140.000 millones y la política fue pornografía

140.000 millones y la política fue pornografía

Domingo Sanz. LQS. Agosto 2020

El miedo a perder el control de todo ha llegado a desquiciar a los profesionales del sector, esos que elegimos en las urnas, sucesos extraordinarios como las lluvias de dinero nos muestran desnudos colectivos, que son capaces de despertar hasta las miradas más dormidas

No hemos llegado hasta aquí para definir lo que es y no es la pornografía, pues “doctores tiene la Iglesia”, como piensan los prudentes. Propongo la solución de consenso que dice que es un teatro donde la imaginación la ponen los espectadores y en el que sus protagonistas realizan unos actos que, marcados por el encanto de lo repetitivo, si muchas de las personas que hacen lo mismo, pero sin cobrar, supieran que están siendo observadas, fracasarían de inmediato.

En la pornografía el teatro se da por supuesto entre ambas partes, actores y espectadores, y que cada uno lo disfrute como quiera. En cambio, en política, por mucho que desde nuestro patio de butacas califiquemos de teatro lo que vemos, quienes gobiernan el escenario justifican sus comedias y tragedias como imprescindibles para nuestra supervivencia.

En condiciones normales, quienes siempre pagamos entrada solo podemos ser testigos de algunos, muy pocos, de los momentos más pornográficos de esta profesión. Me refiero a la política.

Pero en circunstancias dramáticas como las actuales, en las que el miedo a perder el control de todo ha llegado a desquiciar a los profesionales del sector, esos que elegimos en las urnas, sucesos extraordinarios como las lluvias de dinero nos muestran desnudos colectivos, aunque enmascarados, que son capaces de despertar hasta las miradas más dormidas. Siempre con nuestros impuestos, faltaría más, financian una especie de ego porno tan vacío de arte y contenido que, si tuvieran que competir, fracasarían en todas las pantallas.

Destacan, en este concierto de vergüenzas al aire, los dos más poderosos políticamente hablando, Felipe VI y Pedro Sánchez por este orden, pues el rey está blindado por el sistema que defiende el presidente y, como contra eso no hay quien pueda, ya se sabe quién quedará primero.

Se trata de dos personajes sobre los que nos consta que, desde “hace un año”, están unidos para siempre, al convertirse en cómplices de ocultación a la justicia del delito, como mínimo fiscal, continuado y de gran tamaño, cometido por el padre del blindado.

Para administrar el negocio nacido de esa complicidad, y siendo dominante el rey, al presidente del gobierno no le queda más remedio que hacer lo que sea, algo que en tiempos de pandemias y distanciamientos está condenado a convertirse en porno del más cutre, pero cualquier cosa vale para que Felipe VI intente esquivar las consecuencias de la corrupción absoluta que ha envenenado a su familia, la “Real”, y que cualquier día, gracias a los detalles que una tal Corinna va destilando, le condenará socialmente para siempre, por mucho que la ni la política “democrática” ni la independiente justicia españolas se atrevan jamás a tocarle un pelo.

De momento, ya circula por ahí que Juan Carlos I le compraba cosas muy caras y le hacía entregas de dinero a Felipe VI, y no eran en concepto del “sueldo” semanal que todo padre que se precie, y pueda, hace a sus hijos pequeños para que aprendan a administrarse.

¿A que, si nos la pagan por anticipado, todos renunciríamos a cualquier herencia?

Contesta y confiesa, Felipe VI, o también fuiste un despreciable embustero el 15 de marzo.

Mientras esperamos al rey, volveremos a la pornografía gubernamental.

A Pedro Sánchez, más contento con sus 140.000 millones para ganar las próximas elecciones (seré mal pensado) que Cary Grant cuando Mae West le dijo lo de la pistola y no estaban rodando una película, la primera porno escena que se le ocurrió fue abarrotar con sus 120 escaños su trozo de hemiciclo del miércoles 29 para que los aplausos sonaran como cuando millones de personas no estaban obligadas a distanciarse, incumpliendo descaradamente el PSOE el acuerdo sobre los diputados que deben asistir a los plenos adoptado por la Mesa del Congreso.

Y dos días después, el viernes 31, la segunda y muy costosa porno escena, dirigida esta vez tan por el propio Sánchez en persona que hasta tuvo que cartearse con dos de los que se negaban a asistir. Consistió en hacerse una foto con Felipe VI con la excusa de una reunión de cinco horas con los presidentes de las CC.AA. y por fin hemos descubierto el motivo de que la asistencia fuera presencial y en ningún caso telemática, como manda la protección de la salud en medio de una pandemia. Se trataba, única y exclusivamente, de esa foto. Una imagen que, en realidad, solo es uno más de los pagos del presidente al rey a cuenta del negocio formalizado “hace un año” entre ambos cómplices, al que nos referíamos unos párrafos más arriba.

Un pago más de ese pacto de auxilio mutuo que rige entre rey y presidente, como lo ha sido el irresponsable periplo por provincias que ha protagonizado con Leticia, pues durante los paseos monárquicos han podido producirse decenas de contagios que ningún Fernando Simón ha ordenado vigilar. Si no fueran quienes son, el rey y su señora estarían ahora mismo en la cárcel por reincidentes en la celebración de concentraciones peligrosas para la salud de todos, y Pedro Sánchez también, por consentirlas y financiarlas.

Al final, solo Torra se negó a la foto en San Millán de la Cogolla, para “no prestarse a blanquear a la monarquía”, según dejó por escrito, aunque muchos medios de la “monarquía con urnas” que funciona en España han ocultado ese texto bomba de su respuesta.

Una misiva de Torra a Sánchez que podemos colocar en el panteón de los desnudos eternos sin un milímetro de pornografía.

En cambio, Urkullu, que no quería ir porque Sánchez había incumplido no se qué acuerdos anteriores, acudió en el último minuto, y de manera sorpresiva, con la doble excusa de que acababan de firmar otro acuerdo con Sánchez, gran triunfo, sin duda, y que también la cita le pillaba muy cerca. Que lo pude escuchar de su boca tapada.

Las preguntas a ambos pactistas son inevitables:

¿Convocó en La Rioja por si Urkullu dudaba, señor Sánchez?

¿Hará usted, señor Sánchez, con el nuevo acuerdo para una foto como lo que hizo con el que firmó con otros vascos sobre la Reforma Laboral, esa vez para unos votos en una prórroga de un Estado de Alarma?

Y usted, señor Urkullu, teniendo en cuenta que hace mucho tiempo el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictó la sentencia que anulaba la inhabilitación de su competidor Arnaldo Otegui, y que la “independiente” justicia española ha tardado en trasladar a España los efectos de esa sentencia justo los meses necesarios para que la inhabilitación ilegal del de EH siguiera vigente y no pudiera presentarse a las elecciones vascas del 12 de julio que tanta prisa tuvo usted en convocar, no debería ofenderse usted, señor Urkullu, si le pregunto lo siguiente:

¿Se siente tan en deuda con las cloacas de España como para ir a San Millán solo a fotografiarse con un rey al que, según todas las encuestas, los vascos, las únicas personas a las que usted representa, rechazan muy mayoritariamente?

No soy nada experto en pornografía, y no se en cual de sus especialidades podría encajar la asistencia de este lehendakari a la sucesión de guarrerías que hemos contemplado en un Monasterio de La Rioja.

Otra vez, como tantas, se nos ha acabado el tiempo.

Pero volveremos, y cuando lo hagamos será con la intención de medir el tamaño de un pene mental alimentado con 140.000 millones de euros distintos a los habituales.

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