A Fernando Conde, de un “terrorista” antitaurino
De los que matan con la palabra Abolición.
Escribir es lo que tiene: en la libertad para hilvanar palabras radica el derecho de construir frases dotándolas del sentido que se quiera, aunque sirvan para decir falacias o memeces. Si además se cuenta con un medio de comunicación cuya línea editorial no se traza sobre la deontología de la ética, sino encima de la moral panfletaria al servicio del conservadurismo, se cierra el círculo de tinta contra los heréticos que aseguraban que la Tierra no era plana y que el sol no giraba a su alrededor.
Fernando Conde, Inquisidor Mayor en el ABC, titula “Terrorismo Antitaurino” un pliego de cargo contra el movimiento abolicionista de la tauromaquia. Y aprovechando que en la Plaza de la Cebada había más de una horca, cuelga del gaznate también a quienes critican la caza e incluso a las protectoras. Sí, a esos refugios a los que van a parar los perros que tampoco tienen cabida en el peculiar universo de compasión de este columnista.
Hay que reconocer que el Señor Conde ha hecho verdaderos malabarismos retóricos y no ha mentado ni una sola vez la palabra tradición. Eso sí, la corteja con galanteos que hablan de “fermento de incontables expresiones que enriquecen el lenguaje y encumbran la literatura”, y con requiebros hacia el arte, la escultura, la arquitectura, la pintura y las elegías más conmovedoras.
Decía Platón que debemos buscar para nuestros males otra causa que no sea Dios. Don Fernando deja a la vista las costuras de la reflexión, y los transforma en virtudes en nombre de la usanza y la solera. Lo hace mientras asegura que él ni torea ni es torero. Nos lo creemos, su papel es el de amanuense de la contrarreforma y de indexador de vagos y maleantes antitaurinos.
Menciona la doble moral de éstos, pero nada dice de aquella que convierte la violencia en espectáculo y a los niños en espectadores. Afirma que se pasan el derecho a la libertad de expresión y de gusto por el arco del triunfo, pero rehusa explicar a qué queda reducido el derecho del toro a vivir, o si el gusto justifica toda acción, porque ha habido individuos cuyos quimiorreceptores se deleitaban con la contemplación de humanos devorados por leones o practicando la pedofilia.
Y lo utilizar el término terrorismo le ha quedado al Señor Conde muy al estilo del Dictador Videla cuando declaraba: “Un terrorista no es solamente alguien con un arma de fuego o una bomba, sino también alguien que difunde ideas contrarias a la civilización occidental y cristiana”.
Pero en su caso todavía se enfanga un poquito más, porque las ideas que le provocan úlceras de modernidad a este hombre son aquellas que van de la mano de la Ilustración.