23-F, el guarismo golpista
El 18 de Julio de 1939, el general Francisco Franco, caudillo de la España sublevada contra el régimen democrático de la Segunda República, proclamaba en la Capitanía General de Burgos la victoria de las fuerzas fascistas reunidas. Era el final de la guerra civil de trincheras y cañones. Para unos comenzaba el largo y tortuoso camino del exilio y un interminable silencio. Mientras que, para los ganadores, se iniciaba el saqueo consentido de la patria como botín.
Luego de las largas décadas de dictadura militar, Franco murió en una cama del hospital La Paz. A continuación se iniciaría un proceso de transición a una democracia homologable, no exento de sobresaltos: atentado contra el almirante Carrero, los asesinatos de Atocha, etcétera. Había que infundir miedo, para que el cuerpo social se tragara mejor la medicina.
España no podía renunciar al esperpento. Forma parte de su esencia como nación. Por eso, tal día como hoy hace 33 años que se produjo el “Golpe de Tejero” o autogolpe palaciego, como queramos denominar. El Congreso secuestrado a punta de metralleta, los tanques en la calle, la trama civil ultraderechista. El papel de la monarquía…en fin, todos los ingredientes necesarios en estos retratos. Incluso el detalle de que los números golpistas de la Guardia Civil -militar, por supuesto- llegaron en autobuses "La Sepulvedana".
A algunos no nos cabe la menor duda sobre la planificación y ejecución de esta charada. Hay libros de investigación y blogs que lo dicen claramente. Pero, para los que aún tienen dudas, baste con emplear la clásica fórmula del crimen: ¿A quién benefició principalmente el 23-F?
Una vez esbozada la respuesta, podremos explicarnos mejor lo que hoy está pasando en materia de corrupción generalizada. Empezando por la Casa Real.