Anticapitalismo, democracia real y retorno no dogmático a Karl Marx
En un momento en que hay un aparente resurgimiento del activismo anticapitalista en todo el mundo, es oportuno preguntarse: ¿A qué se oponen todas estas personas que se han puesto en movimiento? Una posible respuesta podría ser: "Esto es obvio, ¡se oponen al capitalismo!".
Pero uno tiene la impresión de que los puntos de convergencia entre anticapitalistas acaban una vez se acaba la oposición a la negatividad más visible del capitalismo actual.
Para que el movimiento supere este estadio embrionario debería tener claro, en primer lugar, cuál es la especificidad de esta cosa que llamamos capitalismo.
Una manera de resolver el problema podría ser volviendo a Marx, que ha sido el mejor crítico del capitalismo.
Pero en las condiciones actuales, este retorno no es fácil. Por ahora, lo que preocupa a muchos anticapitalistas es cómo montar la acampada, cómo llevar a cabo una ocupación puntual, cómo organizar un boicot o cómo formular una crítica concreta de un tema de actualidad. Mientras el movimiento se quede en este estadio será difícil encontrar en los escritos de Marx recetas concretas que expliquen cómo articular este tipo de luchas.
Por otro lado, mucha gente limita la obra de Marx al Manifiesto Comunista y considera que Marx ni tuvo en cuenta la crítica ecologista al sistema, ni consideró otras críticas. Algunos, incluso, afirman que Marx justificó los elementos que ahora son objeto de crítica.
Cuando Marx escribió el Manifiesto Comunista, la clase obrera además de ser explotada durante una inhumana jornada laboral, vivía y trabajaba en condiciones pésimas. Ahora, en cambio, al menos en la mayoría de los países occidentales, hay un cierto Estado del bienestar y una legislación laboral, las condiciones globales de producción han cambiado y los trabajadores tienen unos niveles de poder adquisitivo superior al de los trabajadores del siglo XIX.
La historia tiende a demostrar que siempre que la gente mejora su nivel general de vida, defiende estas mejoras y lucha para ampliarlas. Pero al mismo tiempo, en estas condiciones, la gente tolera la explotación y la desigualdad de una manera mejor que antes.
Si después de la crisis actual, todo esto cambia, entonces puede ser que la crítica fácil contra la explotación capitalista recupere parte de su potencial y que la gente se apunte en masa a la lucha por una sociedad no capitalista que elimine esta explotación. Pero esto aún está por ver.
Todo este conjunto de factores alejan a mucha gente del Manifiesto Comunista. Una buena parte de los activistas considera innecesaria la lectura de este texto y lo observan como un texto ya caducado. Ahora bien, a pesar de ser cierto que sería absurda una lectura dogmática del Manifiesto Comunista, no se debería olvidar que el Manifiesto finaliza con un llamamiento a la unidad de la clase obrera y esto, como otros aspectos del texto, tiene plena actualidad.
Si contemplamos la realidad actual nos daremos cuenta de que vivimos unos momentos en los que se busca enfrentar a los trabajadores de la función pública con los trabajadores asalariados, a los trabajadores con contrato indefinido con los trabajadores temporales, a los parados con lo que conservan el empleo, a los de las empresas pequeñas con los de las grandes, a los trabajadores sindicados con los no sindicados, a las bases de los sindicatos con sus direcciones, a los nacidos en España con los recién llegados, y así sucesivamente.
No todos los movimientos de protesta actual tienen un claro contenido anticapitalista. Una parte ha construido el discurso basándose en argumentos políticos: "los hijos de puta que ejercen el poder no nos representan, queremos una democracia real", vienen a decir.
Esta argumentación a favor de más democracia nos podría llevar a reivindicar la Comuna de París. Por este camino también podríamos volver a Marx. Ahora bien, en un contexto que presupone que el derecho a voto es universal, no tiene mucho sentido plantear las cosas como si aún nos encontráramos en el estadio del capitalismo liberal más antidemocrático. Por lo tanto, de nuevo parece que nos estamos metiendo en un callejón sin salida.
Queda una última opción: reivindicar al Marx del Capital. Esta, ciertamente, es una vía potente aunque complicada dadas las dificultades que conlleva la lectura de los tres tomos.
En El Capital, Marx demuestra que todas las ganancias de los capitalistas y las maldades estructurales de este sistema se derivan de la explotación del trabajo. El Capital, además, aporta una base válida para entender el capitalismo del siglo XIX y válida también para entender el capitalismo contemporáneo. Ahora bien, ¿con eso basta?
El problema que ahora preocupa más a la gente es la crisis. El Capital, ciertamente, aporta herramientas para analizar esta y otras crisis pero no las analiza de una manera directa. Esto es un problema. Hay mucha gente que quiere que le den las cosas masticadas y El Capital no las mastica.
Entonces, ¿dónde quiero ir a parar con todo esto?
El capitalismo actual es en parte igual y en parte diferente del que analizó Marx. De hecho, es el mismo monstruo pero más viejo, con más experiencia y con más recorrido. La cuestión es aclarar cómo demonios queremos agrupar todas las víctimas del capitalismo para acabar con la política agresiva del monstruo y ofrecer a la gente una propuesta diferente a la que el capitalismo neoliberal de hoy en día nos ofrece. Marx nos puede ayudar en esta tarea y sería suicida prescindir de su ayuda, pero somos nosotros los que debemos llevarla acabo.