1 de diciembre de 1967: emboscada a Isidro Velázquez y Vicente Gauna
La emboscada a Isidro Velázquez y Vicente Gauna fue una emboscada a las luchas contra la injusticia.
1967. Gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía. Muerte del Che Guevara en Bolivia. Doctrina de la Seguridad Nacional en América latina… y en el Chaco la historia de Isidro Velázquez.
En quechua, Chaco significa “tierra de cacería”. Fue en esas tierras que se pelearon grandes y pequeñas batallas como la que vamos a contar. Esta historia debe ser contextualizada en parajes donde peones, hacheros y campesinos eran arrojados a trabajo casi esclavo, condenados a la indigencia, a la explotación más cruel y a innumerables injusticias.
Isidro Velázquez nació en Mburucuyá, provincia de Corrientes, un 15 de mayo de 1928. sus padres, Feliciano Velázquez y Tomasa Ortiz, tuvieron una numerosa familia de 22 hijos, por eso Isidro y Claudio –que andaban siempre juntos- cuando tuvieron edad suficiente se acomodaron a dormir en el monte. Así llegaron a ser baqueanos y marisqueaban en el monte liebres, mulitas, etc.
Ya adolescente, se trasladó al Chaco para trabajar en la cosecha de algodón, por eso es en esa provincia donde pasó su vida. Como trabajador “golondrina” pasó por diversas localidades como Colonia Elisa, Laguna Limpia, Laguna Blanca, la Verde y otras.
A consecuencia de un entredicho con la policía comenzó a recibir acoso policial. En 1952 fue denunciado por un supuesto hurto de unas rejas de arado. Una deuda impagada que los hermanos se cobraron y que originó una denuncia.
Isidro se asentó en Colonia Elisa; formó familia: mujer y cuatro hijos. Allí es recordado como buen vecino, que siempre asistía a las reuniones de la cooperadora de la escuela.
Fue por unas raterías que su hermano Claudio fue preso. Cuando salió en libertad comenzó el hostigamiento policial sobre ambos hermanos. Un estanciero denunció a Isidro de haber cortado un alambrado para cazar avestruces, eso fue motivo suficiente para que lo llevaran detenido. En la comisaría fue duramente castigado. Le endilgaban tres causas abiertas en el año 1961 por robos y hurtos, pero los vecinos y conocidos declararon que fueron causas inventadas.
Advertido de que su vida corría peligro, decidió escapar. Entonces la policía comenzó a perseguir a su familia que migraba de casa en casa para protegerse. Él optó por volver a vivir en el monte. A tal punto que pasó a la clandestinidad, viviendo en el medio del monte huyendo de la persecución policial. Fue por entonces que comenzó la leyenda.
“Roba a los ricos, paga a los pobres”
Se le imputaron robo de comercios, bancos, secuestro de estancieros. Los Velázquez se hicieron famosos por su puntería. Isidro solía ayudar a los más necesitados: siempre repartía entre campesinos, colonos y sectores desposeídos el fruto de sus actividades. “Roba a los ricos, paga a los pobres, así la gente lo ocultará”, como dice la letra del chamamé que lo recuerda. Hay testimonios emocionados de gente que lo conoció y que todavía recuerda que solía comprar sandías a los niños.
Estas actitudes lo llevaron a ganar el aprecio de los más humildes que muchas veces pagaron cara tanta lealtad cuando la policía aplicó mecanismos no permitidos buscando a Isidro. Por la misma razón los carteles de “buscado vivo o muerto” que se colocaban mostrando la única foto de Isidro que existía, a poco de haber sido pegados, aparecían con leyendas que reivindicaban al prófugo. Su nombre llegó a ser conocido en todos los rincones del norte chaqueño hasta Paraguay, Formosa y su provincia natal.
Fue entre 1961 y 1967 que se realizaron continuos operativos policiales para dar con Isidro Velázquez.
En 1962, junto a su hermano Claudio, robaron un almacén en Lapachito. El propietario se resistió, mataron al hijo del dueño y a un vecino. Poco después robaban un almacén en Costa Guaycurú, pero, tentados por el alcohol, se quedaron bebiendo, demorando su partida y es así que los encuentra la policía. En el enfrentamiento cayeron abatidas dos personas. La policía creyó que eran los hermanos Velázquez. Corrió la noticia -¡tan esperada por las autoridades!-, pero pericias posteriores permitieron saber que si bien se trataba de Claudio Velázquez, el otro era un individuo de apellido Vega. El hecho de que las fotos que poseía la policía eran desactualizadas hacía que buscaran “a ciegas”.
En 1964, a raíz de la muerte de Claudio Velázquez, Raúl F. Junco y Manuel Vicente Laverde -música y letra, respectivamente- compusieron el chamamé “Los Velázquez” sobre el cual también caerá la censura.
Las balas “no lo alcanzan”
Luego de la muerte del hermano, Isidro desapareció por un tiempo. Algunos creyeron que se había escondido en Formosa, pero en realidad Isidro cruzó la frontera y se fue a Paraguay. Ahí se instaló y formó nueva familia, nueva mujer y un hijo. Sin embargo hasta ahí lo persiguieron las denuncias que lo obligaron a volver al Chaco. Volvió junto con Vicente Gauna. Isidro y Vicente Gauna se instalaron en Quitilipi, cerca de la reserva toba cuya población los protegía y alimentaba.
Siempre buscado, lo persiguen pero en los numerosos operativos logra salir indemne. Esto va a forjar, en el imaginario popular, que Isidro “tiene payé” (es decir, un hechizo según el cual las balas rebotan en su cuerpo y no lo hieren, y está protegido frente a los peligros), por eso corre el rumor de que las balas “no lo alcanzan”.
Junto a Gauna realizaron algunos secuestros. Ese año, en la localidad de Zapallar, secuestraron de dos empresarios forestales, Carlos y Gabino Zimermann para obtener rescate.
Llegado este punto recordemos que Chaco es la tierra donde se radicó en 1872 La Forestal, emblemática empresa productora de tanino, que explotaba a los trabajadores y gozaba de la protección del poder de turno. La empresa se fue del país en el año 1966 cuando el quebracho estaba en extinción, aunque no así las descomunales ganancias de la empresa. La explotación de la mano de obra contrastaba con las pagas de hambre y la precaria situación de los trabajadores de los obrajes. Horacio Quiroga relató la vida en el obraje, en el cuento Los Mensú, testimonio de las injusticias padecidas por esos trabajadores.
“Operativo fracaso: 99 millones y 800 efectivos para atrapar a Velázquez
Volviendo a Isidro, las autoridades lo tomaron como el eje del mal. El Poder Ejecutivo destino 99 millones de pesos para equipar a la policía de la provincia con lo necesario para atrapar a Velázquez. Se montó un espectacular operativo con 800 efectivos para atraparlo. Los rodearon en la zona de General Obligado, cerca de Cote Lai. El agente Juan Ramón Mierez le apuntó con su arma pero antes de que pudiera gatillar, recibió un tiro en el pecho y cayó muerto. Este operativo –conocido popularmente como “operativo fracaso”– dejó muy mal parada a la policía provincial a la vez que molestó tremendamente a la oligarquía chaqueña que quería sacarse de encima una presencia tan molesta que podía constituir un foco de contagio para muchos peones.
Existen testimonios que señalan que Velázquez solía enviar mensajes humorísticos a la policía, para ello utilizaba hojas de cuaderno en los mismos que les hacía dibujos, como los de las historietas. En uno de ellos se burlaba del jefe policial que pedía refuerzos a un teniente coronel para capturarlos, y en otro escribía con su trabajosa letra de imprenta refiriéndose al ofrecimiento de ayuda de algunos policías de Corrientes: “Acéptenles, para que engorden los mosquitos chaqueños. Nosotros no peligramos ni aunque se vengan todos los correntinos”. Llevaba estos cuadernos encima siempre y varios de esos cuadernos ilustrados fueron incautados cuando la policía lo abatió en 1967.
Otro de los hechos que realizó Velázquez fue asaltar la casa del intendente de Laguna Limpia y luego de robarle, lo mataron.
“Operativo Silencio”: la traición
Luego de innumerables acciones, la policía utilizó una estrategia diferente para atraparlo, recurriendo a la traición. Es así que “convencen” a una maestra, de nombre Leonor Marinovich de Cejas, y a un cartero, Ruperto Aguilar, ambos de la localidad de Machagai. La policía bautizó a las acciones que terminaron con la muerte a Isidro Velázquez como “Operativo Silencio”. La pregunta que se nos impone es: ¿qué buscaban silenciar? Es evidente que se buscaba silenciar a un vengador de los pobres. Era volver al silencio de los explotados por siglos.
La captura de Velázquez se había convertido en el desvelo y obsesión del por entonces Ministro del Interior, Guillermo Borda, y de las “fuerzas vivas” del Chaco, de las cuales, la Sociedad Rural, era la que había puesto precio a su cabeza: 2 millones de pesos para dar con su paradero.
En tanto no hay que perder de vista lo que ocurre en el contexto americano: la imposición de la Doctrina de la Seguridad Nacional instalaba el concepto del enemigo interno y la lucha contra todo lo que (para el poder hegemónico) significara foco de insurrección. Los insurrectos venían a ser los que elevaran la voz para oponerse, los que se opusieran o trabaran algún tipo de reacción contra la opresión y la injusticia.
Fue así que al caer la noche, aquel 1 de diciembre de 1967, decenas de policías se habían ya instalado debajo de un puente en la ruta provincial esperando el paso del vehículo conducido –según se había convenido– por la maestra, acompañada de Aguilar. Ambos sentados en el asiento delantero del coche . En el asiento posterior llevaba a Velázquez y a su lugarteniente, Gauna. Se desplazaban por una zona de obrajes madereros y algodonales, junto al impenetrable.
Iban camino a Pampa Bandera. Eran las 20.25 hs. Cuando llegaron al paraje acordado, la mujer que conducía el Fiat 1500 bajó pretextando un desperfecto. Fue ahí cuando se desató la lluvia de balas –literalmente– sobre el automóvil. Gauna murió acribillado dentro del automóvil, pero Isidro ofreció resistencia con su Winchester. Se tiró del auto y se abrió camino a tiros casi trescientos metros en dirección al monte en medio de la oscuridad. La policía iluminó el lugar con los faros de sus autos. Ahí lo vieron, con su carabina, herido en una pierna y en un hombro, y a punto de alcanzar la arboleda; aún así disparó contra el agente Medina, alcanzándolo. En ese último instante fatal, pegó el grito de guerra de los guaraníes, y fue su último Sapucai. Las balas de la policía terminaron con su vida. Tenía 41 años.
Sangre y sal sobre la tierra de Pampa Bandera
El árbol bajo el que lo mataron se constituyó en sitio de peregrinación de los que quedaban desprotegidos de su mano. Era plena dictadura de Onganía y con la vigencia de la Doctrina de la Seguridad nacional había que regar con sal la tierra donde Velázquez había pisado. El árbol fue talado, reducido a astillas y quemados sus restos. Como un anticipo de los tiempos de plomo que una década después cayeron sobre esas mismas tierras cuando se produjo la masacre de Margarita Belén. El poder de turno, siempre fiel esbirro de la clase hegemónica, cumplía en arrancar de raíz todo indicio de defensa de intereses nacionales.
Pero además se pueden plantear algunas reflexiones que surgieron a lo largo de la investigación. Una de ellas es preguntarnos el porqué de la profunda obsesión por la captura de Isidro Velázquez; el porqué de la enorme suma de dinero destinada a lograrla, y la cantidad de efectivos utilizados para dar con su paradero que resultan desmedidos frente a su condición de mero “bandido rural”.
Por otra parte, la emboscada y los más de 500 proyectiles utilizados para matar a ambos perseguidos, la saña con que hicieron desaparecer no sólo el quebracho bajo el que cayó abatido Velázquez sino la desaparición de sus restos y los de Gauna, sumado todo ello al hecho de que varios chamamés –expresiones de cultura regional– que fueron escritos en su memoria, quedaron sistemáticamente prohibidos por el gobierno militar alegando “apología del delito”. Todo eso lleva a pensar ¿qué razones –más allá de las estrictamente delictivas– existían entonces para que, con tal desproporción de fuerzas y armamento, el poder establecido se dedicara con tanto ahínco a apagar ese fuego? ¿Tal vez porque era una amenaza de foco que se agregaba a otros fuegos?
Fue Arturo Jauretche quien analizó cómo la oligarquía crea élites falsas, se vale de plumas colonizadas e impide el desarrollo de un pensamiento nacional, alimentando una superestructura cultural favorable a los intereses de las propias oligarquías siempre funcionales al proyecto extranjero. Es lo que denomina la “colonización pedagógica” que cuenta con la complicidad de los sectores gobernantes a través de la educación y de los medios de comunicación que “cierran” ese círculo perverso que atenta contra los intereses nacionales.
Justamente, y tal como lo hicieran con Sandino, se creó artificialmente la figura de un bandolero, más conveniente para que el poder avanzara sobre él con toda la represión que tanto pedían las “fuerzas vivas” de la sociedad chaqueña (que, según hemos visto, con la Sociedad Rural a la cabeza, ofrecían un recompensa muy alta). Por eso, en el marco de una economía agraria conservadora, los patrones de la estancias –dueños, por entonces, de vidas y haciendas– reclamaban que se pusiera fin a la acción de Velázquez contando con todo el apoyo de la fuerza represiva.
El poder temía, como han temido siempre los grupos privilegiados, que el efecto de la acción de un contestatario, de un hombre que defendía su libertad, pudiera ser imitado por tantos sufridos trabajadores que, viendo todo perdido, tal vez no dudarían en poner en juego lo último que podían ofrecer para cambiar la situación: su propia vida.
Posibles contactos con la guerrilla
También hay que considerar otras versiones. Algunos viejos militantes de la Resistencia Peronista aseguran que Vicente Gauna y, por su intermedio, Isidro Velázquez, habrían entrado en contacto con las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas) a través de Carlos Caride (luego en Montoneros, y que cayó abatido en la década de l970). Al parecer el contacto se habría realizado para obtener armas –desde Paraguay– para la organización guerrillera. Este hecho podría explicar que la vinculación fue el punto de inflexión para que se castigara más duramente a los emboscados en el puente de la traición. ¿Habrá sido por esa misma razón que se instituyera el día 1° de diciembre –fecha en que cayeron bajo las balas de la policía en aquella emboscada ambos fugitivos– como el “día de la policía del Chaco”?.
Pero continuando con Isidro Velázquez y Vicente Gauna, queda por decir qué fue de sus cuerpos, y qué fue de los demás que participaron en los hechos de aquel 1° de diciembre de 1967.
En primer lugar, los cadáveres de Gauna y Velázquez fueron llevados a la comisaría de Quitilipi, donde, expuestos en el patio, fueron manguereados a la vista de los que, todavía incrédulos, negaban (porque no lo querían creer) que estuvieran muertos.
¿Y qué fue de la persona que condujo a Velázquez a la emboscada donde la policía procedió a acribillarlo? La maestra, Leonor Marinovich de Cejas, tanto como su marido, habían sido “convocados” –eufemismo por torturados, que es la expresión correcta– por Wenceslao Ceniquel, por entonces jefe de policía para que participaran “voluntariamente” de los hechos que llevaron a la captura y muerte de Velázquez y Gauna. Justamente Ceniquel, años después, se vio implicado en torturas de detenidos (entre los años 1974 a 1976 en que actuaba en la Brigada de investigaciones de Resistencia).
Tanto Ceniquel como el comisario Pujol, y el Jefe de la policía cap. (RE) Aurelio Acuña, atormentaron a la maestra, a Cejas y Aguilar a fin de lograr que fueran el nexo que permitiera dar con Velázquez. Los torturaron, pero también les prometieron, como premio a su traición, darles la libertad, 2 millones de pesos, un automóvil 0 km, y trasladarlos a cualquier lugar del país manteniendo sus respectivos trabajos. Todo lo costearían la policía y las “fuerzas vivas chaqueñas”.
Tal como referimos precedentemente, los medios de comunicación fueron serviles cómplices de la situación, informando sobre distintos atracos que a veces eran simultáneos y en distintos pueblos a la vez, pero que igual los atribuían a Velázquez y Gauna. El objetivo era generar tal sensación de inseguridad en la población que permitiera justificar y legitimar la represión que se preparaba para su captura.
La muerte de Isidro Velázquez y Vicente Gauna provocó intenso impacto sobre el pueblo humilde, pero no frenó la memoria ni la devoción popular que se concretó –como lo habían hecho antes con Evita– en dejar flores a cualquier tumba “NN” del cementerio de Machagai en la suposición de que en ese lugar podrían estar los restos de El Vengador. También, del lugar donde había estado el quebracho de la tragedia, se llevaron como amuleto alguna astilla o un poco de ceniza, y hasta levantaron un santuario a pesar de la vigilancia. En el lugar nunca faltaron flores y otros tributos y hasta se erigió un pequeño nicho cercano al lugar donde corrió la sangre de los abatidos.
Fue durante la dictadura de Onganía que se hizo trasladar y depositar los cuerpos en un lugar no revelado. Desaparecidos sus restos, desaparecido el quebracho, querían desaparecer su memoria en el sentir popular, pero no pudieron evitar la devoción, más bien lograron el efecto contrario. La memoria de Isidro Velázquez creció. Aquel 1° de diciembre de 1967 nacía el mito que sería acompañado todos los primeros de diciembre por peregrinaciones al lugar donde habían caído abatidos.
Velázquez es el ícono de la lucha contra la injusticia, tal vez habría originado un protomovimiento de guerrilla rural según algunas interpretaciones. La figura del hombre que se levantó contra las arbitrariedades del patrón y de las autoridades. Se atribuye a un comisario provincial (Pujol) haber descrito a Velázquez de la siguiente manera: “Velázquez, con segundo grado aprobado, tenía la rapidez de un guazuncho (1) y la inteligencia de un zorro”.
En el Chaco la población lo llamó “El vengador”, señal evidente de la proyección que realizaban en la persona que, en definitiva, luchaba contra las injusticias que se abatían sobre la parte desprotegida de la población, el que se animaba a ponerle los puntos a una parte del poder económico y político. La fuga permanente de Velázquez de las garras de ese poder fue siempre un pasaje más que a la libertad a la liberación de la opresión.
Velázquez no fue un simple bandido rural. Isidro Velázquez fue víctima de una injusticia social frente a la cual se rebeló y le presentó lucha.
La desaparición de sus restos, confinados vaya a saber a qué lugar, es otra prueba de la injusticia y arbitrariedad reinante que quedó retratada en los versos del chamamé de Oscar Valle:
“sin una vela encendida, sin una flor a su lado, sin una cruz en la tierra hay dos sueños sepultados” (El último Sapucai).
http://la-memoria-de-fuenteovejuna.blogspot.com/
Material consultado:
Videos:
http://www.youtube.com/watch?v=zsG3eTIB0fk
http://www.youtube.com/watch?v=-lkSPt0WOCU&feature=related
Fuentes consultadas:
http://www.justiciaya.org/causas/chaco.htm
http://www.taringa.net/posts/taringa/7542345/Bandidos-rurales-Tema-e-historia.html
http://www.elortiba.org/bandidos.html
http://guiaamarilladeformosa.com/index.php?id=Leer&Nota=136
http://www.el-litoral.com.ar/leer_noticia.asp?IdNoticia=102652
http://www.lagazeta.com.ar/velazquez.htm
http://lieber.com.ar/quiroga/losmensu.html
http://actaliteraria.blogspot.com/2010/06/isidro-velazquez.html
[1] Especie de ciervo de extrema timidez y rapidez para ocultarse, que durante el día permanece en el monte.