Afganistán: Los nuevos salvajes
Por Guadi Calvo*. LQSomos.
Sin duda, para Ibrahim al-Qurashi, líder del Daesh, tras la muerte en 2019, de su fundador Abu Bakr al-Baghdadi, ha llegado su hora más crucial, medirse con los campeones invictos, ejemplo y guía de todos los muyahidines del mundo
Mientras ya nos vamos habituamos a la victoria del Talibán, y a verlos poner “orden” en Kabul y tras pautarlo con los norteamericanos, también en los alrededores del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de la capital afgana (más de 170 muertos en el ataque en las afueras del aeropuerto de Kabul que se atribuye Estado Islámico), lo que ha generado miles de especulaciones acerca de cuál será finalmente el camino a tomar por los hombres del mullah Haibatullah Akhundzada, con la misma certeza con que se adivina qué número saldrá en la lotería.
Las informaciones sobre Afganistán, atiborran todas las redacciones del mundo, y los talibanólogos, emergen desde las penumbras oscureciéndolo todo, para agregar quizás más confusión a la que ya existe en el Karzai. Aunque para confundir al mundo ni, siquiera se necesitan sus malas interpretaciones, solo con la información llegada de las fuentes más confiables alcanza.
Con el anunció del presidente Joe Biden, sobre que la presencia de sus “muchachos” finalizara el 31 de agosto, provocó la aceleración de los miles de desesperados que todavía no han podido abandonar el país y se arriesgan a la cada vez más peligrosa aventura de llegar al aeropuerto. Donde al comenzar esta nota “solo” se habían producido ocho muertes, una verdadera bicoca, si se tiene en cuenta los recientes reportes que confirman que dos atacantes suicidas, acompañados de varios hombres armados, perteneciente al capítulo afgano del Daesh (Estado Islámico) conocido como Wilāyat (provincia o gobernación) Khorasan que lograron infiltrase en las filas de los desesperados que intentaban alcanzar uno de los vuelos, terminaron hasta ahora asesinando a 160 civiles y cerca una docena de militares norteamericanos, además de 150 heridos, lo que fue calificado, por el general Frank McKenzie, comandante del Comando Central de Estados Unidos y oficial a cargo de la operación de evacuación, como si nadie se hubiera dado cuenta, como una “falla” de seguridad.
Este hecho, sin duda coloca al presidente Biden, en una encrucijada verdaderamente insalvable, o se replantea la prolongación de la larga estadía en el país centroasiático, lo que provocará el enojo de los mullah, quienes ya habían advertido en la reunión (secreta) del martes pasado en Kabul, entre el director de la CIA, William Burns, con el líder político del talibán el mullah Abdul Ghani Baradar, con el que evaluó la progresión de las operaciones de evacuación y anti terroristas. Tras lo que Baradar, más allá de las escabrosas escenas que se estaba dando entonces en el aeropuerto, nada a comparación de lo esta tarde, y en sus cercanías, había aclarado que no tolerarían la extensión al plazo del próximo martes 31, para finalizar el retiro de todas las tropas extranjeras: más de 6 mil, efectivos norteamericanos enviados tras la caída de Kabul, para controlar las operaciones de evacuación, junto otros 600 soldados sobrevivientes del ex Ejército Nacional Afgano (ENA) que permanecieron en el aeropuerto junto a los norteamericanos. Si el mando talibán permitiese extender el plazo que vence el próximo martes, y si cada vez más exangüe el plafón político del presidente norteamericano lo tolerara, no se puede calcular cuánto más podrían permanecer en Kabul.
De ir por la negativa tanto el Talibán como el “plafón”, Biden tendrá que terminar mucho antes del martes la retirada. Embarcando a su tropa y dejar que el Talibán que resuelva a su antojo las viejas puyas con el Daesh, y con respecto a los 37 millones de afganos, bueno en una tierra sagrada que Dios los ampare. Las últimas informaciones indicarían que el presidente norteamericano habría optado por mantener su palabra y finalmente cerrar este trágico y largo fracaso.
De ser así las escenas que nos preparamos para ver, no mentirá, sin duda no veremos nada, de no mediar algún corajudo usuario de celular que se arriesgue a grabar el pandemónium que tenemos a la vuelta de la esquina. Si se decide que la evacuación terminó y los casi 300 mil afganos, colaboracionistas y familiares directos de ellos, cuyas vidas están corriendo un serio riesgo, verán desde tierra partir su última esperanza, muy cerca de a sus inminentes verdugos.
Hasta antes de este último ataque, las posibilidades de alcanzar una plaza eran escasas, cuando un avión partía, según se dice, cada 39 minutos y ya era más de 90 mil las personas que habían conseguido evacuar. Mientras que los europeos, afirmaban que no todos los afganos en riesgo de ser castigados por haber colaborado con los “infieles” podrían no llegar a escapar de los rigoristas. Una cuestión extra para aquellos que intentan huir, es que sus pasaportes tienen algún cuestionamiento de las autoridades tanto norteamericanas como europeas que prácticamente al pie de los aviones los verifican. Sin duda el atentado lo cambió todo y el acceso al aeropuerto será todavía mucho más riguroso, lo que significa finalmente más tiempo, que es lo más escaso en esta situación.
Desde el martes pasado habían comenzado a registrarse denuncias acerca de que los talibanes, estaban obstaculizando el acceso al aeropuerto, versión que había sido negada por los mullah, y que el propio Biden, había dicho que los talibanes estaban tomando medidas para ayudar, señalando que el riesgo cada vez más “agudo y creciente”, era un ataque por parte del capítulo regional Daesh o Estado Islámico. Una buena para el 46 ocupante de la Casablanca, finalmente acertó.
Yo el peor de todos
Parece decir la Wilāyat Khorasan, que ahora enfrenta al Campeón Mundial de todos los pesos del terrorismo internacional: el Talibanes. Sabiendo que esa pelea que no será trasmitida, será seguida con mucha atención, por lo que más le importa al Daesh, la multitud de organizaciones que le han jurado baya’t (lealtad) a lo ancho del mundo y que cuenta con filiales desde Nigeria a Filipinas y de Mozambique a China.
Sin duda, para Ibrahim al-Qurashi, líder del Daesh, tras la muerte en 2019, de su fundador Abu Bakr al-Baghdadi, ha llegado su hora más crucial, medirse con los campeones invictos, ejemplo y guía de todos los muyahidines del mundo.
Muchos descubren hoy la presencia del Estado Islámico en Afganistán, o como prefieren nombrar a esa mítica región conocida como Khorasan, (Tierra del sol) una provincia del antiguo imperio persa, que también conformaron partes de Irán, Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, Pakistán e India, que en realidad se encuentra en el país centro asiático desde 2015, tras ser trasportado hasta el norte afgano, según, la inteligencia iraní por los norteamericanos, que desde Irak y Siria sacaron a veteranos de esas guerras a veteranos chechenos, azerbaiyanos y turcomanos, a los que más tarde se le sumaron comandantes descontentos del Tehrik-e Taliban Pakistán (TTP), y talibanes afganos de rango menor.
Conformando una fuerza cercana a los dos mil hombres, con los que libraron importantes batallas con el Talibán como la de Darzab, en la norteña provincia de Jawzjā, entre 12 de julio y el primero de agosto de 2018, en la que la mayoría de los participantes del Daesh, fueron ejecutados. También en la provincia de Helmand, junto a Pakistán, epicentro de la producción de opio y heroína, en una batalla entre ambas fuerzas murieron 150 combatientes.
LaWilāyat, recientemente fue incrementada por cientos de militantes que permanecían en prisiones del régimen del ex presidente Ashraf Ghani, entre los que se encontraba su emir Aslam Farooqi, detenido en marzo del 2020, tras el ataque contra el Gurdwara (templo) sij de Har Rai Sahib, que dejó 50 muertos, (Ver Afganistán: Bienvenido mister Biden). Farooqi, había sucedido en julio de 2019 a Abu Omar Khorasani, tras ser detenido y según los talibanes ejecutado en la cárcel el pasado el pasado 20 de agosto.
Según algunas informaciones algunos contingentes de la Wilāyat Khorasan estaría agrupándose en la provincia de Nangarhar, próxima la frontera con Pakistán, entre los que estaría Farooqi, mientras otras khatibas (brigadas) se encontrarían en la provincia de Laghman, a 150 kilómetros al este de Kabul.
Si bien de manera intermitente la Wilāyat Khorasan, no ha dejado de estar presente en Afganistán con resonantes atentados particularmente en Kabul, cebada contra la minoría étnica hazara de fe chiita. Entre sus operaciones cuentan el ataque contra un hospital pediátrico, ubicado en un barrio de mayoría chiita en mayo del año pasado, en el que murieron al menos a 24 personas, incluidos recién nacidos y madres. En ese año el dos de noviembre realizaron un ataque contra la Universidad de Kabul que produjo al menos 22 muertos y un bombardeo con cohetería contra el aeropuerto de Kabul, un mes después.
Según expertos de Naciones Unidas, en los primeros cuatro meses de este año ejecutaron 77 atentados entre los que se cuenta el ataque del ocho de mayo, contra la escuela de niñas Sayed ul-Shuhada, en Dasht-e-Barchi, un suburbio al oeste de la ciudad Kabul, habitado mayoritariamente hazaras chiís, donde murieron unas 65 personas y más de 130 resultaron heridas, la mayoría alumnas de la institución. (Ver: Kirguistán-Tayikistán, algo más que una guerra por el agua.)
El accionar de la Willat Khorasan, y su compromiso con la violencia aleja todavía más la paz de Afganistán ya que para los milicianos, que crean que con la victoria el Taliban podrían ablandarse, tiene como refugio a los nuevos salvajes.
* Escritor y periodista argentino. Publicado en Línea Internacional
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