Trece tesis sobre el Dictado de Bruselas, Grecia y el futuro de Europa
Peter Mertens*. LQSomos. Septiembre 2015
Semanas después del Dictado de Bruselas, ha llegado el momento de hacer un balance preliminar. Es lo que hace Peter Mertens en un artículo en el sitio web dewereldmorgen.be que en cierto sentido podemos ver como una actualización del capítulo “Grecia” de su libro “¿Cómo se atreven? “. El autor resume la situación en trece tesis, con una crítica implacable de la toma del poder por Alemania sobre la zona euro, preparada desde 2011. Pero termina con una nota optimista: “La experiencia griega ha hecho reflexionar a millones de europeos, y eso es algo positivo.”
1. El Dictado de Bruselas volverá como un boomerang sobre la zona euro
El Dictado de Bruselas del 12 de julio, que crucificaba al Gobierno griego tras 17 horas de negociaciones, no ha resuelto nada. Aparte del socialdemócrata Jeroen Dijsselbloem, Ministro de Hacienda de los Países Bajos y del separatista arrepentido, Johan Van Overtveldt (N-VA), ministro de Finanzas de Bélgica, nadie lo duda en Europa.
“El euro nunca se había portado tan bien”, declaró Jeroen Dijsselbloem el 14 de julio en el canal de noticias holandés NOS.[i]Dijsselbloem es el presidente del Eurogrupo, que reúne a los ministros de Finanzas de la zona euro. Su declaración es surrealista, pero esta vanidad puede salir cara hasta para los socialdemócratas holandeses. Tarde o temprano, el Dictado de Bruselas se volverá como un bumerán golpeando la cara de quienes lo diseñaron. El Dictado no resuelve ninguna de las desigualdades estructurales presentes en la zona del euro desde sus inicios. No resuelve nada de la insoportable crisis de la deuda que se crea como consecuencia. No resuelve ninguno de los desequilibrios estructurales de Europa ni la hemorragia interna que sufre el continente. Y, por último, la situación sin salida de Grecia no mejora en nada. El Dictado de Bruselas sólo es una manta colocada sobre un incendio forestal. Tarde o temprano, la manta también arderá.
Algunas malas lenguas dicen que el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble (CDU, Demócrata Cristiano), impuso el Dictado de Bruselas, con todas sus exigencias irreales, para empujar a Grecia fuera del euro. La canciller Ángela Merkel está tratando de acallar esos rumores. De todos modos, el hecho es que la crisis está lejos de haberse resuelto. Será necesario algo más que los 53.300 millones de las últimas semanas, y algo más que los 86 mil millones a los que se refiere el acuerdo. Además, esto se suma a la actual montaña de deuda de Grecia, que asciende a 350 mil millones de euros. Hay que ser un completo idiota para creer que los griegos podrán rembolsar algún día tales cantidades.
“Es un mito que ayudemos a los griegos a través del apoyo financiero. Ni siquiera es una ayuda. La mayoría de los préstamos que vamos a pagar a los griegos deben volver de inmediato a los mismos acreedores para pagar los préstamos más antiguos”, responde el economista Paul De Grauwe. “El acuerdo no va a resolver el problema griego. De hecho empuja al país aún más hacia el precipicio. ¡”[ii]
Al seguir reduciendo el poder adquisitivo de una población empobrecida, y al cerrar todavía más el grifo del presupuesto de Grecia, la economía se hundirá más hondo en la recesión. Según el Dictado, el presupuesto de Grecia debería presentar durante algunas décadas un superávit primario del 3,5%. Este es un objetivo completamente inalcanzable. Junto a esto, el país debería obtener 50.000 millones de euros gracias a la venta forzosa de prácticamente toda la riqueza que el país todavía tiene. Esto también es irrealizable. En 2011 la troika ya había exigido el mismo requisito, pero desde entonces la venta de las joyas de Grecia apenas ha aportado 3.200 millones de euros. Si los griegos no logran ese objetivo, algo que sin duda va a pasar, los adalides de la disciplina dirán que los griegos no pueden o no quieren respetar la estricta disciplina presupuestaria.
Es lo que sucedió con el primer plan de rescate de 109.000 millones de euros, que se acompañaba de medidas drásticas. Según las previsiones de la Troika la economía de Grecia experimentaría sólo una contracción limitada, seguida de un rápido crecimiento. Todo el mundo sabe cuál fue el resultado. La economía se hundió en una depresión más profunda, los plazos de los préstamos tuvieron que posponerse y se necesitó un segundo paquete de ayuda de 130.000 millones de euros. De ese dinero, el 90% hizo un cambio de sentido como si hubiese una rotonda en la Acrópolis para volver a los mismos prestamistas en el centro de Europa. La población griega ha pagado el precio con una grave crisis humanitaria: 1,5 millones de desempleados, tres millones de personas por debajo del umbral de la pobreza, un tercio de la población sin seguridad social y sin acceso a un seguro de salud. Con estas duras políticas de austeridad, los niños cierran los ojos en clase porque están hambrientos, hay padres que entregan a sus hijos a orfanatos porque ya no los pueden mantener y vuelven enfermedades del pasado, como la tuberculosis. El Dictado de Bruselas impone todavía más medidas del estilo, con la esperanza ilusoria de que la receta acabe funcionando algún día. “Locura es hacer lo mismo y esperar un resultado diferente”, habría dicho Einstein. Esto es precisamente lo que hace el establishment europeo.
Cuando se haga evidente que los griegos no podrán cumplir con los requisitos demenciales, tendremos un nuevo episodio de consultas de crisis, con requisitos todavía más impactantes, hasta que Grecia sea expulsada del euro. U obligada a abandonar el euro “por su propia iniciativa”. Cuando llegue ese momento, se verá claramente que la pertenencia al euro es reversible, la zona del euro apenas será una unión monetaria defectuosa sin transferencias fiscales ni estructuras democráticas. Una zona dominada por un solo Estado, Alemania, y con una religión, el “ordoliberalismo”, la variante alemana del neoliberalismo.
2. Esta Europa exige a un Estado miembro enterrar a su propio Parlamento
Atenas está bajo tutela. El Gobierno debe recibir luz verde por parte del FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo – la Troika – antes de presentar al Parlamento cualquier proyecto de ley o antes de consultar a la sociedad civil. Está escrito en las conclusiones finales del Dictado de Bruselas. El gobierno griego se vio obligado a aprobar el miércoles 15 de julio una primera serie de dictados y una segunda tanda el miércoles 22 de julio. El Parlamento se ve reducido a una institución colonial que debe ejecutar las resoluciones redactadas fuera de Grecia. Algo que sucede en los procedimientos fast track –de la vía rápida-, en los que los parlamentarios sólo cuentan con unas pocas horas para votar las nuevas leyes.
Durante la votación del 15 de julio, la Presidenta del Parlamento, Zoi Konstantopoulou, hizo un llamamiento a resistir al chantaje: “Esta noche es una jornada negra para la democracia en Grecia y Europa. Pero también es un día negro para el Parlamento griego, ya que, por medio de un chantaje descarado de la Unión Europea, en primer lugar al gobierno, y a todos los diputados después, este Parlamento se reúne para ratificar en dos horas y treinta minutos, y sin debate de fondo, el funeral de su propia función, así como el abandono de la soberanía nacional y la hipoteca de la riqueza pública. Y no hay ninguna duda de que si este chantaje se ratifica esta noche, nada va a evitar su repetición. No sólo con nosotros, sino con otros pueblos y otros gobiernos”.[iii] Esfuerzo inútil. Bajo la presión de los prestamistas extranjeros, el Parlamento griego aprobó las leyes.
“La palabra “dictado” hasta es un eufemismo, era un auto judicial”[iv], escribe el periodista Paul Goossens. Imaginemos que se obligue al gobierno belga a vender los puertos de Amberes, Zeebrugge y Gante. Sin más, simplemente. En el mercado. Al mejor postor. Y además el aeropuerto de Zaventem, la SNCB y todo el suministro de agua. Imaginemos que se imponga a Bélgica que toda esta subasta pública deba aportar obligatoriamente 50 mil millones de euros. Y que el dinero de esta venta forzosa deba ir a un fondo en Luxemburgo. De manera que la mitad pueda ser utilizada para pagar a los prestamistas, y una cuarta parte para recapitalizar los bancos del país. No sólo los trabajadores portuarios de Amberes, Brujas y Gante, sino todo el país estaría patas arriba. Y sin embargo, este es el dictado que Bruselas impuso a Grecia.
En estos tiempos de política de self-service descarado, ya escribí acerca de la participación de Guy Verhofstad –Ndt: el presidente de los liberales en el Parlamento Europeno- en el holding Sofina, que está directamente implicado en la privatización del agua en Salónica en Grecia a través de Suez Environnement. Pero esto no es todo. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, también está implicado. En el texto original del Dictado de Bruselas, se pretendía que los recursos obtenidos gracias a la venta forzosa de Grecia fuesen administrados en Luxemburgo por un fondo controlado por Schäuble. Al final, Tsipras fue capaz de eliminar este requisito del Dictado, pero el fondo que se encargará de la expropiación de la riqueza pública queda totalmente bajo el control de la Troika, independientemente de la ubicación de su sede.
Esto es lo que los economistas llaman fire sale: una venta en situación de bancarrota. Su carácter forzoso se traducirá en que las riquezas griegas se vendan por 4 migajas, muy por debajo del valor de mercado. Y por tanto numerosos buitres ya están sobrevolando la Acrópolis, con la esperanza de lograr las mejores tajadas de un país en descomposición. Por los puertos de Salónica y El Pireo, ya se muestran interesados empresas de Dinamarca, China y Filipinas. El gestor de la red eléctrica griego, ADMIE, está en el objetivo de Bélgica, Italia y China. La empresa alemana Fraport está a punto de obtener el control de más de catorce aeropuertos griegos, especialmente los de los destinos turísticos. Y la rusa Gazprom es bastante interesada en la empresa petrolera ELPE. Poner en venta forzosa los bienes que interesan a las empresas extranjeras y liquidar aquello que compite con estos mismos grupos, esto es sencillamente una política colonial.
Incluso las islas griegas están en venta. En el prestigioso sitio web financiero alemán www.finanzen100.de, al menos once islas griegas aparecen en venta bajo el título: “Estas once islas griegas, ahora se pueden comprar por un mendrugo de pan.” Hacerse con la propiedad privada de la isla Nafsikacuesta 6,9 millones. Ya se puede comprar la pequeña Lihnari por 3 millones de euros. Por Omfori por contra, se piden 50 millones de euros. Der Spiegel informa que el multimillonario Warren Buffett está interesado en una isla en el mar Egeo. “Tiene un don para los negocios. Se trata de la isla Agios Thomas. El precio de compra ascendería a 15 millones de euros “[v], escribe el periódico.
3. Grecia no es Ucrania
Cuatro días después del Dictado de Bruselas, Berlín recibió una sorprendente “visita de crisis” del Ministro de Hacienda de los Estados Unidos, Jack Lew. El sitio web Deutsche Wirtschafts Nachrichten escribe: “Esta sorprendente intervención de crisis estadounidenses bien puede ser más importante que todas las reuniones de crisis europeas juntas. Los estadounidenses están preocupados por los acontecimientos en Europa. Ven claramente que en caso de crack de Grecia, el futuro de la OTAN en Europa estaría en peligro. No se trata sólo del flanco sur de Europa. Se trata de que partidos de extrema derecha, partidos anti-europeos y partidos de la izquierda contestataria podrían inclinar la balanza de poder en Europa. Todas estas fuerzas son anti-estadounidenses y anti-OTAN.”[vi]
Los Estados Unidos razonan de manera geoestratégica. Grecia está en la encrucijada de tres continentes. Siempre ha sido un fiel aliado de la OTAN. Es de suma importancia ahora que la OTAN y los estrategas americanos ponen mucha atención en el Norte de África, Oriente Medio, Irán, los Balcanes, Ucrania, Rusia y otros países de Europa del Este. Washington quiere evitar que Atenas caiga en la esfera de influencia de Rusia. No es ningún secreto que Washington tiene una voz decisiva en el Fondo Monetario Internacional (FMI), uno de los tres miembros de la Troika. Washington utilizó su influencia para obligar a los socios de la Troika a tener cierta indulgencia con Atenas. No por razones humanitarias, sino geoestratégicas.
Y en virtud de consideraciones geoestratégicas similares, Ucrania ha recibido recientemente un alivio sustancial de su deuda. Este país es diez veces más corrupto, inestables y oligárquico que Grecia y tiene importantes fuerzas de extrema derecha nauseabunda. Aún así, Ucrania ha recibido del FMI una condonación de deuda de préstamos antiguos de 13.500 y 18.500 millones de euros así como un nuevo préstamo de 36.100 millones de euros. Pero esta vez, sin portadas cargadas de odio del periódico alemán Bild o del holandés Telegraaf sobre ucranianos “corruptos hasta la médula e increíblemente derrochadores”. Algo que, literalmente, se podía leer sobre los griegos. No sólo el Bild, también el periódico Die Zeit abría su portada con la “la cultura enemiga del esfuerzo” que supuestamente reina en Grecia. Nada sobre Ucrania. Nada. Parece que nadie haya encontrado interesante la condonación de miles de millones de euros de deuda a Ucrania, ni tampoco los 36.000 millones de ayuda. Aunque todo el mundo sabe que las posibilidades de que se reembolse este préstamo son prácticamente nulas. Dos pesos y dos medidas. ¿Por qué? “It´s the politics, stupid.” Es un asunto político, no económico. Se prefiere apoyar a un régimen de extrema derecha oligárquico que defiende “nuestros” intereses a concluir un acuerdo con un Estado miembro de Europa que se atreva a cuestionar “nuestra” política.
Lo que se le permitió a la corrupta Ucrania estaba prohibido para Grecia. A pesar de la fuerte presión de Washington. El ministro americano Lew todavía advirtió hace unas semanas que un crack de Grecia podría costar a la economía mundial cientos de miles de millones. Obama comunicó esta preocupación a Merkel más de una vez por teléfono. Pero no obtuvo ninguna concesión concreta. El Deutsche Wirtschafts Nachrichten escribe: “Los estadounidenses saben que el problema del Grexit sólo se puede resolver con un alivio de la deuda. Washington ha tratado de que se asumiese esta idea antes de la cumbre de la UE. El FMI, en manos estadounidenses, dijo que es necesario conceder a Grecia mucho más dinero, y más alivio de la deuda. Hoy el FMI se expresa de nuevo y vuelve a poner el alivio de la deuda encima de la mesa. La advertencia se da en una redacción mucho más dura: el alivio de la deuda debe ir “mucho más allá de lo que la zona euro está dispuesto a aceptar hasta ahora.”[vii] ”
El nuevo informe publicado por el FMI el 14 de julio debe ser leído políticamente, pero no deja de ser interesante.[viii] El informe afirma que la deuda griega es insostenible. Algo que dice de manera muy clara desde la primera línea. Sin aliviar seriamente la deuda, no hay solución posible. Es lo que el gobierno griego ha dicho desde el principio. En segundo lugar, sostiene que el acuerdo (es decir, el dictado) sólo agravará la situación. En dos años, la deuda será dos veces mayor que toda la economía griega. En este contexto, las nuevas medidas de ahorro (las exigencias de reducir las pensiones y aumentar el IVA) son imposibles y contra productivas, se puede leer entre líneas en el informe del FMI. En tercer lugar, también se lee que las cifras de la Unión Europea sobre la deuda griega, los objetivos de los excedentes presupuestarios y las privatizaciones que se incluyen en el dictado de Bruselas son fantasías irrealizables. Lo que significa que no son objetivos económicos, sino políticos. Por último, el FMI insiste en que la decisión del Banco Central Europeo de secar los bancos griegos cuesta un montón de dinero a toda Europa. Los líderes de la zona del euro ya conocían este informe crítico el domingo por la noche, antes de comenzar su maratón de negociación. Solo vieron la dimensión política del informe y no las graves advertencias económicas. Al no tomar en cuenta el informe del FMI, Berlín también envía un mensaje a Washington: la Unión Europea está bajo dirección alemana.
4. La Unión Europea oficial se ha convertido en la UE condicional
Por los bares de Irlanda corre un nuevo chiste: “¿Cuál es la diferencia entre la mafia y los actuales líderes europeos? La mafia te hace “una oferta que no podrás rechazar.” Mientras que los líderes de la Unión Europea te hacen una oferta que no puedes ni rechazar ni aceptar, a menos que quieras autodestruirte.”
“Para ser honestos: la Unión Europea no se convirtió ayer mismo en un lugar inhóspito para los progresistas. En realidad, siempre lo ha sido. Sólo que ahora, desde la crisis, se hace aún más evidente y algunos se dan cuenta por primera vez. Desde el principio, la Unión Europea es en esencia un proyecto liberal”[ix], escribe el profesor de Estudios Europeos Ferdi De Ville en Knack. Y es verdad. La Unión Europea fue creada por los grupos de interés más grandes y poderosos del continente para poder competir mejor con los EE.UU. y Japón. Entre bastidores, la unificación recibió el apoyo de poderosos grupos de presión como la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT). Aunque esta mesa redonda sólo reúne a cincuenta miembros, estos cincuenta representan un volumen de negocio de miles de millones de euros y emplean a 6,6 millones de trabajadores. La Mesa Redonda Europea dicta en 1980 el proyecto de mercado único de 1992. Preconiza la moneda única con estrictos criterios de convergencia, la conocida como norma de Maastricht. A principios de 2002, plantea las bases de la siguiente fase: la gobernanza económica, una autoridad altamente centralizada que pilote toda la política económica.
Mientras detrás de bambalinas la Unión Europea era concebida como un proyecto para la competencia, en el escenario se sucedían las declaraciones altisonantes sobre la “Europa social”. La Unión Europea se basaría en tres principios respetables. El primer principio es que el proceso de integración europea sería consensuado, basado en la igualdad de los socios. Un segundo principio era que no podíamos volver hacia atrás en las etapas que conducen a la integración europea. Un tercer principio, tácito, implicaba que Alemania se moderase, a cambio del enorme regalo de la recuperación que los otros países europeos le habían ofrecido después de la barbarie nazi devastadora de la Alemania de Hitler. El dictado de Bruselas ha invalidado estos principios de la Unión Europea.
La soberanía griega ya no existe. “El monte de piedad de Europa se hizo cargo del Estado conocido anteriormente como Grecia”[x]escribe Tine Peeters en De Morgen. Amenazando a los votantes griegos, cerrando los bancos griegos durante semanas, practicando la tortura del “ahogamiento mental” y poniendo la pistola sobre la cabeza de los griegos para imponerles un dictado humillante, cualquier noción de igualdad se ha vuelto imposible. De esta manera Europa pisotea su primer principio y ancla un nuevo concepto en los cimientos de Europa: un Estado miembro puede ser aplastado si no marcha al son de la política alemana de rigor monetario.
El segundo principio también se ha ido por el desagüe. La amenaza de Wolfgang Schäuble, apoyado en por momentos por el líder del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) Sigmar Gabriel, de expulsar a Grecia de la zona euro, terminó con la irreversibilidad de la adhesión a Europa. Aunque esta amenaza no se haya aplicado (aún), el hecho de que haya sido aceptada como una opción significa que de aquí en adelante cualquier etapa en la Unión Europea es condicional. Ángela Merkel y François Hollande pueden seguir protestando sobre la inutilidad de un plan B, pero ha quedado claro que si un país no cumple con la religión del presupuesto haría bien en ir preparando un plan B. La UE oficial se ha convertido la UE condicional. El economista estadounidense Paul Krugman llama al Dictado de Bruselas “una traición grotesca de todo lo que el proyecto europeo se suponía que representa.” Krugman escribe: “la economía casi se han convertido en secundaria. Pero aun así, seamos claros: lo que hemos aprendido estas últimas semanas es que ser un miembro de la zona euro significa que los acreedores pueden destruir su economía si se sale del redil. “[xi]
5. Algunas fuerzas quieren una ruptura entre un núcleo de Europa y la Europa de los vasallos
El ejemplo griego demuestra claramente que la adhesión al club europeo no es suficiente y es posible expulsar un Estado miembro de su propia unión monetaria. El primero en la lista es Italia. La semana pasada, el diario financiero alemán Handelsblatt lanzó la señal con un largo artículo bajo un titular en negrita “Italia es Grecia tamaño XXL.”[xii] Italia es Grecia al cuadrado. Desde el comienzo de la crisis en 2008, la producción industrial se redujo en una cuarta parte. El ingreso per cápita ha alcanzado su nivel más bajo desde 1997. El desempleo se ha duplicado. La tercera mayor economía de la zona euro no crece desde hace catorce trimestres consecutivos. La productividad del trabajo es menor que en el momento de la introducción del euro. En mayo de 2015, Italia añadió 23 mil millones de deuda. La deuda total de Italia asciende a casi 2.2 billones; un 135% del PIB.
No es una buena noticia, pero muestra el fracaso de la política europea de austeridad. No sólo en Italia. Nuestro país ha visto como aumenta su deuda nacional a casi 448.000 millones, el 111% del PIB. Los franceses están en números rojos por 2 billones de euros, lo que equivale a 97,5% del PIB. Todo esto está bien lejos del límite máximo de deuda del 60% del PIB, tal y como se escribe en el Pacto presupuestario de 2013 (ver más abajo).
Sin embargo, Italia está en la línea de fuego. Esto por supuesto está relacionado con el billón de euros que el Banco Central Europeo ha gastado estos 2 últimos años en comprar bonos del gobierno de Italia y España. Es una cantidad gigantesca. Pero hay más. La concepción del futuro de Europa del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble. Schäuble desarrolló a mediados de la década de 1990 el concepto de un núcleo de Europa, en el que un “centro fuerte” alrededor de Alemania establece un pequeño “núcleo” integrado en la UE, que no sólo mantiene la unidad, si no que define la política a llevar a cabo. En 1994, se elaboró un plan maestro bajo el título “Überlegungen zur europäischen Politik”. Lo que significa: “reflexiones sobre la política europea.”[xiii] Según Schäuble, Alemania, Francia, Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos formaban el “núcleo” de la integración europea, con el eje franco-alemán como motor. Para Schäuble, el euro debe constituir el núcleo duro de Europa. La moneda común debería ser atesorada por un pequeño grupo de países. Alrededor de este núcleo, se podría construir una Unión Europea más amplia. En la visión de Schäuble, Grecia no pertenece a este núcleo de Europa. Esto también explica su postura firme durante la crisis y su postura pública de prohibir el euro del país del mar Egeo. Pero en la visión del Dr. Schäuble, Italia tampoco pertenece a esta Europa del núcleo. Y por lo tanto tampoco a la zona euro. Esto hace de la tercera mayor economía de la zona euro una posible presa de la línea dura de Berlín.
Algunas fuerzas defienden abiertamente la división de un núcleo de Europa por un lado y una Europa de los vasallos por otro. Su visión es la de una Europa a la medida de las autoridades financieras de Frankfurt y la gran industria alemana, complementada por los países que proporcionan ciertas funciones en la cadena de montaje industrial transfronteriza.
El dictado de Bruselas ha hecho explícito a Roma y Madrid que en última instancia Berlín decidirá quién puede pertenecer al núcleo de Europa y quién será confinada a la zona de los vasallos. También es una advertencia a París. El sitio web German Foreign Policy da la palabra a una colaboradora de la Cancillería Federal que da un toque de atención a Francia porque París pretende ser algo más que el socio menor de Alemania. Francia debe “renunciar a la mayor brevedad posible a la orientación de perfilarse a sí misma como una nación en detrimento de su socio más cercano”[xiv], según la colaboradora. Alemania decide, Francia está autorizada a echar una mano. Todo esto, por supuesto, no tiene nada que ver con una Europa democrática y solidaria.
6. El euro habla alemán desde el principio
“Es como si hubiera habido una orden judicial alemana que todo el mundo tenía que tragar, pero eso es absolutamente falso”, dijo el ministro de Finanzas belga Johan Van Overtveldt (N-VA) después del Dictado de Bruselas. Era el único político u observador que no había visto la “orden alemana”. Estuvo en todas las reuniones de los ministros de Finanzas de la UE, pero no vio una toma de control de Alemania. Algo que si vio el periódico financiero De Tijd bajo el título “Europa pertenece a Alemania”. Bart Haeck, quien difícilmente puede ser sospechoso de tener simpatías izquierdistas, dijo sin rodeos: “Ayer en la madrugada, todos nos despertamos en una Europa diferente. Sin embargo, quizá no seamos plenamente conscientes. La posición dominante que ya tiene desde hace años en Europa, Merkel la ejerce ahora formalmente. La unión monetaria, pero también la Unión Europea, se han convertido más que nunca en una unión alemana en la que Merkel sostiene el cetro. “[xv]
Dónde Van Overtveldt niega fríamente la toma del poder alemán, Bart Haeck habla de un “dictado alemán”: “Este dictado alemán es precisamente el cambio del fin de semana pasado, que será crucial en los próximos años. Merkel salió de las sombras en las que se confinaban sus antecesores y tomó ella sola el timón de Europa. La dominación alemana siempre ha existido, pero Berlín nunca quiso caer en la trampa de mostrarla explícitamente.” La imposición abierta de Alemania en realidad es el cambio en la política de la UE y que nuestro Ministro de Hacienda no lo quiera ver le hace ciego o incompetente.
La toma del poder alemana sobre la zona euro no cae del cielo. No es un golpe inesperado, sino el resultado de una política que viene de muchos años atrás. La radicalización de la política económica alemana ocurre tras la caída del Muro. La radicalización está estrechamente vinculada a la expansión territorial de la base económica de Alemania debido a la reunificación. Los franceses, entre otros, permitieron la reunificación de Alemania bajo la condición de que el entonces canciller Helmut Kohl aceptase el establecimiento de una moneda única europea, el euro. Pero lo que a menudo se olvida, son las condiciones que Alemania impuso al euro. Alemania llevaría la voz cantante: debería haber un Banco Central Europeo “independiente” en basado en el modelo del Bundesbank, la lucha contra la inflación se convertiría en una obsesión, mucho más importante que la lucha contra el desempleo, y no se podrían aceptar transferencias financieras entre los países exportadores fuertes e importadores débiles. Desde el nacimiento, el euro se ajustó a la moneda más fuerte, el marco alemán. “El Bundesbank ha hecho de la moneda más fuerte el verdadero valor de referencia “, dijo Karl Otto Pöhl, el ex presidente del Bundesbank. “El euro habla alemán”, declaró el ministro de Finanzas alemán Theo Waigel antes incluso de la introducción de la moneda única en 1998. No se puede decir mejor.
Todo esto lo describí en el libro ¿Cómo se atreven? hace cuatro años. Lo recuerdo aquí porque algunos se sorprenden ahora de la toma del poder de Alemania en la zona euro. El Bundesbank es la madre de la zona del euro y nadie debería sorprenderse cuando diez años después los mismos medios financieros de Frankfurt muestran abiertamente su visión colonial de Europa.
Volvamos por un momento a la introducción del euro en 2002. Hasta 2008, no se veía ninguna nube. Con un euro a imagen y semejanza del marco alemán, todo iba viento en popa. Con una moneda estable, a olvidarse de los riesgos del cambio, con un único gran mercado interior, ¿que más puede pedir un país exportador? “¡Salarios bajos!” respondió el gobierno roji-verde de Schröder-Fischer. Y enseguida se pusieron manos a la obra. En Alemania, los socialdemócratas y los Verdes crearon un sector de bajos salarios enorme. Así los productos alemanes son más baratos y la exportación alemana conoce un boom, especialmente en la Unión Europea. En el lado sur de Europa, sucede lo contrario. Portugal, España, Grecia no son contrincantes frente a las numerosas empresas más sólidas y poderosas de la Europa del núcleo. Tienen que importar más de lo que exportan y por lo tanto el dinero desaparece en el extranjero.
A veces se olvida, pero entre 2002 y 2008, el principal flujo de capital es el que tiene lugar desde Lisboa, Madrid y Atenas hacia Frankfurt, Berlín, París, Amsterdam y Bruselas. Antes los países podían corregir esta desventaja mediante una devaluación. Pero con el euro ya no era posible. Tampoco se puede utilizar el presupuesto para estimular la economía, ya que está prohibido por las normas de convergencia de Maastricht. Los países del Sur están atrapados. Nada de entrar en pánico, dicen en el núcleo de Europa: los bancos alemanes, franceses, holandeses y belgas abren el grifo. Los países en desarrollo pueden obtener préstamos casi gratis, para seguir importando los productos del núcleo de Europa. Hasta que la burbuja estalla y la crisis se hace efectiva.
Nada de transferencias solidarias, ordenó la política monetaria alemana. Esto sólo deja un remedio: el puño de hierro. Alemania se ha aferrado a la unión monetaria como un arma para “poner orden en los negocios”. “Si Europa no pone orden en sus presupuestos y no puede fortalecer su posición competitiva, ya no jugará un papel importante en el mundo y deberá ir cediendo paso a paso”, dijo Ángela Merkel durante la primera la crisis del euro.
7. El Pacto Fiscal es el puño de hierro de Alemania para imponer la política de austeridad
El Consejo Europeo y la Comisión Europea se han beneficiado de las nubes de polvo levantadas por la crisis para hacer lo que nunca se habrían atrevido a hacer a la luz del día. Han puesto toda la política social y económica de Europa bajo la tutela de “expertos” directamente salidos de los grandes grupos financieros y económicos. Se han apropiado de competencias que no están vigiladas por ningún tipo de control ni basadas en decisión democrática alguna, e invaden el poder soberano de decisión de los Estados nacionales.
Mayor austeridad para ahorrar, mayor disciplina fiscal, eso es lo que escuchábamos de Alemania tras la crisis bancaria y del euro. Ni hablar de grandes programas de inversión, para invertir precisamente en tiempos de crisis. Nada de déficit spending – gastos deficitarios- o de políticas keynesianas para reiniciar el motor. No, debe proseguirse con la lógica de la zona euro. E incluso endurecerla. Durante el diseño de la moneda única, ya se había introducido esta lógica en las normas presupuestarias del Tratado de Maastricht (1992). Cinco años más tarde, en el Pacto de Estabilidad (1997), a estas normas se añaden las sanciones. Que Alemania y Francia en el año 2003 hayan sido los dos primeros países en violar dichas normas no debe perturbar la fiesta. No se envió a la troika o a Wolfgang Schäuble a París o Berlín. Se hizo la vista gorda y se pasó de página.
La lección que Alemania ha sacado de la crisis bancaria y del euro era que hacía falta un puño de hierro. Una camisa de fuerza de la que nadie pudiese escapar. Después de la moneda única, Europa todavía necesitaba una política única y ésta debía concretarse lo más posible en tratados y pactos. Lo que en tiempos de normalidad hubiera requerido mucha paciencia y esfuerzo, los círculos patronales lo lograron con gran facilidad. La UE, ya entonces, bajo la dirección de Merkel, dio tres pasos esenciales.
El viernes 25 de marzo de 2011 adoptó el Pacto Europlus, una gran declaración de guerra contra el “costo de la mano de obra”. ¿La política monetaria es demasiado rígida? ¿Fracasa a la hora de proteger a los Estados miembros de las turbulencias de los mercados financieros? Bueno, sólo hay que flexibilizar el resto, especialmente los salarios. Si no podemos devaluar la moneda, devaluemos los salarios. Pero los salarios, como el mercado de trabajo y la seguridad social, son competencia de los Estados nacionales. No hay problema, el pacto Europlus obliga a los países europeos a presentar un plan de competitividad anual. Tras su aprobación cada país será evaluado de acuerdo a una serie de indicadores para vigilar su capacidad competitiva frente a los países vecinos. La comparación es, por supuesto, para comparar a la baja los costes salariales de unos y otros.
En una segunda etapa se estableció un marco jurídico para la imposición de sanciones. El jueves 23 de junio de 2011 se aprueban por primera vez seis ordenanzas (votadas definitivamente el 28 de septiembre de 2011). Estas ordenanzas se han dado en llamar el Six-Pack. Bajo el pretexto de la lucha contra los “desequilibrios macroeconómicos”, a partir de ahora la Comisión puede intervenir incluso en áreas que no son de su competencia. Los grupos liberales y conservadores defendieron los textos con entusiasmo. Recientemente, John Crombez (Sp.a) afirmaba en Knack: “En el Parlamento Europeo, hemos rechazado el six-pack.” [xvi] Eso no es cierto. Todos los diputados verdes y socialdemócratas de nuestro país aprobaron al menos dos de los seis textos. Estuvieron de acuerdo con un marco en el que comparar competitivamente a unos y en otorgar a la Comisión la facultad de imponer sanciones.
Esto se hace evidente dos años después en la tercera etapa. En marzo de 2013, se aprobó el Two-Pack, que obliga a los Estados miembros a presentar cada año antes del 15 de octubre sus propuestas presupuestarias a la Comisión. La dura doctrina alemana de austeridad y los mecanismos de sanción se colaron posteriormente en un tratado de austeridad llamado Pacto Fiscal (TECG). El Parlamento belga aprobó el pacto fiscal neoliberal en mayo de 2012 con el apoyo del PS y Sp.A. En Ecolo, como de costumbre reina la hipocresía: los ecologistas, en la oposición en el Parlamento federal, votaron en contra, pero en el Parlamento de Bruselas y Valonia, donde están en la mayoría, votaron a favor. Los diversos partidos gubernamentales acordaron que nuestro gobierno respetase ciegamente todas y cada una de las reglas de la disciplina fiscal y de la deuda pública. Y de esta manera nuestro país se somete a los dictados que la Comisión Europea puede dictar para enderezar los llamados “desequilibrios macroeconómicos”.
Uno se pregunta qué sentido tiene votar en el Parlamento Europeo contra cuatro de las seis ordenanzas del Six-pack, si a continuación se vota en los parlamentos belgas que nuestro país obedezca a las seis ordenanzas. Mientras que la UE está cada vez más estrechamente confinada en la camisa de fuerza alemana, los socialdemócratas y los verdes siguen hablando de “etapas para una Europa social”. Al aprobar el pacto fiscal, hacen exactamente lo contrario.
(Sigue en II parte)
* Fuente: Solidaire
Traducción: Asociación Cultural Jaime Lago
Notas:
[i]NOS.nl, 14 de julio 2015
[ii]Citado en De Tijd, 16 de julio 2015
[iii]CADTM 20 de julio de 2015,
[iv]De Standaard 18 de julio 2015
[v]Der Spiegel Online, 18 de julio 2015 • Deutsche WirtschaftsNachrichten
[vi]15 de julio 2015 • Deutsche WirtschaftsNachrichten
[vii]ibid
[viii]FMI, 14 de julio 2015
[ix]Knack.be, 20 de julio 2015
[x]. De Morgen, 13 de julio 2015
[xi]http://economia.elpais.com/economia/2015/07/13/actualidad/1436770173_636…
[xii]Handelsblatt, 17 de julio 2015
[xiii]Deutsche WirtschaftsNachrichten 21 de julio 2015
[xiv]German ForeignPolicy, 23 de julio 2013
[xv]15. De Tijd, 14 de julio 2015
[xvi]Knack.be, 16 de julio 2015
Pero nunca olvidemos que Berlín es sólo una franquicia de Washington; la Banca Europea, filial del Fondo Monetario Internacional y el CNI de la CIA.
Que no nos hablen de otra “troika” que no sea el FMI, Banco Mundial y Organización Mundial del Comercio. Barak es el principal representante del capitalismo mundial, no la Angela.
Lo demás es ocultación, cortina de humo, propiciada por Langley. El Che insistía en ponerle apellido yanqui al enemigo imperialista (porque es la dura verdad)
Ojo con los ‘despistados’ en política, estrategas desorientados y maquilladores de cadáveres (los del consolador 15M, asambleístas sin bandera y reformistas con OTAN)
Salud y República!!