En la vuelta al trabajo

En la vuelta al trabajo

Consuelo Delgado. LQS. Abril 2020

En ciudades como Madrid y Barcelona año tras año se superan los máximos legales de emisiones nocivas ligadas al tráfico, un incumplimiento que perjudica especialmente a la población más vulnerable como menores, tercera edad o personas con enfermedades respiratorias, justamente los sectores de población que más están sufriendo en estado grave el coronavirus

Siguen generando alarma los medios de comunicación y llevando a la gente hacia esta protesta y hacia esa otra, incluso aunque ambas se contradigan entre sí, y continuarán haciéndolo mientras dure la pandemia y después, porque eso es lo que pretenden, crear estados de opinión sirviendo a sus intereses, que no son otros que los de los grandes poderes económicos y los partidos que les sirven de correa de transmisión.

Frente a esto tenemos nuestra capacidad de pensar y nuestra inteligencia, así que pensemos.

Analicemos las razones que dan para esta alarma para l@s que vuelven al trabajo sin haberse controlado aún la pandemia:
• Antes del aislamiento, durante y después, las medidas verdaderamente eficaces para evitar contagiarse y contagiar a los demás son 3 muy sencillas, dichas por el propio personal sanitario:
1. Mantener distancia de 2 m entre personas.
2. Toser y estornudar en el codo.
3. NO tocarse la cara (ojos, nariz y boca) si justo antes no te has lavado bien las manos con jabón.

Eso es lo esencial y con eso es suficiente para no proliferar el virus. Por consiguiente, si continuamos haciéndolo en la jornada de trabajo seguiremos evitando el contagio; es decir, desde que salgamos de casa para ir a trabajar, ya NO nos podemos tocar la cara hasta que lleguemos al trabajo y nos lavemos bien las manos con jabón, NI debemos acercarnos a menos de 2 m de otras personas NI debemos toser, estornudar o hablar con efusión al aire. Igualmente, al salir del trabajo habremos de mantener estas mismas medidas hasta que lleguemos a casa y desinfectemos las manos y los objetos que hayamos tocado (llaves, cartera, etc.), exactamente igual que cuando volvemos de comprar. Esto es lo mismo que hemos tenido que hacer para ir a comprar comida o medicinas. Entonces, ¿a qué viene la alarma?
• Si en el trabajo es imposible mantener esos 2 m, entonces los propios trabajadores estarán en su derecho de exigir esta medida a sus jefes; de lo contrario, pueden hacer un plante a la empresa (como hicieron muchos trabajadores en industrias del País Vasco en la primera semana de aislamiento, que obligaron a cerrar) para presionarla a que implante esa medida y si no lo hace, para presionarla a que cierre.

Igualmente, los trabajadores pueden exigir a sus jefes que hagan turnos de trabajo para evitar aglomeraciones en el transporte público en las horas punta de entrada y salida laboral. Como también habrán de exigir que haya siempre disponible agua y jabón para lavarse las manos, y agua para beber a lo largo de la jornada laboral.

Ojalá aprovechemos este tiempo de parón para pensar, para indagar, para leer aquí y allá y contrastar la información, para relacionar unos hechos con otros, para reflexionar y generar conocimiento y para compartirlo y seguir enriqueciéndonos

Los empresarios están obligados a asegurar las mínimas condiciones de higiene y salud en el trabajo; de modo que si se niegan a seguir estas indicaciones, los trabajadores pueden denunciarlo ante la Inspección de Trabajo y ante el Juzgado por un delito continuado contra la seguridad e higiene de los trabajadores, tipificado en el Código Penal con “penas de prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce meses”. Así hicieron dos sindicatos de la sanidad en las primeras semanas de marzo, en su caso por falta de equipos de protección; lo denunciaron ante Inspección de Trabajo, lo comunicaron al consejero de Sanidad de Madrid, al ministro de Sanidad y a la Fiscalía y lo terminaron denunciando ante el Juzgado de instrucción. Ya sea a través de los sindicatos o directamente el colectivo de trabajadores, esta herramienta legal la podéis utilizar.
• Si vemos que las condiciones trabajo nos ponen en peligro frente al contagio del virus, también podemos ir al médico a pedir la baja. La mayoría de la población hemos tenido en algún momento alguno o varios de los síntomas del coronavirus: calentura, tos, diarrea, dolor de cabeza; pues bien, comuniquémoslo al médico y pidamos la baja por enfermedad para evitar que contagiemos a otras personas.

También desde el principio, el personal sanitario informó de que para el 80% de la población la enfermedad del coronavirus sería leve o incluso sin síntomas y que la gravedad de los casos se concentraría en personas con el sistema inmunitario débil y otras enfermedades (diabetes, coronarias, respiratorias, la propia gripe de invierno). Si leemos los informes que publica a diario el ministerio de Sanidad, vemos que así se está produciendo. Y precisamente son las enfermedades respiratorias, como asmas, bronquitis crónica, neumonías, alergias, etc., las más provocadas y agudizadas por la alta contaminación del aire en las grandes ciudades por el transporte, no por virus contagiosos. ¿Cuánta gente ha renunciado a utilizar su vehículo para cualquier salida de casa? ¿Cuánta gente ha luchado por preservar y mejorar el transporte público en lugar de dejarlo morir con peor servicio y menos líneas de autobús, metro y trenes de corto y largo recorrido?

Cuando días atrás insistía en la idea de que es tarea de todas las personas el recuperar los servicios públicos esenciales para la vida y, por tanto, el acabar con este sistema injusto que otorga a una minoría muchos privilegios a costa de las mayorías sociales (al igual que a nivel mundial nosotros llevamos una vida cómoda y privilegiada a costa del sufrimiento, penuria, hambre y guerra de millones de personas en el mundo), me refería a esto precisamente, a que no debemos esperar del gobierno las soluciones, sino que desde abajo y colectivamente debemos dar pasos y tomar la iniciativa para ir cambiando las cosas, y cada persona en su ámbito concreto y cercano puede hacer mucho con gestos pequeños. Y si todo lo que sabemos y vamos aprendiendo lo compartimos, mayor inteligencia colectiva iremos creando y más fácil y rápido conseguiremos construir entre todos una economía diferente centrada en el cuidado y sostenimiento de la vida, porque no es sólo enfrentarnos al capitalismo en sí, es también al capitalismo en mí.

Sólo desde el conocimiento tendremos las herramientas necesarias para crear ese otro mundo posible que desde principios de siglo venimos reclamando y que cada vez resulta más necesario para seguir viviendo. Quien tiene la información tiene el poder. Informémonos, no tenemos excusa; si no lo hacemos es porque no queremos.

Y sobre las mascarillas…

El personal sanitario ya dijo desde el primer día que las mascarillas sólo son útiles para las personas enfermas, porque evitan contagiar a otras sanas, y para el personal que trabaja en hospitales y centros de salud así como residencias, porque están en continuo contacto con personas enfermas; pero nada más, la población general NO necesita mascarillas para el coronavirus.

Un dato: según la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), que tanto insiste ahora en las mascarillas desde que nos acercábamos al pico epidémico, 9 de cada 10 personas en el mundo respiran aire contaminado y, en España, cada año mueren unas 35.000 personas por este motivo, el año pasado fueron 40.000 según fuentes hospitalarias. Sin embargo, esto no sale en los medios de comunicación y como no nos enteramos, es como si no ocurriera; pero la contaminación lleva muchos años provocando una verdadera crisis de salud pública: neumonía infantil, bronquiolitis y crisis asmáticas se disparan en presencia de estas partículas microscópicas que se consideran sustancias cancerígenas de primer orden. ¿Cuánta gente se ha puesto mascarilla en Madrid, Barcelona y otras grandes ciudades para evitar dañar su salud con el aire contaminado que respira? ¿Qué hizo mucha gente desde los años noventa sino comprar automóviles de diésel en lugar de gasolina, por ser más barato, cuando el diésel quemado desprende más cantidad de partículas y más dañinas? No teníamos más que fijarnos en la suciedad negruzca de nuestras ventanas y camisetas, esa misma mierda nos la estamos metiendo en el cuerpo al respirar y por la piel. ¿Qué hizo el nuevo gobierno del PP nada más llegar al ayuntamiento de Madrid sino precisamente suprimir las medidas de reducción de contaminación del Madrid Central? ¿Cuánta gente se ha echado a la calle para exigir a sus gobernantes que tomen medidas drásticas para disminuir la contaminación o incluso en Madrid incrementar las medidas iniciadas con el Madrid Central en lugar de anularlas?

En ciudades como Madrid y Barcelona año tras año se superan los máximos legales de emisiones nocivas ligadas al tráfico, un incumplimiento que perjudica especialmente a la población más vulnerable como menores, tercera edad o personas con enfermedades respiratorias, justamente los sectores de población que más están sufriendo en estado grave el coronavirus. Pero ni los medios de comunicación ni los gobiernos informan de las decenas de miles de enfermos y muertos que causa la contaminación del aire cada año en España ni de los cerca de 7 millones de muertos en todo el mundo al año; al contrario, muchos cargos públicos y dirigentes políticos aquí y en otros países “desarrollados” se ríen y niegan esta realidad como niegan el cambio climático. Tampoco hablan de la mala alimentación sumamente nociva para la salud (causante directa de cánceres, diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, hipertensión) que imponen las grandes cadenas agroalimentarias, desde la producción agroganadera, pasando por su transformación industrial, su distribución (contaminante por carretera y barcos) hasta la venta en grandes hipermercados.

Incluso cuando los gobernantes hablan de que no quieren parar la economía, se siguen refiriendo a la macroeconomía del PIB, de los índices de la Bolsa, de la cuenta de resultados de las grandes empresas y grupos financieros

Indudablemente, todo este silencio sirve para proteger a las grandes industrias automovilísticas, petroleras, agroquímicas y farmacéuticas, refinerías, centrales nucleares y compañías energéticas y del agua, industria informática, industrias agroalimentarias (agricultura y ganadería industrial), etc. etc., que además deforestan hábitats enteros para dejar espacio a sus industrias y que actúan conjuntamente con los grandes grupos financieros. Todas ellas contaminan el aire, el agua, los océanos, las plantas, los animales y los seres humanos. Todas estas grandes empresas transnacionales son las que concentran el capital en todo el mundo (las españolas, que también las hay, son mayoritariamente las del Ibex 35), las que sólo miran la continua ganancia de capital para acumular más poder económico y por tanto político, y en consecuencia su interés es perpetuar el sistema capitalista, que es el origen del problema y donde, por tanto, nunca va a haber solución.

Los medios de comunicación no paran de mostrarnos ahora imágenes de Japón con su población llevando mascarillas y nos lo presentan como modelo que ha de seguir España, avalado por la OMS y reiterado por partidos políticos que quieren derribar el gobierno; pero no nos dicen que esas mismas imágenes nos las mostraron hace años explicando que la alta contaminación de ciudades como Tokio había llevado a la población a protegerse con mascarillas. Como siempre, manipulan las imágenes y el discurso, no nos sorprenden. Ya en el 15 M un lema muy repetido era “Apaga la tele y enciende tu mente”. También la OMS insistió en la semana crítica del 25 de marzo que España e Italia debían comprar cuanto antes millones de tests rápidos para toda la población, pese a que los epidemiólogos del Instituto de Salud Carlos III habían demostrado, probando más de 70 modelos, que sólo son fiables en un 80% para personas que ya llevan 7 días afectadas y dan apenas un 65% de fiabilidad para las que acaban de iniciar síntomas; es decir que no sirven por su escasa fiabilidad y los que valen son los PCR.

Al igual que hiciera la OMS en 2009 cuando la gripe A, que presionó a todos los países para que compraran miles de vacunas realmente innecesarias (como queda demostrado año tras año ya que los virus mutan), ahora presiona para adquirir mascarillas, guantes y tests rápidos y lo hará cuando estén las vacunas, con la sola finalidad de aumentar las ventas y ganancias de los grandes grupos agroquímicofarmacéuticos, que son las empresas transnacionales con mayor poder económico y por tanto decisorio a nivel mundial, por encima incluso de las empresas de armamento, y más aún con las últimas fusiones: entre 2017 y 2018, de los 6 grandes oligopolios del sector (Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow Agrosciences, Bayer y Basf), que ya controlaban casi el 80% del mercado mundial de agrotóxicos (plaguicidas), el 100% de semillas transgénicas (en su mayoría para forraje de los animales que nos comemos) y el 60% del mercado mundial de todo tipo de semillas, además de dominar el 75% de toda la investigación privada de alta tecnología aplicada a cultivos (lo que llaman control digital de la agricultura 4.0 y aquí entran las grandes compañías informáticas Microsoft, Google, Amazon, Facebook, Apple, las mismas que estos meses están obteniendo suculentas ganancias con el tráfico de nuestros datos y con las ventas online), de esas 6 se pasó a sólo 3 debido a las fusiones entre ellos, controlando así sectores estratégicos por ser esenciales para la vida: agricultura, alimentación y sanidad. Y atención a este último dato: sanidad, porque la farmacéutica alemana Bayer compró la agroquímica estadounidense Monsanto, la suiza Syngenta se fusionó con la química china ChemChina y las dos estadounidenses Dow y DuPont se fusionaron entre sí. Nunca antes había ocurrido tal grado de concentración corporativa en un sector esencial para el mantenimiento de la vida.

Además, la industria biotecnológica que desarrollan estos oligopolios para modificar genéticamente las semillas provoca daños muy graves para la salud humana y del medio ambiente, como lo demuestran los numerosos casos de malformaciones congénitas y cánceres en personas que fumigan los campos de cultivo con glifosato (sólo muy recientemente prohibido por la OMS a pesar de ser denunciado desde hace décadas por las organizaciones ecologistas de todo el mundo) así como el uso de 2-4,D, un componente del Agente Naranja, que fue usado como arma biológica en la guerra de Vietnam, y el fósforo blanco, que utilizó EEUU en la batalla de Faluya, en Iraq, en 2004, así como el ejército de Israel en Líbano en 2006 y en la masacre de Gaza a finales de 2008.

¿Necesitamos más evidencias de la destrucción y muerte que provoca el capitalismo?

Volvamos al principio, a la vuelta al trabajo:
—si el gobierno tardó en decretar el aislamiento social fue para no perjudicar los intereses de las grandes compañías del Ibex 35 (35 empresas productivas, tecnológicas y financieras), pese a la insistencia de Unidas Podemos en el seno de ese gobierno, que conocía bien los resultados positivos que tuvo el confinamiento en Wuhan;
—si el gobierno tardó en prohibir los despidos, pese a la insistencia de Unidas Podemos en actuar antes coincidiendo con el primer decreto socioeconómico que reguló los ERTE, fue para favorecer los intereses de las grandes compañías del Ibex 35;
—si el gobierno no prolonga la prohibición de trabajar en los sectores no esenciales, pese a la insistencia de Unidas Podemos en limitar la salida de tantos trabajadores del confinamiento, es para ahorrarse el coste de estas “vacaciones” forzadas y para favorecer los intereses de las grandes compañías del Ibex 35.

Incluso cuando los gobernantes hablan de que no quieren parar la economía, se siguen refiriendo a la macroeconomía del PIB, de los índices de la Bolsa, de la cuenta de resultados de las grandes empresas y grupos financieros, NO a la economía familiar que es la que mayoritariamente sostiene la economía del país y la que genera vínculos sociales comunitarios: la de los pequeños productores agrícolas, ganaderos y pesqueros, y dentro de ellos la minoría que trabaja con valores ecológicos; la del pequeño comercio; la de los pequeños bares, cafeterías y restaurantes; la de las pequeñas cajas de ahorro y cooperativas financieras; la de los profesionales autónomos; la de las asociaciones culturales y de vecinos; la de los pequeños cines y teatros; la de las pequeñas editoriales…; es decir, la economía de los “muchos pequeños”, que son los verdaderamente necesarios y los más respetuosos con el cuidado de las personas y del planeta, frente a la de los “pocos grandes”, que son los sustentadores del capitalismo destructor y asesino que hace imposible la vida.

Las personas que venimos luchando por la justicia social, por los servicios públicos esenciales, por la soberanía alimentaria, no somos suficientes para cambiar el mundo y, por tanto, necesitamos de las otras personas para llegar a conformar un grupo importante de presión que no sólo obligue a los gobernantes a trabajar por las mayorías sociales, sino también a respaldar desde fuera las duras negociaciones de Unidas Podemos dentro de ese gobierno liderado por el Psoe, un partido que tradicionalmente ha demostrado velar por los intereses de la élite económica. Todos, absolutamente todos tenemos nuestra parte de responsabilidad en la construcción de este mundo injusto y dañino que tenemos. Y es tarea conjunta de todos el recomponerlo derribando de una vez el capitalismo que tanto nos ha destruido. Apelo aquí a la gente que se conforma con ir a votar cada cuatro años o con ir a alguna manifestación que otra o con criticar pero sin proponer ni actuar, o que simplemente prefiere mirar para otro lado. Apelo también a la gente que tiene hijos, porque si con vuestra inacción e indiferencia tenemos el mundo presente, también con esa actitud dejaréis un mundo peor aún a vuestros hijos; mayor es vuestra responsabilidad, ¿la estáis asumiendo? ¿Os preguntáis alguna vez qué puedo hacer y qué he hecho yo hasta ahora?

Ojalá aprovechemos este tiempo de parón para pensar, para indagar, para leer aquí y allá y contrastar la información, para relacionar unos hechos con otros, para reflexionar y generar conocimiento y para compartirlo y seguir enriqueciéndonos.

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