Amparo, otra asesinada de Orchova
Historias de maquis
Por Adolfo Pastor Monleón. LQSomos.
Cuando asesinaron a mi padre ni pude darme cuenta. Mis cortos años me lo impidieron y fue mucho después cuando lo he podido rehacer con la imaginación y por frases entrecortadas, silencios y palabras tamizadas.
Los años fueron pasando y ya mi infancia me iba dando cuenta de represalias, de palizas, de muertes, por palabras oídas a mayores, dichas entre silencios y de corrido, girando a un lado y a otro la cabeza.
Alguna visión mía de aquellos cortos años también me ha hecho recrear recuerdos y vivencias, ya en mis años maduros. Así las luces, intermitentes por los pinos, de aquella negra noche, formando una siniestra hilera por la carretera frente a la aldea. Las personas mayores hablaban de muertos en el cerro. Las luces debían ser de camiones de los guardias después del día de matanzas. Nunca habíamos visto pasar tantos camiones juntos, ni tantas luces, semejando luciérnagas enganchadas unas a otras, en una noche negra como boca de lobo. Sólo un camión aparecía, de uvas a peras, cuando subía el del tío Domingo de la tía Remedios de Valencia o el de Capolla de Aras o el de Pepe el Confite de Chelva o uno de aquellos enormes cargado de troncos de pino hasta los topes.
Pero tantos camiones juntos, nunca. Echaron el resto los guardias civiles para matar a aquellos bandoleros les decían, inocentes luchadores, que dormían en el campamento del Cerro MORENO. Y no fueron una pareja, ni diez ni veinte. Cerca de mil civiles armados contra trece almas cándidas que tomaban fuerzas porque querían luchar en desigual batalla contra el dictador y sus secuaces sanguinarios.
Subíamos al pueblo, los muchachos, con el maestro, a misa, los domingos. Al pasar por la Placetilla, al empezar el pueblo, de reojo recuerdo la visión de una moza tapada con una manta, sentada en un sillón de mimbre. Era la Amparo oí decir y no sé si entonces o poco a poco, después supe que era la Amparo Muñoz Antón, una de aquellos dieciocho hermanos de Orchova.
Era pues después de que el nefasto general Pizarro mandara abandonar Orchova. Aquella larga familia buscó casa en el pueblo, alguno de los hijos fue a parar a Las Rinconadas, otro a Losilla, alguna hija a Barcelona…
Amparo con sus padres a Santa Cruz. ¿Por qué estaba la Amparo en el sillón? La historia era reciente y no muy larga.
Los maquis tenían sus campamentos por las laderas de la umbría y después la Solana de los Rentos de Orchova.
Un día se presentó en su casa de las Casas Quemás, la casa del tío Alejandro y la tía Pascuala, la de los dieciocho hijos e hijas, uno de los hermanos mayores. Venía de permiso y trajo un amigo. Era Miguel Calvet. Después lo he ido sabiendo. Era de Libros y se había escapado de la cárcel de Teruel. Aquella familia lo acogió, no venía de uno, sin saber siquiera de quién se trataba. Por las noches acudía a dormir y al despuntar el día marchaba hacia el monte.
¿Pudo el roce construir un cariño entre un joven atractivo y una joven labriega hecha a la escarda, al friegue y al pastoreo? ¿Por qué si no? ¿Por qué tan salvajes comportamientos?
Contaban no sé ni cuándo ni quienes que a la Amparo del tío Alejandro y la tía Pascuala la cogieron los guardias y se la llevaron al cuartel.
¿Qué pasaba en el cuartel y en los demás lugares durante los interrogatorios? Sólo ella lo sabía. Nos lo podemos imaginar tal cual lo hicieron con otros amigos de los maquis. Hablaban de garbanzos bajo las rodillas… de que, con tizones le quemaban su cuerpo, colgado de los pies desde una viga…
¿Qué querían los guardias? Era un sinsentido. Esbirros sin entrañas, hacían sufrir a mujeres, hombres y aún chicos.
Y llegó aquel domingo. Mirando de reojo ya no vimos el sillón de mimbre.
¡Amparo ha muerto!
No, a Amparo la han asesinado con saña y sin conciencia.
Y pasaron los años y sus verdugos vivieron y durmieron a pierna suelta. Ni aun su conciencia les pudo reprochar nada.
¡No tenían conciencia!
* Expresidente y responsable de desaparecidos en la Asociación “La Gavilla Verde”. Activista iaioflauta barcelonés. Catalá y Manchego de Cuenca, al fondo a la izquierda en Las Rinconadas. Otras notas del autor
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