África y el mercado del cine global
Cannes vuelve a inundar las portadas de la prensa internacional de alfombras rojas, celebrities glamurosas, distribuidores al acecho del último Blockbuster y algún que otro manifiesto humanitario ocasional. En un año en el que el festival apuesta por grandes autores para hacer frente a la crisis (Kiarostami, Cronenberg, Karax, Vinterberg, Salles, Loach, Audiard, Reygadas, Mugiu, Garrone…) África, de nuevo, es la gran ausente. Tras el breve espejismo que supuso el premio especial del jurado en 2010 al chadiano Mahamat-Saleh Haroun por su Un homme que crie los números de esta edición no mienten: sólo tres películas se han colado entre las seleccionadas. La egipcia Aprés la bataille de Yousry Nasrallah compite por la Palma de oro, mientras que la senegalesa La Pirogue, de Moussa Touré (Senegal) y la marroquí Les Chevaux de Dieu de Nabil Ayouch forman parte de la sección no competitiva. Ni siquiera pequeñas gotas de reconocimiento como la distinción del proyecto Des étoiles de la franco-senegalesa Dyana Gaye en el Atelier Du Festival o la presentación hoy en el Pavillon des Cinémas du Monde de Africadoc Network, plataforma internacional de desarrollo y cooperación del documental de creación en tierras africanas, consiguen atenuar el punzante olvido de los cines africanos subsaharianos por los organizadores.
Incluida en la sección fuera de concurso Un Certain Regard, La Pirogue (Moussa Touré, Senegal/Francia, 2011) es una historia dramática sobre el fenómeno migratorio actual y que, a juzgar por la sinopsis recogida en la página Web del festival, nos toca especialmente desde esta orilla del Atlántico.
Reza así: Un pueblo de pescadores en las afueras de Dakar, del cual parten muchas piraguas. Luego de una travesía que puede resultar asesina, las embarcaciones llegan a las islas Canarias en territorio español. Baye Laye, capitán de una piragua de pesca, conoce bien el mar y no desea partir, pero no tiene alternativa y deberá llevar a España a 30 hombres que no se entienden entre ellos, algunos de los cuales nunca han visto el mar… y ninguno sabe lo que les espera.
Para ver la realización fílmica de esta dura y sugerente trama quedamos a la espera de que La Pirogue alcance nuestras pantallas vía festivales especializados, pues es sueño improbable que una producción similar logre distribución comercial teniendo que competir con thrillers sanguinolentos, comedias inocuas y fábulas en 3D al antojo de todos los públicos…
Podemos, mientras tanto, situar este relato de Traoré en conexión con una oleada de películas que, en los últimos años, se han venido ocupando de la épica de la emigración subsahariana a Europa y sus efectos en los países huéspedes. A través de una mirada comprometida y empática, la llegada a la tierra prometida se ha convertido en constante en la creación de cineastas de ambos lados del estrecho, entre las que las últimas películas del senegalés Moussa Sené Absa, del italiano Emanuele Crialese o del finlandés Aki Kaurismäki, son especialmente notables. Estos cineastas se han lanzado a la tarea obligada de visibilizar y (re)presentar el fenómeno de la emigración africana desde perspectivas y con tintes muy diversos, ayudando al enriquecimiento del imaginario que sobre África y sus habitantes tiene el espectador. Cada día se lanzan a la conquista de Occidente miles de subsaharianos. Aquellos afortunados que sobreviven las durísimas travesías han encontrado eco en novelas, películas de ficción y documentales, pero menos han sido los casos en los que se afronte de manera central la historia de las numerosas víctimas que han quedado por el camino. Es el caso del documental Yoole. El Sacrificio (2011), del senegalés Moussa Sené Absa, quien se sirve de la noticia del arribo de una patera con once cadáveres subsaharianos a las costas de Barbados para recomponer sus vidas y esperanzas y examinar las razones que impulsan a tantísimos jóvenes cada día a dejar su país en la búsqueda de un futuro mejor. La insatisfacción ante el presidente Wade, el germen de rebelión que cultivan las nuevas generaciones a través del rap local, la imposibilidad de encontrar recursos y apoyos sin ser parte de una oligarquía corrupta, son algunos de los temas que salen a relucir en este documental que hilvana entrevistas, recreaciones de intercambios epistolares e imágenes de archivo destacadas de la historia reciente de Senegal.
Por su parte, los europeos Crialese y Kaurismäki han empleado recientemente la llegada de emigrantes subsaharianos indocumentados a costas europeas como arranque para reflexionar sobre la necesaria solidaridad entre hombres y mujeres en los convulsos tiempos que corren e independientemente de su nacionalidad y creencias. En un momento en el que el hambre y la inseguridad regresan a Europa en formas y con rostros que creíamos enterrados en otras épocas y latitudes, las alianzas entre los más desfavorecidos es un recurso precioso para oponernos a la doctrina feroz del capitalismo y sus vicios, superar prejuicios raciales y hacer frente a una realidad incómoda. Hoy más que nunca, con el movimiento 15M en pleno apogeo y viviendo un complicado proceso de reinvención para tener mayor operatividad, Crialese y Kiarostämi unen sus fuerzas con los indignados en Terraferma (2011) y Le Havre (2011).
El romano Crialese retorna a su adorada Sicilia de la mano de sus actores y actrices favoritos para rodar Terraferma (Premio Especial del jurado en el pasado Festival de Venecia), en la que profundiza sobre los efectos que la llegada de un grupo de subsaharianos provocan en una familia humilde local la cual, por la falta de una economía sostenible en la isla, está a punto de correr la misma suerte que sus invitados y lanzarse a la emigración. Sicilia se erige en metáfora de una de las estrategias de la economía global: para que no dejen de girar las tuercas del capitalismo mundial, regiones y países periféricos quedan relegados bien a ser proveedores de mano de obra barata o, por sus bondades geográficas, a convertirse en receptores de un turismo de clase baja. En Terraferma asistimos a la toma de conciencia de cada miembro de la familia protagonista, demostrando cómo una actitud crítica hacia las engañifas de quienes detentan el poder y una acción afirmativa desde nuestro humilde ámbito de actuación puede tener grandes repercusiones. El trabajo cinematográfico que despliega Crialese es un alegato por la recuperación de las enseñanzas de los mayores, el trabajo colectivo, la anciana conciencia ecológica y la lucha común del pueblo contra el poder militar, político y económico. Su película desvela tabúes y nos fuerza a ser críticos en la recepción de las imágenes domesticadas de los medios de comunicación, cuando esos emigrantes sin rostro se convierten en un atajo de carne, huesos, memorias y sentimientos ante los que no podemos cerrar los ojos o cambiar de canal.
Un paso más allá en su crítica y uso del lenguaje cinematográfico va Aki Kaurismäki, considerado como el mejor director finlandés de todos los tiempos y uno de los grandes del cine universal. En Le Havre, presentada en Cannes en 2011, la acción también se sitúa en una comunidad costera, en este caso en la gala y marinera localidad homónima, bañada por las frías aguas del Atlántico. En declaraciones del director, esta película será la primera entrega de una trilogía sobre ciudades portuarias, la cual vendrá seguida por la historia de un barbero vigués. La trama de Le Havre es la siguiente: cuando los guardas de aduanas abren un contenedor sospechoso en el almacén del puerto, descubren que está lleno de emigrantes africanos. Ante la mirada atónita de la policía, incapaz de actuar con rapidez, un niño logra escapar para ser pronto rescatado por un limpiabotas local de inmenso corazón: Marcel Marx. Las alianzas y colaboración de éste con sus amigos, un grupo de renegados sociales y humanidad extrema, permitirán ofrecer al niño una salida a su destino inevitable: la deportación. Con su personal estética minimalista de tonos fríos y haciendo uso del humor en sus más altas cotas visuales y lingüísticas, Kaurismäki compone una de las más bellas y profundas películas estrenadas el año pasado. El casting es magnífico y el guión tiene momentos únicos que permanecerán indelebles en la memoria del espectador. Le Havre reflexiona de manera brillante sobre la condición del ser humano a la vez que ejecuta una crítica acerba al capitalismo, convirtiendo a su director en heredero directo de Jacques Tati y Charles Chaplin quienes, en su genialidad, conjugaron a través del humor un canto dramático a favor de todos y cada uno de los seres humanos. El director finés es un gran conocedor de la realidad de los pueblos del sur y de la importancia de la solidaridad y el trabajo conjunto en la lucha contra las injusticias de un sistema inmoral e impasible. Hace ya años que este ciudadano finlandés y artista mundialmente reconocido decidió, huyendo de fastos, modas y estruendos del gusto de la Croisette, fijar su residencia en un pueblo del norte portugués muy cercano a la frontera gallega. Desde este espacio tan poco a la moda y en compañía de su esposa, medita con calma para ofrecernos cada lustro en forma de filme los resultados de un trabajo meditado, comprometido y lúcido. Su personal visión ética y estética le han convertido en uno de los mayores ejemplos de la crucial responsabilidad del artista con todos los pueblos del mundo y con los más desfavorecidos a través de su arte; enseñanzas que quizás algunos deberían de atreverse a explorar…