30 de marzo de 1948: se inaugura en Bogotá la Novena Conferencia Interamericana
Por Daniel Alberto Chiarenza*
En febrero de 1948 Gaitán encabeza en Bogotá una manifestación: según las apreciaciones sumaba aproximadamente 100 mil personas se congregaron en silencio en la Plaza Mayor de Bogotá para pedir paz y respeto a los derechos humanos.
Un liberal “revolucionario” (y no anarcocapitalista) llamado Jorge Eliécer Gaitán encabeza “el Bogotazo”
“Así como Fidel Castro o el ‘Che’ Guevara, la de Jorge Eliécer Gaitán fue una figura de gran relevancia para la política latinoamericana durante la década de los 40. Jurista de profesión, abogado, escritor y político, fue uno de los grandes líderes del Partido Liberal Colombiano y el responsable de partir en dos la historia de Colombia durante esos años”. Santiago Díaz Benavides, columnista literario de Infobae
A fines de 1947 el liberal –el cual podría considerarse un hombre de Izquierda, dada las particulares características de esa Fracción del Partido Liberal que él lideraba; es más algunos años después su hija lo calificaría como socialista- Jorge Eliécer Gaitán presenta ante el presidente colombiano, Mariano Ospina Pérez –del Partido Conservador Colombiano, en su formalidad más moderada, denominada también “ospinapastranismo”-, un nuevo memorial de agravios. Gaitán ordena a los liberales retirarse de los puestos públicos e invita al pueblo a hacer ostensible el duelo por las matanzas y persecuciones de las cuales eran objeto.
Una gran manifestación desfila frente al palacio municipal portando banderines negros. El gaitanismo se hacía cada vez más fuerte, crecía en popularidad frente a la política del gobierno conservador y a la oligarquía liberal. Era seguro que ganaría las elecciones de 1950, devolviendo el poder a los liberales del sector reformista, y abriendo las puertas a la temida corriente de transformaciones. El entusiasmo se va a mantener hasta el 9 de abril de 1948, día en que Gaitán fue asesinado.
Gaitán, previa consulta, insiste en la posición del partido liberal de abstención en el gobierno, pero favorable a la intervención del partido liberal progresista en la Novena Conferencia Panamericana que se organizaba en ese tiempo. Como coordinador de la misma fue nombrado Laureano Gómez, jefe titular del partido conservador que representaba a los elementos más fanáticos y pro-clericales, quien al mismo tiempo es nombrado canciller por Ospina. La Conferencia Panamericana se reunió el 30 de marzo de 1948 en un clima tenso. El general Marshall abre las sesiones. La violencia ya sacudía a algunos departamentos colombianos. Campeaba un aire de revolución.
Los Estados Unidos, interesados en producir un movimiento de unidad continental, por supuesto que ficticio y bajo la jefatura de ellos, influyó en que Nicaragua, donde se había roto el equilibrio democrático e imperaba una abierta dictadura, que no vaciló en mantener hasta la muerte al presidente “legal”, promoviese la aprobación de algunas resoluciones, entre ellas la número 35, mediante la cual se legitimaría cualquier gobierno de hecho (todo lo contrario a lo que más de 60 años después defendería la UNASUR, la legitimidad de los gobiernos componentes) y, por consiguiente, cualquier dictadura.
En febrero de 1948 Gaitán encabeza en Bogotá una manifestación: según las apreciaciones sumaba aproximadamente 100 mil personas, que se congregaron en silencio en la Plaza Mayor de Bogotá para pedir paz y respeto a los derechos humanos. En esa oportunidad Gaitán expresó: “Señor presidente: no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que avergüenzan ante propios y extraños. Os pedimos tesis de piedad y de civilización. Os pedimos que cese la persecución por las autoridades… Impedir, señor presidente, la violencia. Sólo os pediremos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo”.
Es la llamada “Oración de la Paz”.
A las clases desposeídas se les ofrecía ante su vista el contraste entre su pobreza y la fastuosidad y dilapidación que hacía el gobierno para la Conferencia. Finalmente a Gaitán no se le permite intervenir en la misma y él era, en ese momento, el líder indiscutido del partido liberal.
Nos cuenta Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina: “La violencia había empezado como un enfrentamiento entre liberales y conservadores, pero la dinámica del odio de clases fue acentuando cada vez más su carácter de lucha social”.
Por esa razón la conferencia de Bogotá tuvo un epílogo violento. En presencia del general Marshall, secretario de Estado de Estados Unidos, estalló la terrible explosión de ira popular, provocada por el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán –el caudillo liberal a quien la oligarquía de su propio partido, entre despectiva y temerosa, llamaba “El Lobo” o “El Badulaque”-, y se varió sustancialmente el hipócrita clima de coordinación democrática hasta ahí imperante. Entre los fogoneros del “bogotazo”, que es como se conoce a aquella explosión incontenible de las masas populares, estaba un joven estudiante cubano llamado Fidel Castro Ruz, quien -aseguró la hija de Gaitán- eran amigos con su padre de anterior data. Enseguida la violencia derivó al campo, donde, desde hacía un tiempo, las bandas organizadas por los conservadores venían sembrando el terror.
La Declaración de Bogotá fue un punto negro en las relaciones intercontinentales, un mentís a la política del occiso Franklin D. Roosevelt y un grito de aliento al retorno de las dictaduras militares, como no tardó en ocurrir.
“El que sentencia una causa sin oír la parte opuesta, aunque sentencie lo justo,
es injusta esa sentencia”. Jorge Eliecer Gaitan
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