Un recuerdo: 15 años del adiós de Gila

Un recuerdo: 15 años del adiós de Gila

Gila-LoQueSomos-TDaniel Alberto Chiarenza. LQSomos. Julio 2016

El 12 de julio de 2001 moría el humorista español Miguel Gila Cuesta, conocido popularmente por “Gila”.

El actor cómico madrileño fue el creador de un estilo muy personal. Vivió una vida plagada de peripecias, sufrió la censura franquista y, por ello, se exilió en Buenos Aires.
Una definición: “El humor es como el amor, que ni Freud consiguió definirlo. El que yo hago es la maldad de los hombres contada con la ingenuidad de los niños, o al revés”.

Anduvo por medio mundo con algo indispensable en sus sketchs: el teléfono que llevaba a cuestas. Nació en Madrid y murió en Barcelona. Las giras del humorista Miguel Gila fueron riquísimas en anécdotas. En el imaginario popular quedará para siempre una frase suya: “¡Que se ponga!”, y por su natural distinción que no abandonó un perfil bajo.

Gila entusiasmó con un humor españolísimo, pero a su vez universal a la Buenos Aires de los 60, con la que compartía un estilo corrosivo y sutil. Comenzó su carrera como dibujante en la revista humorística “La Codorniz” y desde ahí se dedicó a hacer reír. Con su padre ya muerto, estudió en un colegio religioso y las dificultades económicas familiares lo obligaron a abandonarlos a los trece años. Trabajó como pintor de coches. Estudió mecánica de aviación y trabajó en los talleres de Barcelona en que se montaban aviones. Tenía 17 años cuando comenzó la Guerra Civil (1936). Militante de las Juventudes Socialistas, intervino como voluntario. En Valsequilla (Córdoba), puesto frente a un pelotón de ejecución, pudo salvar la vida, porque el fusilamiento fue al anochecer de un día lluvioso y los rifleros estaban borrachos, por eso no le acertaron los disparos. Gila se hizo el muerto y huyó. Pero, en diciembre de 1938, fue hecho prisionero y pasó por varios penales. Quedó en libertad. Desde allí se tomó la vida de otra manera. Y creció en él un sentimiento antimilitarista que le llevó a decir que tenía “un profundo y tremendo rencor hacia todos los militares”.

Incursionó en el periodismo en el diario Imperio de Zamora y en Radio Zamora, transmitía partidos de fútbol. En 1942 comenzó con sus colaboraciones en La Codorniz, que duraron hasta 1951, bajo el seudónimo de “XIII”, pero luego fue “Gila”. Un día se convirtió en humorista oral al animarse a leer un monólogo en un teatro madrileño. Debutó en cabarets, con unipersonales de tipo surrealista, contando extrañas historias de guerra (“oiga, ¿es la guerra?” –pregunta al teléfono–, ¿está el enemigo?, ¡que se ponga!”, entre otros). Su humor se popularizó en radio y en televisión, contribuyendo a ello la representación que hacía del tipo “español”, con el traje negro, camisa roja, la boina y pegado constantemente al teléfono. Por un comentario en Radio Madrid, en 1956, sobre una noticia según la cual en España no había presos políticos, fue suspendido seis meses y multado con cien mil pesetas. No podía trabajar, pero aprovechó ese tiempo para escribir. Publicó varios libros: La Jaleo, el bizco y los demás, Un borrico en la guerra y el autobiográfico Un poco de nada, y su talento también fue requerido para el cine. Trabajó en unas treinta películas, entre las que merecen destacarse Sor Angélica, Mi tío Jacinto y Botón de ancla.

Paseó su humor por todos los países de América Latina. También se presentó en Francia, Italia y el norte de África. En 1968 se autoexilió en Buenos Aires, donde fijó su residencia hasta 1985, cuando regresó definitivamente a España. También vivió durante este período en Cuba, Chile, México, Uruguay y Paraguay. Durante esta etapa trabajó en radio, televisión y llegó a formar su propia compañía de teatro, con la que interpretó en México Yo escogí la libertad (1972) y en Buenos Aires Los cuernos de don Friolera (1973) y La pirueta. Muchas veces le pidieron una definición del humor. Una vez dijo: “Es difícil definirlo. Es como el amor, que ni Freud consiguió definirlo. Pero diría que el humor que yo hago es la maldad de los hombres contada con la ingenuidad de los niños, o al revés”.

Gila sufría una enfermedad pulmonar y murió a los 82 años, en una clínica de Barcelona, debido a una insuficiencia respiratoria.

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