Breve homenaje a Eduardo Galeano
Arturo Seeber Bonorino*. LQSomos. Abril 2015
En los duros años del último golpe militar en Argentina, encabezado por el General Jorge Rafael Videla, los que teníamos en nuestro poder el libro Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano, lo guardábamos escondido como un tesoro. Un tesoro para nuestras jóvenes mentes, que nos abrió los ojos a lo que fue el proceso de expoliación de los conquistadores de la América Latina, en que España, Portugal, Francia, Inglaterra y por último Estados Unidos (que hasta hoy en día continúa, eso hay que decirlo), se fueron llevando los bienes de los distintos países: azúcar, tabaco, metales preciosos, etc., dejando en pago miseria y hambre (aunque parezca increíble, aún existe en Latinoamérica el hambre, las enfermedades endémicas, la desnutrición y mortandad infantil).
Un libro que, por mucho que se lo quiera considerar como un mero panfleto político de “izquierda”, es un riguroso tratado histórico en el que va describiendo, bien informado y con veracidad, este proceso de expoliación, país por país, época tras época. Lo que en él dice es rigurosamente cierto, y esta verdad, como todas las verdades, se quiere o no se quiere ver, que eso depende de cada cual.
A Las venas abiertas de América Latina le siguió una obra más extensa sobre la historia de Latinoamérica, la trilogía La Memoria del fuego. Estudioso y escritor incontenible, dejó una extensa obra, que no viene a cuento enumerar en este momento.
Y digo también que, para nosotros, fue un tesoro… escondido. Y es que si nos llegaban a pillar con él, pasábamos a engrosar la lista de “desaparecidos”… por “subversivos y comunistas”.
Cuando escribo esta nota, lunes 13 de Abril, ha muerto Eduardo Germán María Hughes Galeano, más conocido por Eduardo Galeano, a los 74 años de edad, a causa de un cáncer de pulmón en Montevideo, ciudad donde nació.
Puedo recordarlo, no hace muchos años, cuando en uno de mis viajes a Buenos Aires, mi ciudad, me topé con él por azar. Con su rostro adusto y su calva señorial, con sus modos y su palabra demasiado teatrales, salía el “aquí estoy yo” de Galeano de la librería El Ateneo de la calle Santa Fe, en donde estuvo anteriormente el cine teatro Grand Splendid. Un poco “pillado”, un poco exhibicionista, demasiado “yo”, agrandaba su estampa este gran intelectual latinoamericano, que a los realmente grandes los defectos los engrandecen aún más
* Arturo Seeber es miembro de la Asamblea de redacción de LQSomos
Un hombre del pueblo de Negua, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.
-El mundo es eso – reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, Y QUIEN SE ACERCA, SE ENCIENDE
Silba el viento dentro de mí.
Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquierta dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que golpea la cara.
Ha estado la Mar de interesante tu comentario