Un beso diverso: Qatar 2022, entre discriminación y sociedades divididas
Qatar 2022
Por Agustín Lucas*. LQsomos.
Qatar es quizás el país más rico del mundo, a la vez que su territorio es aún más chico que Tacuarembó. Un Estado árabe al este de la Península Arábiga, bañado por las aguas del Golfo Pérsico. Es implacable la distancia que genera hasta en el imaginario. El Corán consta de 114 capítulos considerados la palabra directa de Alá, complementada por los hadices, relatos sobre los pensamientos y actos del profeta Mahoma. En el Ramadán, los musulmanes se proponen un crecimiento espiritual y establecer relaciones más sólidas con Alá. Durante ese mes, los musulmanes de todo el mundo se abstienen de comer y beber desde el amanecer hasta el atardecer. Es un período de reflexión y espiritualidad, un momento para la caridad y la abstinencia, que reúne a los individuos en el acto común del ayuno. El comienzo y el final del Ramadán lo determina un comité de avistamiento de la luna.
Hay una arquitectura demencial en Qatar, no diría onírica, pero sí de los sueños con caras tapadas que son siniestros. Esa arquitectura demencial se trasladó a otra demencia estructural, el fútbol profesional de varones. Los ocho estadios que albergarán el mundial de fútbol masculino fueron, o bien remodelados, o bien construidos desde cero, con base en altísimos diseños de estudios como Foster+Partners, Zaha Hadid y Fenwick Iribarren. En la construcción de los estadios murieron unas 6.500 personas, según The Guardian. Gente pobre y marginada, de rincones como India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán, murieron construyendo el estadio Al Janoub, el estadio de la Ciudad de la Educación, conocido como “el diamante del desierto”, el estadio Ahmad Bin Ali, el Al Thumama, el Khalifa, el Al Bayt, el 974 y el Lusail. La marca Hummel, que viste a Dinamarca desde los inolvidables tiempos de los hermanos Laudrup, mostró un diseño que invisibiliza logos y vivos en señal de protesta, y expuso: “No queremos ser visibles durante un torneo que ha costado la vida a miles de personas. Apoyamos a la selección danesa en todo momento, pero eso no es lo mismo que apoyar a Qatar como nación anfitriona”.
Por otra parte, el jefe de seguridad del mundial, el general Abbdulaziz Abdullah Al Ansari, comunicó por las vías institucionales que cualquier insignia o cartel que hiciera alusión a la comunidad lésbica, gay, bisexual, transgénero, transexual, intersexual y queer, sería confiscada para “proteger” a quienes osen mostrarlas. También dijo que aquellas personas que se vistan con los colores de la comunidad LGTBQ+, o que besen a personas de un mismo género en la vía pública, podrían ser detenidas. En este marco, países de la Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA) anunciaron que sus capitanes designados –Bélgica, Suiza, Gales, Alemania, Francia, Países Bajos, Inglaterra y Dinamarca– lucirán un brazalete representativo de la diversidad sexual para transmitir un mensaje concientizador. La campaña se denomina One Love y uno de sus fieles representantes es el arquero alemán Manuel Neuer, quien desde hace algunos años usa el brazalete con los colores diversos además de alentar a futbolistas homosexuales a liberar esa tarea de ocultarlo.
Otro alemán, Philipp Lahm, futbolista retirado, director de la Eurocopa 2024, se manifestó en contra de la localía de Qatar para el Mundial, dijo que “los derechos humanos deberían desempeñar un papel importante en la adjudicación de torneos”, y no viajará junto a la delegación alemana, a quienes además alentó a manifestarse durante la competencia. En 1978 el también germano Paul Breitner, quien venía de salir campeón del mundo en el 74, manifestó que ese galardón le hacía “tener unas responsabilidades especiales. La selección no debe dejar que la utilicen como una marioneta, porque los deportistas, aunque tengan en el deporte su principal preocupación, no deben ser eunucos políticos”. Posteriormente se negó a participar en el Mundial del 78 en la cruenta Argentina de Videla. De alguna manera su legado se sostiene.
No hay que esperar el apocalipsis, porque el apocalipsis es esto. Los destrozos de la pandemia y el fin de la fiesta: un mundial en el país más rico del desierto, miles de pobres muertos sin nombre y la amenaza prohibitiva para las libertades más urgentes. Quienes no fumaron del opio de los pueblos están a tiempo. Hay un fútbol que murió con Diego, pero su legado está en banderas y muros y acciones maradonianas invisibles, masivas, glorias cotidianas. El fútbol no tiene la culpa, la culpa es tan social como la pasión. En este fútbol masculino profesional que nos queda, serial, empresarial, sometido, ¿se quedarán los jugadores estampados como figuritas? ¿Será la hinchada tan sólo una visita aséptica? ¿O aparecerán besos como los de Caniggia y Maradona? Para darle un beso a la copa no hay por qué ganarla.
* Publicado en ladiaria.com.uy
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– Copa mundial de la tiranía: Qatar 2022
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