Trauma y terror en el norte de Gaza
Por Ahmed Dremly* y Ahmed Alsammak*
Yehya Qasem estaba cenando con su familia una noche a principios de octubre cuando el sonido inconfundible de los ataques aéreos israelíes atravesó el aire. La serie de los llamados cinturones incendiarios fue tan ensordecedora que su madre y sus hermanos se quedaron paralizados de miedo y se olvidaron de su comida de garbanzos enlatados
Qasem miró por la ventana para ver qué estaba pasando. Su familia estaba preocupada por la posibilidad de que las tropas israelíes entraran en su ciudad de Yabalia esa noche. Tratando de calmarlos, él respondió: “Ya no les queda nada por lo que entrar”.
Desde que Israel lanzó su asalto a Gaza un año antes, el ejército había invadido Yabalia dos veces. “¿Qué les queda por destruir?”, contó en una entrevista reciente, mientras se oían de fondo los ataques de un cuadricóptero israelí.
Resulta que la familia de Qasem tenía razón. Esa noche marcó el inicio del asalto de tierra arrasada de Israel al norte de Gaza, el llamado Plan del General para supuestamente combatir a Hamás mientras se despejaba la zona de sus residentes.
Decenas de familias huyeron inmediatamente de Yabalia. “La gente corría descalza, con un claro horror alojado en el rostro”, dijo Qasem, que tiene 28 años, a The Intercept.
Al principio, su familia se quedó allí, pero a medida que pasaban los días y los bombardeos se hacían más fuertes, su hermano discapacitado, su madre y sus hermanas fueron a la casa de un pariente en la ciudad de Gaza, a casi 5 kilómetros al sur de su ciudad natal. Ya habían perdido a un miembro de la familia, el hermano gemelo de Qasem, en abril. Sin embargo, Qasem decidió quedarse.
Desde el 6 de octubre, el ejército israelí ha combinado su ofensiva terrestre con un asedio casi impenetrable y constantes ataques aéreos, lo que en la práctica ha provocado que la población muera de hambre y que los equipos de rescate y los trabajadores de la salud no puedan hacer su trabajo. Si bien más de la mitad de los 200.000 residentes que quedan en la zona han huido desde octubre, entre 65.000 y 75.000 personas permanecen en el norte, según la UNRWA.
“La implementación del llamado Plan del General y todas las acciones del ejército israelí en el norte de Gaza constituyen crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad”, dijo Yehya Muharab, abogado de derecho internacional. “Esto incluye graves violaciones de las protecciones legales y humanitarias para civiles, hospitales, refugios y poblaciones vulnerables como mujeres y niños”.
El ejército israelí ha matado al menos a 1.800 palestinos en su continuo asalto al norte, dijo Mahmud Basal, portavoz de la Defensa Civil de Gaza. El 23 de octubre, dijo Basal, un avión no tripulado del ejército israelí emitió un mensaje de audio que ordenaba a los equipos de rescate que evacuaran la zona, dejando a un número incalculable de personas atrapadas bajo los escombros o en calles a las que los equipos de defensa civil no pueden llegar.
“Recibimos instrucciones de dejar de responder a los llamamientos de los residentes, de dejar de ejercer nuestra profesión e incluso de abstenernos de conducir nuestros vehículos”, dijo Basal. El ejército ordenó a los trabajadores de rescate que evacuaran a través del Hospital Indonesio, donde los soldados arrestaron a nueve trabajadores. Después de detener sus operaciones de rescate, la defensa civil ha “recibido muchos llamamientos de los residentes bloqueados en el norte para que les envíen comida y agua. Es un desastre horrendo”.
Mientras tanto, los dos hospitales restantes de la zona, Kamal Adwan y Al-Awda, luchan por proseguir con su labor en medio de los bombardeos israelíes y la negativa del ejército a permitir la entrega de suministros médicos y combustible.
“Ni siquiera tenemos una ambulancia para transportar a los heridos de los lugares del desastre”, dijo a The Intercept el Dr. Hussam Abu Safiya, director del Hospital Kamal Adwan. Relató que recibió llamadas de socorro de personas atrapadas bajo los escombros y no pudo enviar a los trabajadores de emergencia para ayudarlos. “Al día siguiente, sus voces se habían ido y se contaban entre los muertos, con sus hogares convertidos en sus tumbas. Esta escena se repite a diario”.
Los pacientes del hospital, tanto niños como adultos, sufren desnutrición y deshidratación, agregó el médico, debido al asedio de Israel. “Cada hora, perdemos pacientes debido a estas graves condiciones”.
El propio Abu Safiya resultó herido en un bombardeo israelí en el Hospital Kamal Adwan el 24 de noviembre. El pasado fin de semana, Abu Safiya informó de que el ejército israelí había vuelto a atacar el hospital. Se niega a abandonar su puesto, decidido a seguir cuidando de los que quedan.
Los supervivientes del continuado ataque de Israel en el norte, tanto si huyeron como si se quedaron, han visto sus vidas marcadas de forma indeleble por nuevos traumas que agravan un año entero de horrores.Amal Almasri acuna a su hija recién nacida, Somod, en un rincón de un aula de una escuela del oeste de la ciudad de Gaza donde se refugia su familia, el 5 de noviembre de 2024. Foto: Ahmed Dremly
Separación familiar
Todo el embarazo de Amal Almasri estuvo definido por el ataque de Israel a Gaza. Incluso después de que su casa en Beit Hanun fuera bombardeada en la primera semana de la guerra, y cuando sus familiares empezaron a trasladarse al sur, su familia desafió las órdenes de evacuación de Israel y se trasladó en su lugar a refugios temporales. Cuando se enteró de que estaba embarazada de tres meses en marzo, ya habían pasado varios meses refugiados en varias escuelas del norte, y la vida en una casa propia era un lejano recuerdo.
La guerra que se desataba a su alrededor hacía que fuera casi imposible para Almasri buscar atención prenatal regular, y mucho menos obtener los nutrientes que necesitaba para cuidar de sí misma y del niño que crecía dentro de ella. “Solo veía a un médico una vez cada cuatro meses”, dijo a The Intercept esta madre de cinco hijos de 30 años. “Padecíamos una hambruna severa, falta de higiene y aguas residuales inundando las calles. Dependíamos de la ayuda alimentaria. A veces solo comíamos cada dos días”.
Después de múltiples intentos fallidos, se puso de parto el 3 de octubre, en medio de un período de bombardeo israelí intensificado que fue precursor del Plan del General.
“Mi rostro estaba pálido debido a la desnutrición”, recordó. La acompañó al hospital una amiga, mientras que su esposo, Yusef Almasri, se quedó en el refugio de la escuela para estar con sus otros hijos. A la mañana siguiente de dar a luz, Amal Almasri regresó a la escuela.
Su bebé recién nacido estaba sano, pero la madre estaba físicamente agotada. La pareja estaba esperando un niño y, como les sorprendió que fuera una niña, no sabían qué nombre ponerle.
Al día siguiente, el ejército israelí comenzó a bombardear intensamente la zona una vez más, mientras los soldados lanzaban una invasión terrestre y sitiaban cuatro escuelas que albergaban a personas desplazadas. Esto continuó durante tres días; el cuarto, el ejército reunió a todos los palestinos en una sola escuela, la de los Almasri, antes de ordenarles que abandonaran la zona.
Las tropas separaron a los hombres y las mujeres. Almasri se movió lentamente, con la esperanza de poder irse con Yusef, pero el ejército lanzó una granada aturdidora al edificio y luego obligó a las mujeres y los niños a evacuar.
“Salí y vi a unos 30 hombres atados”, dijo Almasri. “Había un gran agujero donde [el ejército israelí] había metido a los hombres atándoles los brazos a la espalda y les había vendado los ojos. Mi hija gritó: ‘Mamá, ahí está baba’. Lo vi, pero ni siquiera pude saludarlo. Un soldado me gritó que bajara la mano, así que bajé la mano”.
Su hija de 10 años intentó acercarse a su padre. “Mi hija Handa abandonó el puesto de control”, dijo Almasri. “Quería ir con su padre, pero el soldado levantó su arma y le dijo: “¡Vuelve!”. La niña regresó llorando.
Los soldados ordenaron a las mujeres y los niños que evacuaran hacia el sur. Agotada por el parto, Almasri no tuvo más opción que irse sin su marido.
“Estaba muy fatigada, había dado a luz hacía cuatro días. Perdí la esperanza y tuve que evacuar sin Yusef”, dijo Almasri. Sus hijos también estaban angustiados. “Handa llevaba a su hermano de 4 años, llorando y diciendo: ‘Hemos dejado atrás a baba’. Traté de tranquilizarla, prometiéndole que lo vería pronto. Handa se desplomó de repente debajo de un árbol, diciendo: ‘Mamá, estoy cansada. No puedo seguir. El camino es muy largo. Quiero esperar a baba’. Pero teníamos que seguir adelante”.
Después de unas horas, llegaron a otra escuela en la ciudad de Gaza, donde pasaron la noche en medio de un clima gélido sin mantas. Durante los días siguientes, Almasri intentó repetidamente ponerse en contacto con los hombres que habían estado con su marido, pero sin éxito. El cuarto día, recibió una llamada en la que le decían que Yusef había resultado herido y se encontraba en el Hospital Al-Ahli de la ciudad de Gaza.
“No creí que estuviera vivo hasta que Yusef me llamó. La mayoría de los hombres arrestados fueron asesinados por Israel”, dijo Almasri.
Más tarde, se reunieron en la escuela.
“Usaron a mi marido como escudo humano”, dijo, refiriéndose al ejército israelí. Después de dispararle en la pierna, los soldados lo obligaron a caminar delante de ellos durante su invasión de escuelas y otros lugares. “El ejército le dio algunas órdenes de evacuación para que las entregara al Hospital Kalam Adwan. Lo hizo así y escapó con otra gente”.
Después de su liberación, la pareja decidió un nombre para su hija: Somod, que significa resiliencia.Ramez Abu Nasser muestra un selfi que se tomó con su madre antes de que muriera en un ataque israelí, el 4 de noviembre de 2024. Foto: Ahmed Dremly
La oración final
Durante el primer año de la guerra y a pesar de cinco episodios de desplazamiento, Ramez Abu Nasser y su familia se mantuvieron firmes en el norte de Gaza. Pero cuando los ataques de Israel se intensificaron este otoño, el 5 de octubre decidieron que se había vuelto demasiado peligroso quedarse.
Tuvieron suerte de encontrar un apartamento en el edificio de cuatro pisos de un pariente en la ciudad de Gaza.
Una semana después, rezaron juntos antes de acostarse, como siempre lo hacían. Era la última vez que lo harían.
“Me desperté a las 2 a.m., cubierto de escombros. Abrí los ojos y vi fuego por todas partes, así que los volví a cerrar”, dijo Abu Nasser a The Intercept. En ese momento, conjuró la declaración de fe musulmana. “Comencé a recitar la shahada”.
Un ataque aéreo israelí había alcanzado su edificio sin previo aviso. La familia quedó atrapada bajo los escombros.
“Logré salir de entre los escombros junto con mi hermano Adam, de 11 años. Mi hermano menor, Rayab, de 15 años, murió inmediatamente y quedó atrapado bajo los escombros”, continuó. “Mi otro hermano, Hatem, de 20 años, también quedó atrapado. Escarbé con las manos y le rogué que aguantara. Sus gritos y alaridos ahogados me destrozaron el corazón”.
Abu Nasser también buscaba a sus padres.
“Recordé que mi madre y mi padre estaban en otra habitación. Salí de la casa por una pequeña abertura en la pared y entre por una ventana a la habitación de mis padres”, recordó. “Los oí gritar: ‘Sáquennos de aquí, estamos ahogándonos’. No pude hacer nada. Estaban bajo al menos un metro de escombros”.
Su hermano Fady, de 28 años, que no estaba en el apartamento, corrió a ayudarlos. Los equipos de defensa civil llegaron, pero no tenían casi ningún equipo. De repente, algunas partes del techo volvieron a caer sobre ellos. Durante dos horas, trabajaron para sacar a los miembros de la familia de debajo de los escombros. Esa noche, los padres de Abu Nasser y dos de sus hermanos murieron, mientras que él y otros dos hermanos resultaron heridos.
“Los enterramos en un parque, temporalmente”, dijo Abu Nasser. “Todos los cementerios estaban llenos. Todavía estamos buscando un cementerio para enterrarlos juntos”.
Mientras Hatem se recupera de sus graves heridas, Abu Nasser no le ha comunicado las muertes en la familia.
“Le dije a Hatem: ‘Nuestros padres no pueden visitarte porque nuestra madre tiene una pierna rota y a nuestro padre le duele la espalda’”.
El propio Abu Nasser estaba atormentado por la pérdida. Su rostro estaba pálido y luchaba con las funciones básicas.
“No puedo dormir, comer ni hacer nada. Estoy como ido constantemente”, dijo. “Cuando entro en casa, inconscientemente llamo a mi madre. Me sorprendo cada vez que recuerdo que se ha ido. Era una madre increíble y una amiga cercana”.
Sus padres eran optimistas sobre la posibilidad de reconstruir sus vidas una vez que terminara la guerra. No puede imaginar que, cuando llegue el día, “volveré sin mi madre y los demás”.
Unas semanas después del ataque, Israel atacó la casa de la familia de Abu Nasser, matando a 117 personas. Solo un hombre sobrevivió, y Abu Nasser lo ayudó a enterrar a las víctimas.
“No puedo garantizar que siga con vida ni un minuto”, dijo, con la voz llena de desesperación. “No hay hospitales, ni equipo de rescate, y nadie se preocupa por nosotros. Apelo al mundo para que detenga la guerra”.El abuelo de Hamza, Atiyya, cuida los olivos en el jardín de la familia en Yabalia, en el norte de la Franja de Gaza, en una foto sin fecha de 2017. Foto: Cortesía de Hamza
Asustados y hambrientos
Una de las razones por las que tantas familias se quedaron en el norte de Gaza fue que, simplemente, no tenían otro lugar al que ir. Tal fue el caso de Hamza, un joven de Yabalia que pidió a The Intercept que no publicara su apellido por temores de seguridad. La guerra había pasado factura, y su abuelo Atiyya, de 88 años, estaba gravemente enfermo y sufría de desnutrición causada por el hambre durante más de un año.
“Tenía hipertensión, perdió el apetito y no podía moverse”, dijo Hamza a The Intercept.
“Ni siquiera pudimos evacuarlo porque el sonido de los tanques estaba muy cerca y los drones israelíes (conocidos como cuadricópteros) disparaban constantemente en nuestra calle”.
El 7 de octubre, los bombardeos en su vecindario se intensificaron y Atiyya falleció repentinamente.
“Fue una noche de bombardeos incesantes y dementes. Mi abuelo solía decir: ‘Tengo mucho miedo de los bombardeos’”, dijo Hamza. “Lloramos mucho. Llamamos a la ambulancia, pero nos dijeron que la zona era demasiado peligrosa y que el ejército israelí no les permitía operar en la zona”.
Era demasiado arriesgado para la familia de Hamza salir de la casa para enterrar a Atiyya en un cementerio.
“La única opción era enterrarlo bajo las escaleras de la casa”, contó. “Mi hermano y yo cavamos un hoyo en nuestra casa y lo enterramos allí”.
Al día siguiente, la familia decidió emprender el viaje a la ciudad de Gaza. Viajaron por separado “para que, si algunos de nosotros moríamos, otros pudieran sobrevivir”, dijo Hamza. Fue el primero en irse, armado con una bolsa de comida enlatada que su madre le preparó. Hamza recorrió calles estrechas y finalmente llegó a la casa de su pariente en la ciudad de Gaza. Unas horas más tarde, recibió una llamada telefónica desgarradora.
“Me dijeron que la situación se estaba volviendo demasiado peligrosa”, recordó. “Lloré y deseé no haber cogido nada de la comida enlatada, sabiendo que había tan poca”.
Durante los días siguientes, su familia permaneció asediada, bebiendo agua contaminada y padeciendo los dolores del hambre. Un proyectil israelí alcanzó su casa y su sobrino resultó levemente herido por la metralla.
La familia logró escapar, atravesando un puesto de control militar israelí que separa la ciudad de Gaza del norte. Aunque se han reencontrado, el recuerdo de los últimos días del abuelo todavía sigue presente.
“Mi abuelo murió asustado y hambriento”, dijo Hamza. “Era más viejo que el propio Israel. Fue testigo de la Nakba. Y nos dijo que esta guerra era peor y más brutal que la Nakba”.
* Nota original: Trauma and Terror in the North of Gaza
Traducido por Sinfo Fernández en Voces del Mundo.
Ahmed Dremly es un periodista afincado en Gaza cuyos escritos han aparecido en Middle East Eye, Electronic Intifada, Al-Monitor y otros.
Ahmed Alsammak es un periodista palestino de Gaza que ha cubierto las últimas cuatro guerras israelíes en Gaza y la Gran Marcha del Retorno. Su trabajo ha aparecido en Middle East Eye, The Electronic Intifada, Al-Monitor y otros medios. Actualmente cursa un MBA en Dublín.
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