Utopías
La palabra “utopía” ha caído en desuso. Más aún: tiene un sentido peyorativo. Algo ha sucedido en la sociedad y en el pensamiento de las personas individualmente para que se cierren las puertas a los sueños colectivos.
Una utopía no es una mera cuestión estética, sino un horizonte en el pensamiento, sin el cual encerramos nuestras reflexiones y nuestra realidad en espacios cada vez más estrechos, más angostos. De ahí la angustia.
Para que salga la llamada ley mordaza o cualquier otra censura la sociedad previamente ha hecho que cada ciudadano concreto se auto censure, pero no lo vemos porque ha desaparecido el pensamiento crítico. De esta maneratambién el pensamiento creativo que alimenta las utopías desde donde se puede mirar la realidad proponiendo otro punto de vista. La ley hace visible lo que en la sociedad los ciudadanos asumen calladamente.
Sin utopías encerramos la realidad y el pensamiento. El Poder, los que diseñan su realidad, han ido arrancando poco a poco los sueños colectivos, despreciando las ideas de libertad, despojando de sus contenidos teóricos toda crítica social. Y la realidad se hace cada vez más zafia. Sin utopía la persona se vuelve rencorosa, vengativa y egoísta, cuyo gesto más sublime es disimular estos motores de su conducta y de su ser. A través del sistema educativo, de los medios de información, de la necesidad de un salario condicionado a las normas que establece el Poder nos han convertido en cómplices. Es lo que Foucault llamó “la capilaridad del poder“.
La utopía es un arte, pero también una ciencia, porque sirve para inventar y para realizar sueños y realidades. La estamos arrancando de nuestra existencia y de nuestro mundo, lo cual es quitar lo vital al futuro, que queda moribundo y llega simplemente por llegar, sin que lo esperemos.
Las utopías son rancias y dolorosas para la sociedad cuando se aplican a los seres humanos, a su manera de ser, y no a modelos de sociedad o éstos requieren una forma específica de persona de acuerdo a un Poder determinado que define cómo han de ser los individuos. Y a quien no se amolde a esa utopía humana se le elimina o se hace un adoctrinamiento. Muchas ideologías han caído en este terror. Han sido pesadillas para la Humanidad al dar lugar a sistemas totalitarios.
La utopía diseña modelos por los que pueda trascurrir el futuro, pero ya Herbert Marcuse observó en su obra “El final de la utopía” que una idea deja de ser utópica cuando aquello que plantea es posible y necesario, porque nos permite salir del error del cual advierte Dalai Lama: “hacer caso omiso de los cambios exteriores”.
La utopía no es un invento ni una ensoñación, es el fruto de reflexiones que parten del estudio profundo de la realidad, que quienes la controlan no quieren que sea vista ni conocida, por eso ocultan y disuelven en sus espejismos diseñados y difundidos por doquier las utopías, porque éstas hacen visible su realidad social y señalan una salida.
Leí hace años en el barrio de santa Marina de León una pintada que dice: “con la disidencia de la utopía se fraguó la estructura de la indiferencia“. Amen (sin acento), como dijo la poetisa del verso espontáneo.