. Desde entonces, la socialdemocracia se ha convertido de facto en el ala reformista del capitalismo y ha condicionado las reformas del sistema a su viabilidad y continuidad. Esto fue lo que obligó a los revolucionarios a organizarse fuera de sus filas, tomando el LENINISMO como bandera.

Organizarse al margen de la socialdemocracia reformista no comportó renunciar a acuerdos puntuales con ella y lo mismo vale para los anarquistas y otras corrientes que en momentos puntuales comparten objetivos con los comunistas. Pero no se trata de compartir una misma organización haciendo un coctel ideológico, sino de tejer alianzas y éstas siempre se edifican “con otros” que tienen otras identidades y otras formas de organización.

Lenin y otros marxistas ya había indicado durante la Primera Guerra Mundial que el principal enemigo era la burguesía imperialista internacional. De ahí que, en algunas ocasiones se haya considerado al LENINISMO como el “MARXISMO de la época de imperialismo”.

Tras la fundación de la Tercera Internacional, la experiencia histórica del movimiento obrero revolucionario se quiso sintetizar con las palabras MARXISMO-LENINISMO. Con ellas no se arrinconaba a otros grandes lideres revolucionarios de talla similar a la de Marx y Lenin, ni se ignoraba el papel de las masas a lo largo de la historia. Todo lo contrario. La obra de Karl Marx y de Lenin, y la de todos sus camaradas, está ligada al desarrollo del proletariado moderno y a su proceso de toma de conciencia de clase. Sin la acción de las masas explotadas, al servicio de las cuales ambos pusieron todas sus fuerzas y toda su inteligencia, no hubieran sido posibles sus impresionantes aportes ni los de todos aquellos que han actuado de conformidad con ellos.

Como hemos visto, una de los argumentos para sugerir el abandono del MARXISMO-LENINISMO, ha sido la supuesta voluntad de desvincular la obra de Marx de lo acaecido en los países del llamado socialismo real. Aquí es importante dejar claro que las relaciones sociales que se desplegaron en aquellos países no fueron simplemente el producto de una teoría o de una ideología a la que dijeron adherirse sus dirigentes. Fue también el resultado de un conjunto de condicionantes y trastornos políticos, con los que toparon aquellos países, incluida una terrible guerra civil primero, una -aún más terrible- Segunda Guerra Mundial y una posterior guerra fría, acompañada de bloqueos que aún prosiguen y que se acentúan en nuestros días.

Es cierto que después de la conquista del poder por los partidos comunistas o por grupos revolucionarios afines a ellos, en varios países, el MARXISMO-LENINISMO fue presentado como instrumento ideológico de legitimación y en ciertas ocasiones permitió ocultar y justificar políticas que resultaron erróneas. Los procesos históricos son demasiado complejos para ser predichos y moldeados sobre la base de una teoría particular y esta teoría, cuando es científica, se depura y se enriquece con la propia práctica, lo que exige aprender de los errores propios y ajenos y exige, a la vez, desarrollar la propia teoría para afrontar situaciones inicialmente no previstas.

El LENINISMO fue, en un primer momento, la forma rusa de desarrollo del MARXISMO, lo que le permitió no sólo entender la realidad particular de Rusia, sino que también le permitió enriquecer el MARXISMO atendiendo estas particularidades y llevando a cabo una revolución proletaria victoriosa, algo antes no visto. De ahí que la primera obligación de los leninistas sea dominar y aplicar los puntos de vista y métodos marxistas para estudiar y resolver los problemas prácticos de la realidad concreta del propio país y elaborar, partiendo de dicha realidad, su estrategia y tácticas revolucionarias y su labor internacionalista. Esto es muy importante, ya que una de las razones del desprestigio del MARXISMO-LENINISMO se debe a que, con frecuencia, muchos supuestos marxistas-leninistas se han dedicado a citar palabras y frases sueltas sin estudiar las particularidades de su país y las del contexto político internacional.

Una lectura cuidadosa de la obra de Lenin permite comprobar la acertada descripción que hace del sistema capitalista y de su desarrollo peculiar en Rusia, el descubrimiento de las particularidades del capitalismo al llegar a la fase imperialista, el vínculo entre las luchas de liberación nacional y la revolución democrática, la preparación teórica y práctica de la clase trabajadora y la teoría para construir el partido proletario, así como la concepción de que las masas deben ser las protagonistas de la revolución, lo que exige tejer las alianzas pertinentes y preparar la insurrección popular.

Aunque en algunos escritos como en «TRES FUENTES Y PARTES INTEGRANTES DEL MARXISMO«, parece que Lenin pensara que la obra de Marx era «completa y acabada», el mismo deshizo esta posible confusión cuando dijo: «No consideramos la teoría de Marx como algo completo e inviolable. Por el contrario, creemos que sólo ha puesto las bases de la ciencia que debe desarrollarse en todas las direcciones, si no queremos ir arrastrándonos por la vida«.(LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL IZQUIERDISMO EN EL COMUNISMO). Con las palabras “completa y acabada” Lenin se refería exclusivamente a las bases científicas del marxismo, a los fundamentos.

Para Lenin la teoría revolucionaria no es pues un dogma y sólo tiene sentido cuando va de la mano de la lucha de masas. Esta concepción lo llevó a la conclusión de que el análisis concreto de la situación concreta es el alma viva del MARXISMO, un análisis que debe superar todo tipo de especulaciones, ya que la política no depende de las intenciones sino de las acciones.

El análisis concreto de la situación concreta es central para decidir las distintas formas de lucha y relacionarlas. Con demasiado frecuencia se ha querido privilegiar una forma de lucha olvidando las otras. Incluso se ha llegado a convertir una forma de lucha como identidad de tal o cual organización política de “izquierdas”. En unos casos ha sido la lucha armada, en otros la desobediencia civil, la lucha electoral, la agitación callejera… o las ocupaciones de espacios abandonados. Lenin, combatió esta anomalía:

“¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las «inventa», sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha. El marxismo no se limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha inventadas por «sistematizadores» de gabinete.(…).

En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa abandonar completamente la posición del marxismo.(LA GUERRA DE GUERRILLAS)

Tristan Tzara y Lenin jugando al ajedrez

Lenin fue cuidadoso con la formación teórica y alertaba del peligro de caer en el empirismo, una desviación en la que caen los oportunistas de todo tipo que se arrastran detrás de los hechos que aparecen en la superficie y que se nos presentan distorsionados desde los medios de comunicación oficiales. “El conocimiento [decía] es el reflejo de la naturaleza por parte del hombre. Pero esto no se produce de una manera simple, inmediata, sin reflexión total”.(MATERIALISMO Y EMPIRIO-CRITICISMO). Para analizar la realidad hay que hacer una serie de abstracciones, tener un patrimonio conceptual, conocer las leyes que caracterizan cada modo de producción, observar las contradicciones sociales y su evolución, etc.

El análisis concreto de la situación concreta también ayuda a corregir los errores. Admitir un error es adecuado para descubrir sus causas y rectificar. “El comportamiento de un partido político ante sus errores es una de las formas más importantes y más seguras para juzgar la seriedad de este partido y la manera en que cumple con sus obligaciones hacia su clase y las masas trabajadoras.”(LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL IZQUIERDISMO EN EL COMUNISMO).

Rigor, seriedad, paciencia, astucia, optimismo y por encima de todo, posicionamiento clasista, son expresiones que resumen la conducta de Lenin. No era, sin embargo, ni un soñado ni un alborotador sectario como estos que se dedican a pasearse por las calles exclusivamente con los suyos, para “lucir paquete”. Sabía que la realidad es independiente de nuestra voluntad, aunque con la acción la podemos modificar, pero para hacerlo debemos analizarla cuidadosamente. He ahí porque daba tanta importancia al análisis y le dedicaba tanto tiempo y energías.

Lenin tuvo la virtud de combatir la degeneración revisionista y el oportunismo que estaban corroyendo al movimiento socialista internacional y convertirse en la fuente principal de desarrollo del MARXISMO auténtico y revolucionario, recuperando no solo la teoría clásica del Marx, sino también incorporando nuevas teorías de validez universal, entre la que ocupó un lugar destacado el estudio del imperialismo y la comprensión del papel relevante que le correspondía jugar a los movimientos de liberación nacional. Esto lo distanció de aquellos que sólo veían la posibilidad de una revolución victoriosa en los países de capitalismo avanzado, países que, por cierto, en la mayoría de casos ya se habían convertido en metrópolis imperialistas.

Vladimir Lenin en 1920

Ahora asistimos a nuevas formas de oportunismo. El abandono del MARXISMO-LENINISMO, o la renuncia del mismo, por parte de la izquierda hoy mayoritaria, ha ido de la mano de una definición genérica con la cual se nos viene a decir que el socialismo se basa únicamente en ideales como la justicia social, mayor igualdad y bienestar, cuando estos son sólo derechos sociales por los que hay que luchar, pero que por sí mismos no desembocan en una revolución socialista. Se trata de concesiones arrancadas a los capitalistas. El MARXISMO-LENINISMO, en cambio, sin renunciar a obtener concesiones de los capitalistas y desarrollando continuamente teorías particulares en la lucha para arrancarlas, se propone, como objetivo irrenunciable, desplazar del poder a los capitalistas. Sólo así se apartarán todas las maldades asociadas al modo de producción capitalista.

Ahora bien, ¿significa esto que al no lograrse aún una verdadera revolución socialista en los países europeos en los que nosotros nos ubicamos, el MARXISMO-LENINISMO ha fracasado o que incluso ha sido derrotado?

Es evidente que los comunistas europeos hemos sido incapaces de llevar al poder a los trabajadores y oprimidos, tal como lo hicieron la Revolución Rusa de 1917, la Revolución China de 1948, la Revolución Cubana de 1959,…. o la heroica resistencia del pueblo de Vietnam en la década de los 70. Es evidente también, que esta incapacidad ha sido perjudicial para los países en los que inicialmente la revolución triunfó, pues al no derrotar a la burguesía de los países que conforman el centro imperialista, este centro imperialista ha podido llevar a cabo una dura batalla económica y militar contra los países que han anhelado construir un futuro comunista y contra los que luchas por su independencia y liberación. Desbaratar esta ofensiva es, precisamente, una de las obligaciones de los comunistas europeos.

Sin embargo, los comunistas europeos también tenemos en nuestro haber una serie de hazañas y experiencias positivas que no deberíamos infravalorar, entre las que ocupa un lugar destacado la memorable lucha antifascista de la que no sólo forman parte las experiencias contradictorias de los frentes populares, sino que también forma parte de ella, la heroica resistencia armada antifascista, dentro de la cual se debe ubicar la lucha partisana.

Oficialmente el LENINISMO fue definido como el MARXISMO de la época del imperialismo, añadiendo que se trataba de la teoría del movimiento de liberación del proletariado, de la teoría y táctica de la dictadura del proletariado, de la teoría de la construcción de la sociedad comunista.

Esta definición guardaba relación con los objetivos perseguidos al fundar la Internacional Comunista, que en un primer momento se proponía llevar acabo la revolución mundial y que fue concebida como el partido dirigente de dicha revolución, dando a los partidos nacionales el carácter de meras secciones locales. Esta pretensión se desvaneció con los fracasos de la revolución húngara de los consejos obreros, de la revolución espartaquista alemana y de la experiencia italiana de los consejos de fábrica, entre otros intentos insurreccionales frustrados. Aquellos fracasos avivaron una terrible represión anti comunista, promovida por la fracción más reaccionaria de la oligarquía financiera e imperialista internacional, que dio lugar al nazi-fascismo y que acabó azuzando la Segunda Guerra Mundial. ¿Ello nos debe llevar a la conclusión de que el Movimiento Comunista, creado con la Tercera Internacional, fue entonces derrotado?

Vladimir Lenin durante una inspección de tropas en 1919

Conseguir tal derrota era, ni más ni menos, lo que perseguía el nazi-fascismo. Sin embargo los hechos nos recuerdan que no lo lograron y quienes finalmente acabaron derrotados fueron los propios nazi-fascistas.

Ni la imposibilidad de llevar a cabo la revolución mundial a comienzos del siglo XX, ni la posterior ofensiva fascista, ni la división del Movimiento Comunista Internacional tras el XX Congreso del PCUS, ni la deriva reformista de los partidos que impulsaron el eurocomunismo,…, ni la caída del Muro de Berlín, han significado la derrota definitiva de MARXISMO-LENINISMO. Han sido acontecimientos dolorosos y que en algunas ocasiones han comportado sangre, muerte y prisión para muchos comunistas. Nada de ello puede ahogar las experiencias exitosas y las luchas heroicas del Movimiento Comunista Internacional que nació tras la Revolución de Octubre y de la que los comunistas actuales nos debemos considerar herederos. La mejor manera de recoger esta herencia es reivindicando el LENINISMO.

La revolución no es un juguete en mano de los comunistas, que se nos pueden quitar cuando fracasamos y que caprichosamente podemos recuperar. Para que sea posible deben darse determinadas condiciones, como Lenin puso de manifiesto en su teoría sobre el eslabón débil de la cadena imperialista:

“A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación revolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos “de arriba”, a una acción histórica independiente.

Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria. Esta situación se dio en 1905 en Rusia y en todas las épocas revolucionarias en Occidente; pero también existió́ en la década del 60 del siglo pasado en Alemania, en 1859-1861 y en 1879-1880 en Rusia, a pesar de lo cual no hubo revolución en esos casos. ¿Por qué́? Porque no toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba enumerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper (o quebrantar) el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, “caerá́” si no se le “hace caer”. (LA BANCARROTA DE LA II INTERNACIONAL).

Lenin no puede dejar de ser un referente para los revolucionarios. Su rigor teórico le permitió analizar de manera concreta y objetiva cada aspecto de la realidad, discutiendo con plena seguridad cada uno de los detalles y afrontando con acierto todas las batallas políticas. Supo responder, pues, a las exigencias de su tiempo. ¡Su obra y su ejemplo también son vitales para responder a las exigencias del nuestro!.

A 100 años de la muerte de Vladímir Illich Uliánov

* Licenciado en Administración y Dirección de Empresa, Técnico Superior en Seguridad. Colabora en distintas páginas digitales. Ha presentado varias ponencias en eventos internacionales. Sus análisis están reflejados en su blog personal.
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