#12M15M: no lo pararán. Bruce Lee vs. Charles Bronson

#12M15M: no lo pararán. Bruce Lee vs. Charles Bronson

Quien piense el 15-M con esquemas del pasado y lo asocie a himnos que ya nadie canta seguirá sin verlo ni escucharlo. Los próximos días de movilizaciones no se entonará el “No, no, no nos moverán” de Joan Baez. ¿De dónde les van a mover? ¿De la fábrica de la que les han echado? ¿De la casa que no tienen? ¿De la sede del partido o sindicato en la que nunca entraron? ¿Del palacio de invierno que nadie piensa tomar?

Hasta el 15 de marzo, como ocurrió el 15 de octubre pasado, los indignados demostrarán que son el movimiento regenerador de la esfera pública. Porque esta es democrática si hace posible que surja lo inesperado y, además, porque lo celebra: así demuestra que el juego de "quién representa a quién" no está amañado. Frente a la exclusión de las dictaduras, la democracia da la bienvenida a quien hace política sin pedir permiso. No es este el recibimiento que la fanfarria mediática e institucional ofrece al 15-M.

Ante la hostilidad o el oportunismo de unos representantes cuestionados como tales, los gobernados ejercitarán su derecho a practicar la democracia. Desplegarán con medios propios la denuncia, el debate y el consenso ciudadanos. Diseñarán otras políticas, erigirán nuevas ciudades, gestarán nuevas economías. Materializarán, aunque se lo nieguen, la fértil coexistencia de formas democráticas diversas.

Quienes gestionan la mayoría electoral tendrán que tener presente a la mayoría social. El 15-M demostrará que esta (sí, sobre todo, esta) democracia representativa (que cesa e impone gobernantes a toque de mercado) no es un modelo único que pueda arrogarse el monopolio de la voz ciudadana. Y que, en ningún caso, debe ser excluyente, menos aún hostil. Al contrario, el parlamentarismo cobra calado si convive con otras formas de democracia que conceden más valor a la palabra que al recuento, al consenso que a la mayoría, al compromiso que al voto sin restarles un ápice de importancia. Quienes gestionan la mayoría electoral tendrán que tener presente, al menos enfrente, a la mayoría social. Tras la despedida del PSOE y un año de recortes que el PP negó en campaña, está claro que representan más o menos a los mismos: +/- 1% de la población, respectivamente.

El 99% restante recorrerá las calles y retomará las plazas para celebrar la democracia que le es negada. Exigirá transparencia y rendición de cuentas a los responsables y beneficiarios de esta crisis. Demandará participar en el debate y en la toma de decisiones. Cobrará presencia transformadora, exponiendo con cuerpos, máquinas y códigos las mil iniciativas fraguadas durante este año: la auto ayuda en los desahucios, las cooperativas, los medios auto-gestionados, las mareas de verde (educación), azul (agua), blanco (sanidad), violeta (feminismo), roja (parados)… que, por primera vez en este país, contemplan los derechos sociales no como concesiones del poder, sino como conquistas a defender. Y que, yendo un paso más allá, las piensan expandir con nuevos contenidos y métodos participativos.

Será más que una puesta en escena y ojalá el 15-M no caiga en la diseñada por el gobierno y la oposición. El primero quiere borrarlo del mapa, promoviendo un clima de miedo, un frente de borrascas que enfríe la temperatura social, la ebullición de protestas y propuestas.  Lo tienen difícil: se anuncia un fin de semana muy caluroso. Y también sudará lo suyo la oposición, que espera llevarse al 15-M, una vez apaleado, a su único terreno (las urnas) tras dejarlo en tierra de nadie. Las ordenanzas municipales que prohíben las reuniones ciudadanas e incitan a la delación vecinal de los desobedientes están vigentes en varios ayuntamientos del PSOE(-PP). Ambos partidos coinciden en administrar el castigo con generosidad y los derechos con cicatería. Así harán también sus cálculos. El gobierno se apuntará las bajas “del enemigo”. La oposición computará los votos venideros. No han entendido nada. Siguen con las cuentas de la vieja… democracia.

No pararán el 15-M, ni en las barricadas ni en las urnas

No pararán el 15-M, ni en las barricadas ni en las urnas, porque este movimiento es contrario a todo inmovilismo. Se hace al recorrer los trayectos que traza. Es una red descentralizada que se teje construyendo comunidades autónomas; nodos sin jerarquías pero cohesionados. No se puede parar un movimiento que propone una transición permanente protagonizada por la sociedad civil, frente a la transacción pactada desde la derrota. La capitulación como punto de partida y de llegada. La victoria de los mismos de siempre.

No pararán el 15-M porque no habrá trincheras en el espacio público, sino espacios liberados frente al búnker. Las sentadas, no las barricadas, abren el camino. Porque los cuerpos, no los adoquines, se abrazan frente a la amenaza de los uniformados. Les miran, interpelan… exigen respuesta. Se alzan y abren nuevas sendas.

No pararán el 15-M porque las primeras plazas a defender son las de las escuelas y los hospitales. Y porque la multitud sabe que todo espacio de democracia es siempre temporalmente autónomo. Por eso buscará, como el agua, otros cauces por donde fluir. Frente a Charles Bronson, Bruce Lee: “be water my friends”.

Amigos, celebren la democracia que, con todo el derecho del mundo, están ustedes reiniciando.

No, no, no pararán el agua del que bebe un presente que desde hace un año fluye en clave de futuro. El futuro abierto de la democracia, el régimen que hace posible lo imprevisible y materializa aquello que su ciudadanía se atrevió a soñar. Y que idealizó tanto que cuando lo tuvo entre sus brazos parecía ficción.

Recuerden el 15-M de la primavera pasada, cuando se encontraron haciendo la revolución que, como aquel amor tan deseado, parecía irreal. Están a tiempo de reconocerle el gozo que nos ha entregado y los placeres por descubrir que nos ofrece. Amigos, celebren la democracia que, con todo el derecho del mundo (nunca mejor dicho: serán miles las ciudades en pie) están ustedes reiniciando. Por si no se lo han dicho todavía, el código de la libertad se abrió de nuevo hace un año.

* Víctor Sampedro es Catedrático de Opinión Pública. Publicado en “Público”

 

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